Acaso todo, los males y los bienes, derivan de un mal o un bien anterior. También, sin duda, el arte. Ahora bien, no es tarea del artista el abundar en este reconocimiento –que suele ser olvido. Pero ello no constituye falta de ese reconocimiento, de raíces, sino que constituye una forma más de generar esa identidad única necesaria –que ha de expresarse de todas las maneras posibles, incluso a través de la palabra- y que no es sino una intención –imaginaria, ay!- en procura de lo distintivo, de la originalidad.