El intento por desvelar cómo se ha construido una obra es asumir una tarea que corresponde, en el caso de la literatura, al lector o a los críticos, más que al autor de la propia obra, pues equivaldría a deconstruir lo que se ha construido, desarmar lo armado para entender el engranaje y los mecanismos ocultos que sostienen la legitimidad de la obra. Lo que vendría a ser un despropósito para el autor, porque terminaría revelando los artificios y secretos, los trucos y falsedades que apuntalan la armazón de esa mole llamada ficción, al exponer ante los ojos del lector, los cimientos de una gran armadura basada en la mentira que dejan al desnudo al autor en su completa “ingrimitud”. Estar consciente de jugar el rol del espoiler de su propia obra es tarea ingrata, pero siempre será de vital importancia para los lectores curiosos escrutar en los secretos de esa urdimbre literaria que construye la verosimilitud.