Caí en cuenta de que el golpe había llegado cuando el 11 de septiembre salí de la casa de huéspedes en el mineral de Chuquicamata y me encontré con el vacío.
Parecían fenómenos aislados y lejanos. Pero los atentados yihadistas del siglo XXI, las conquistas territoriales como las del Estado Islámico (Daesh) y el surgimiento en Europa de conversos dispuestos a perder su vida para matar, están desvelando la dimensión real del problema del fundamentalismo musulmán radical.