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artículo literario

20/09/2019@08:29:20

Hace quinientos años una escuadra de cinco embarcaciones -todo apunta a que se trataba de cuatro naos y una carabela- iniciaba una esperanzada singladura desde el puerto de Sevilla. Una de ellas, la Victoria, acabaría, dándole la vuelta al mundo, por primera vez. Lo hizo contra todo pronóstico e incumpliendo las instrucciones de Carlos I, que había hecho posible que se llevara a cabo aquel viaje, al firmar en Valladolid, en marzo de 1518, las correspondientes capitulaciones para que dicha escuadra navegara por aguas de lo que entonces se llamaba el “hemisferio español”.

Hablar con Agustín Pániker es hacerlo primero de quienes fueron y son sus padrinos intelectuales y afectivos, su padre Salvador Pániker, autor de innumerables libros y de su tío Raimón Pániker. Pero, tras escribir, «Jainismo. Historia, sociedad, filosofía y práctica» que ha sido traducido al inglés por una editorial india, o, «Índika, una descolonización intelectual» así como: «Los shiks. Historia. Identidad y religión» o «El Sueño de Shitala». Agustín Pániker, ahora publica: «La Sociedad de castas. Religión y Política en La India» que ya lleva un tiempo en las librerias. Aunque ya tiene otro trabajo en torno al Buda bajo el titulo «Las Tres Joyas» del cual hablarmos pero este no es el momento. Nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Quién es Agustín Pániker?, ¿Es un autor de monográficos?, ¿es un intelectual?

¿Un preámbulo?

“La música en India, es lo que queda, cuando todo se ha olvidado” (Alberto Oliveras)

«Ciencia y consciencia. El paradigma cuántico y la búsqueda espiritual» Es uno de los muchos trabajos efectuados por Fernando Díez. Gracias a sus distintas obras aprendimos a soñar y a disfrutar de la lectura como algo al alcance de todos los públicos. Y ahora acaba de dar a conocer una obra que a todos seguramente gustará mucho recuperando a personajes o actividades que pensamos que había perdido en este mundo globalizado. Su título es «El Último Viaje. Historia de una furgoneta hippie» con un prólogo de Álvaro Enterría.

Para Silvia Oliver

«La escritura de mis diarios es el testimonio de una voluntad comprometida en ese empeño; son una obra en marcha que terminará, sospecho, al tiempo de mi capacidad de observarme y darme cuenta de ello» (Chantal Maillard)

«Para pagar las quince rupias de un viaje a Simla, V. P. Menon (1894-1966) se dirigió a un anciano sikh que encontró en la calle y le comunicó su pobreza. El buen hombre le dió la cantidad pedida. Cuando Menon le preguntó su dirección para devolvérsela el sikh respondió. «Es sencillo hasta el dia de tu muerte cada vez que un hombre honrado te pida ayuda le darás quince rupias. Así lo hizo. Seis meses antes de su muerte ocurrida en 1965 un mendigo llamó a su casa de Bangalore, cuenta su hija. Menón fue a buscar su monedero, sacó quince rupias y se las dió al mendigo. Hasta sus últimos días continuó rembolsando su deuda»

Tras la lectura de la edición de ‹‹El ruedo Ibérico›› de Cátedra (Madrid, 2017), y al hilo de un comentario reciente de Gastón Segura en estas mismas páginas (o pantallas o como se llame esto del digital) sobre Daniel Defoe en el artículo "Dos maestros y el periodismo", se me ocurre esta pequeña fantasía sobre Valle-Inclán y el espionaje, un excurso que si non vero, espero les parezca ben trovato.

Muchos en Israel, han visto llegar el desastre. El movimiento Paz Ahora organizó una manifestación de protesta después de la matanza de los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en Septiembre de 1982; más de cuatrocientos israelíes desfilaron por las calles de Tel Aviv cuando estalló la Intifada en Diciembre de 1987, miles de judíos salieron a las calles de Israel, entre ellos un grupo de supervivientes del Holocausto, que llevaba un cartel en el que se podía leer: “Recordar significa también, no actuar como los nazis”

“Como un asesinato, la historia va dejando sus huellas. El historiador la rastrea y al final, logra reconstruir la escena del crimen: el móvil que lo impulsó; los personajes que intervinieron y sus consecuencias” Estas palabras son de Alberto de Frutos y nos sirven para acercanos a un autor y a su obra.

Desde hace un par de años, no puedo evitar una punzada de tristeza cada vez que me detengo ante cualquier quiosco y observo como las antes sólidas pilas de diarios, no son ahora sino unos desmerecidos montoncitos con apenas siete u ocho ejemplares por cabecera.

Serrana, para un vestido Yo te voy a regalar, Ya te lo dije: estas cumplío, No me tienes que dar ná Ojos verdes. (Copla)

De la poesía a la biografía y de ésta a la novela histórica y de ésta… Así es la vida en la que nos movemos a base de circunstancias, intereses y actitudes. Elisa Vázquez de Gey (Lugo, 1955) cultiva desde hace muchos años esos tres géneros. Sus obras anteriores nos sirven, quizás, para entender las actuales: “Versos sin rimmel" (Madrid, 1986, poesía) Queimar as meigas: Galicia 50 años de poesía escrita por mujeres (Madrid, 1988, recopilación de autoras gallegas en edición Bilingüe) y "Atentamente suya" (Madrid, 1995, poesía).

Siempre que paso ante un centro de meditación y yoga no puedo dejar de evocar el siglo II después de Cristo. Durante aquella centuria, Roma superó el millón de habitantes —algo tan portentoso que debieron transcurrir mil quinientos años para que otra urbe rozase tal número vecinos— y su imperio alcanzó el apogeo.

Tagore, en su hermoso libro autobiográfico "Recuerdos", hace mención de un profesor suyo en la escuela de San Javier de Calcuta, el padre jesuíta español Peñaranda, del único que guarda un grato recuerdo y hace de él una original y afectuosa semblanza.

"El primer día en que al abrirse los teatros comienzan las máscaras, subí a mi embarcación y fui a la isla de Murano a recoger a MM". Así se inicia uno de los capítulos cruciales en la biografía de un personaje bien particular, el veneciano Giovanni Giaccomo Girolamo Casanova, escritor, aventurero, diplomático, y hasta agente secreto al servicio de la Serenísima República de Venecia.

Desde Daniel Defoe, allá por los primeros años del siglo XVIII, los periódicos, las gacetas, los almanaques y hasta los diarios de avisos —en su varia y a veces hasta volatinera periodicidad— han constituido un bastimento para los escritores. Y cuando ya el periodismo, tras un siglo y pico, estableció unos ciertos patrones para presentar la noticia —desde la editorial o el artículo de fondo, pasando por el folletón y el reportaje, hasta la breve gacetilla o el sucinto y expósito suelto—, el escritor también se enfrentó, si quería sacarse algunos cuartos por este conducto, a unas exigencias formales, o si se me apura y de un modo laxo, pero en absoluto desacertado, literarias: las impuestas por el espacio que se le asignaba.

Hace un par de años, en octubre de 2017, en el Congreso del Libro Electrónico celebrado en Barbastro —se celebra con carácter anual desde 2013— hubo un general consenso en considerar el audiolibro, como modalidad más accesible y directa del libro electrónico, como una gran conquista en el proceso de adaptación del concepto libro a la revolución tecnológica y como una vía de acceso a la literatura para personas (incluso no lectoras) con poco tiempo para leer o que han de simultanear inevitablemente el proceso de “lectura” de un libro con otras actividades.

“¿Estás dispuesto a dejar de buscar fuera de ti este momento de descubrimiento?, ¿Qué descubres en el núcleo profundo de ti mismo cuando no está presente ninguna historia de deseos no realizados? ¿Estás dispuesto a detenerte y comprobar varias veces al día si eso que está en el núcleo sigue presente hasta que sepas sin lugar a dudas que siempre está aquí? ¿Estás dispuesto a no estar atado por los relatos, o por nombres o por la historia? ¿Estás dispuesto a estar desnudo ante ti mismo?” (Gangaji)