En 1968 Vicente Ferrer es expulsado de la India. Un reportaje, “La revolución silenciosa” fue el detonante. La primera ministra, Indira Gandhi, intercedió en su favor por el Father Ferrer: “El padre Vicente Ferrer se marchará al extranjero para unas cortas vacaciones y será bien recibido de nuevo en la India” Anantapur es una ciudad árida, la segunda más seca de la India. La pobreza es extrema y en su momento el propio gobierno indio habló de ella como la más deprimida del país. La desertización y la falta de recursos harían de Anantapur un lugar inhóspito. En cincuenta años debería de ser evacuada por sus habitantes.
Supongo que estarán ustedes bien servidos —cuando no, ahítos— de noticias sobre Galdós, a propósito del centenario de su fallecimiento, que se cumplirá el próximo año. Y a pesar de eso y de resultar incluso redundante con cualquier otro artículo reciente, no podía sustraerme de echar mi cuarto a espadas sobre su abrumador e insoslayable legado por una razón sentimental: Gabrielillo de Araceli y Salvador de Monsalud habitan mi infancia.
Todo escritor famoso se merece, por lo menos, una larga lista de mentiras atribuibles. El pueblo español que lleva en sus genes eso de desmerecer los logros ajenos más que de alabarlos, es docto, sin embargo, en imaginación. Los chismes y el qué dirán, fueron en la época de Benito Pérez Galdós tan reales como en la actualidad.
«Una vez establecida la diferencia entre la guía correcta y el deseo no se puede forzar a nadie a creer. Quien descrea de las falsas divinidades y crea en Dios se habrá aferrado al asidero más firme (El Islam) que es irrompible. Dios todo lo oye, todo lo sabe» Corán:2: 256
Será porque muy pocos escritores han sido tan ajenos en su andanza vital y, sobre todo, en su quehacer poético a los fulgurantes lanzamientos, a los suntuosos premios e incluso a las imponentes ferias que se celebran durante estas fechas como Robert Graves, por lo que, cada otoño, cuando las noticias sobre este deslumbrante carrusel se estampan en los periódicos o se cuelan en los noticiarios televisivos, no hacen sino evocarme su lacónica y desgarbada figura de antiquísimo hechicero.
En mayo pasado se celebró la llegada de Federico García Lorca a Madrid como alumno de la Residencia de Estudiantes. El poeta en ciernes que no había salido de Granada da el salto a la fama en esta escuela progresista. Nada volverá a ser como antes. En unos años publicará El Romancero Gitano y estrenará sus primeras obras de teatro. De Madrid se despedirá un verano de 1936 para volver a su Granada, convertido en el poeta español más conocido internacionalmente.
¿Que entendemos cuando pronunciamos la palabra Filosofía? O ¿es la Teología una de sus hermanas? ¿Y están las aulas abiertas a esas palabras y a esos estudios? Últimamente se han editado libros accesibles para todos los públicos en donde sus autores de una manera pedagógica intentan acercar dentro de un mundo totalmente globalizado está rama del Pensamiento
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El pasado mes de marzo conversé con Javier Gomá durante una hora y diez minutos en la Fundación Juan March de Madrid. El documento audiovisual que lo atestigua, del cual adjuntamos un link, ha recibido ya multitud de visitas.
Se admite que la “Biblia”, que el “Quijote”, que “Hamlet”, que “Moby Dick”, son obras literarias clásicas. El grecocomplutense doctor Carlos García Gual (1), filólogo, asevera que la palabra “clásico” procede del latín “classicus”, “con clase”. Luego, sólo la gente “con clase” lee, desbroza, interpreta tales obras. Dice, además, que los libros clásicos parlan de los “aspectos esenciales de la condición humana”, que son, según los libros que hemos leído, el lirismo, el romanticismo, el utilitarismo, el gremialismo, el legalismo, el moralismo, asuntos todos planteadores de cuestiones metafísicas.
En el anecdotario que zurce las interioridades de la literatura, a menudo me tropiezo con encuentros ante los que solo Dios sabe cuánto hubiese dado por acudir. Por ejemplo, los paseos vespertinos entre el maduro Galdós y el joven Baroja por los desmontes suburbiales del poniente de Madrid, donde entre observaciones, aquí y allá, sobre los tipos desharrapados que se cruzaban y las calamitosas maneras de sobrevivir en aquellas traspuestas riberas del Manzanares, surgían los comentarios del veterano novelista sobre cómo resolver una situación o cómo alumbró a tal personaje, consideraciones que, por supuesto, fueron acendrando la técnica de don Pío, cuando aún no atinaba con la manera firme de relatar sus fulgurantes peripecias de aventureros sin suerte.
Sobre el escenario de la Francia de De Gaulle y de la Nouvelle Vague, quiso ser la encarnación intelectual de los "philosophes" del Siglo de las Luces. Durante aquel Mayo del '68 también actualizó al Zola del Yo acuso, cuando salió a vender ejemplares de Liberation por el Barrio Latino mientras exigía a los gendarmes que le encadenasen.
Primero fue, «Así se hizo, El hombre y la tierra», siendo él subdirector en donde da a conocer a los lectores, como se hace un programa de televisión y cuales son esas pequeñas cosas que el televidente desconoce. ¿Quiénes son sus protagonistas?, ¿qué se esconde detrás de cada toma? Y lo más importante: como ha sido esa relación entre los distintos profesionales para que un documental como en su momento fue, «El hombre y la Tierra» pudiera llegar a miles de hogares.
Días pasados, en este mismo medio, se daba cuenta de la reciente aparición de el "Diccionario de Samuel Johnson", compilado por Gonzalo Torné, ese guía por el proceloso mundillo digital —sucesor, sin duda, del diccionario en papel hasta el pasado siglo—. De Samuel Johnson pareciera que lo sabemos todo, su monumental Vida, publicada por James Boswell en 1791, unos años después del fallecimiento del doctor, se considera la primera biografía moderna (tal como el Quijote es la primera novela moderna: como fundadores ambos de un género partiendo de una obra maestra). Y sin embargo, ¿los diccionarios nos informan sobre un lenguaje, las biografías sobre una vida?
La idea de escribir "Operación Inuit" me surgió a raíz de las múltiples noticias con las que nos invaden a diario como: «La población mayor de 65 años crece a un ritmo más rápido que el resto de segmentos poblacionales en el mundo desarrollado» o «Los ancianos viven demasiado y son un peligro para la economía mundial». Tras esta avalancha de mensajes negativos me hice una pregunta: ¿A quién le interesa, de verdad, que lleguemos a vivir muchos años? Y empecé a sospechar…
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