En septiembre de 2019, la Asociación de Amigos de los Molinos de Mota del Cuervo me designó “Molinero Universal”. Antes de acudir, pregunté al Presidente de la Asociación, Enrique Tirado, si debía preparar algún discurso. Ingenuamente me creí sus palabras: “¡Nada, hombre! Tú sólo di cuatro palabras de agradecimiento”, y así, acudí con lo puesto, como suele decirse. ¡Error!
Cuantos más días se suceden bajo este confinamiento, con la muerte acechando más allá de la hermética puerta de nuestras casas, más me invade el presentimiento de que nos vamos convirtiendo todos poco a poco en el teniente Drogo de El desierto de los tártaros (1940), y temo que como aquel legendario personaje acabaremos finalmente mostrándonos esquivos a nuestro retorno a esa ahora ansiada normalidad, porque nos amedrentará lo que nos espere.
No creas que me pillas en un mal momento, llevo cabreada desde hace un mes que estoy metida en casa. Pero es una percepción dual, porque al mismo tiempo me siento poseída por una extraña lucidez. Es en el infortunio cuando el ser humano despierta, reacciona, reflexiona y comprende que el mundo es una mierda, que las cosas siempre son peor de lo que te han contado y de lo que imaginabas.
No sé si el sinvergüenza nace o se hace, lo que sí sé es que conoce las debilidades del prójimo y se entrena para aprovecharlas.
Mi infancia fueron las historias de mi abuelo, y mis amigos los libros
Hablar de María Luisa Bombal es hablar de mi amigo el televisor al que le huido por años. Una tarde de octubre, mi amigo lejano el televisor se había posesionado de mi mente al escuchar la voz de aquel hombre, que por osadía se había atrevido a invadir la casa del gran Neruda con la intención de que este leyera su primera obra. Sí, Antonio Skármeta y su Cartero de Neruda esa tarde desde una torre papel me presentaron a María Luisa Bombal. Escritora por naturaleza, esa abeja de fuego que bautizo Neruda, la niña que odiaba la niebla, la amiga de Borges y Macedonio Fernández. La alcohólica a la que se le extinguió su vida esperando el premio nacional de literatura chilena.
Fallece el cantautor, pintor y poeta
Esta semana está siendo trágica para mí, mi familia, España y medio mundo. A la muerte de una tía mía, con 99 años de edad recién cumplidos, y un primo hermano por coronavirus se suma el fallecimiento del gran cantautor y poeta Luis Eduardo Aute que siempre pasaba por aquí. No nos hemos podido despedir de todos ellos como es debido y se marchan casi en soledad. Grandes pérdidas que quedaran en mi corazón y en mi mente para siempre.
Los ojos son unos ilusionados embusteros (R. Del Valle-Inclán)
Mi amigo Máximo Estrella es un “enfermo de literatura” y un obseso de Valle-Inclán. También es un andaluz hiperbólico, y como tal, asegura que llegará el día no lejano en que leerá un único libro durante el resto de su vida, y que será Luces de Bohemia, drama escrito por Ramón del Valle Inclán en honor de Alejandro Sawa, un poeta de odas y madrigales que murió en la miseria.
|
No sé cómo ha llegado hasta mis manos, pero incluso lo estoy ojeando. Es el best seller de pseudo física cuántica más famoso de Deepak Chopra “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo”. ¡Qué miedo, colega, Vade Retro! Dicen que es un fenómeno paranormal que también les ocurría a los místicos del Siglo de Oro, nada por aquí, nada por allá y de pronto aparecía un libro o un manuscrito entre sus dedos. O en un lugar inverosímil de su celda, o más difícil todavía, en la cocina, entre los pucheros como a Teresa de Jesús. Ellos tenían la coartada de la “divinidad”, podían explicar con total aplomo que un santo cualquiera, al azar, del extensísimo santoral judeocatólico era el artífice de tal prodigio.
Cuando Unamuno partió hacia su exilio en Fuerteventura solo metió tres libros en la maleta. Uno de ellos era los "Cantos" de Leopardi. Pienso a menudo en esa imagen por una razón: En estos tiempos de coronavirus, la única manera de leer a los clásicos pasa por el exilio interior.
El amante se convierte en alimento del Amado; no es Amado quien constituye el alimento del amante, pues el Amado no puede estar contenido en la capacidad del amante. La mariposa que se ha convertido en amante de la llama, tiene por alimento, mientras se mantiene distante, la luz de la Aurora... Cuando llega allí no es la mariposa la que progresa hacia la llama sino que es la llama la que progresa en ella... Y ahí hay un gran misterio. Por un instante fugitivo ella se convierte en su propio Amado (puesto que ella es la llama) Y ésa es su percepción.
Ahmad Gazali (1126)
Aunque no lo parezca, el pavor metafísico que experimentábamos durante aquellas noches de difuntos de tiempo atrás, cuando veíamos surgir por la espalda de Don Juan Tenorio al espectro del Comendador, tiene mucho en común con todo lo que fantaseamos –y fantasearemos, una vez que la pesadilla quede atrás- a cuenta de la pandemia del Covid-19.
Mi amigo Federico, tanto por vencer al anonadador tedio en que ha sumido al paisanaje el confinamiento general como para protegerse de las aciagas noticias tras un ejercicio de erudición —una de las más saludables y baratas vacunas de que disponemos los hombres: la consolación por el conocimiento—, se ha dado a documentarse sobre las plagas que han estragado la Historia.
2020 / CENTENARIO ISAAC ASIMOV
Nació en una aldea rusa cerca de Smolensk, en 1920, pero a los tres años ya vivía en Brooklyn. Debemos a su prodigiosa mecánica ficcional quinientos títulos que desafían la Teoría del Todo. Más allá de sus tres series canónicas –Robots, Fundación e Imperio-, su cerebro se expandió desde la divulgación científica a la histórica, y desde Shakespeare a la Biblia. Cien años después, por obra y gracia de Isaac Asimov, la metafísica escolástica ha mutado en un paradigma cuántico.
María Lejárraga nació en San Millán de la Cogolla (La Rioja, España) en 1874 y murió en el exilio, Buenos Aires, en 1974. Escritora, firmando como María Martínez Sierra el apellido de su marido Gregorio y diputada por partido socialista en Granada en 1933.
|