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artículo literario

04/05/2020@16:00:00
Mientras escribo estas líneas presiento que cuantos hemos librado hasta ahora de la infección nos hallamos suspensos sobre una inquietante espera. La percibo en las conversaciones telefónicas con mis amistades; en todas se mencionan planes de futuro, pero azuzados por un oscuro desasosiego: el ansia por palpar cómo será la cotidianidad el día que se decrete eso que las autoridades llaman con el orwelliano título de “nueva normalidad”; que basta con pronunciarlo para que resulte del todo atemorizador.

Lo malo de poner a parir a Simone de Beauvoir es que te van a decir que eres una machista y una facha. Pero también es verdad que me importa una mierda que lo piensen y que lo digan. Ya la puse de chupa de dómine en mi ensayo “Escuela de Mujeres” y la polémica que generó me proporcionó pingues beneficios.

Después de Money Mindfulness, mi método de finanzas personales que he tenido la fortuna de ver traducido a siete idiomas, me lancé a publicar Time Mindfulness sobre cómo gestionar la divisa más valiosa que poseemos: el tiempo. En estos días de confinamiento, conviene recordar algunos consejos que nos evitarán tanto perder el tiempo como obsesionarnos por aprovecharlo de forma enfermiza.

Lectura profunda para aquellos adentrados en cuestiones filosóficas. Una narración impecable que aborda asuntos de la moral y de los principios del hombre en respecto al derecho a morir cuando la vida pierde sentido. Fonseca su protagonista, del cual nunca llegamos a saber su nombre de pila, está interesado en formar parte del Club de los Suicidas.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

Los nuevos documentos inéditos, descubiertos por el benemérito Presidente de la Sociedad Cervantina en Esquivias, don Sabino de Diego Romero, ex alcalde del Ayuntamiento de Esquivias, sobre los personajes auténticos, expuestos en El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, son de capital importancia para los estudios de la obra más destacada de la literatura universal.

¡Ah parcas del destino! desfallece mi mente...y continuar no puedo. Si me fuera concedida la gracia de la palabra, si estas sombrías y húmedas paredes pudieran desaparecer a través del don de la narración que me otorgarais..., acaso éste mi encierro no fuera en vano, pues... ¿qué no daría yo si ya heme perdido todo?

En septiembre de 2019, la Asociación de Amigos de los Molinos de Mota del Cuervo me designó “Molinero Universal”. Antes de acudir, pregunté al Presidente de la Asociación, Enrique Tirado, si debía preparar algún discurso. Ingenuamente me creí sus palabras: “¡Nada, hombre! Tú sólo di cuatro palabras de agradecimiento”, y así, acudí con lo puesto, como suele decirse. ¡Error!

Cuantos más días se suceden bajo este confinamiento, con la muerte acechando más allá de la hermética puerta de nuestras casas, más me invade el presentimiento de que nos vamos convirtiendo todos poco a poco en el teniente Drogo de El desierto de los tártaros (1940), y temo que como aquel legendario personaje acabaremos finalmente mostrándonos esquivos a nuestro retorno a esa ahora ansiada normalidad, porque nos amedrentará lo que nos espere.

La única certeza que tenemos en estos momentos es que la ruptura de tantas lógicas asumidas como normales será un campo abonado para numerosos estudios sociales convirtiéndose en una referencia temporal inevitable. La construcción en apenas unos días de una nueva forma de entender la manera de habitar, ha convertido a este tiempo en protagonista de un laboratorio geográfico, urbanístico, sociológico, económico o antropológico de dimensiones inimaginables. Un tiempo en el que la mitad de la población mundial ha cambiado el espacio físico por el espacio virtual, viviendo una experiencia que tardará en ser digerida por la Humanidad y por la Ciencia.

El psicoanálisis tiene un punto detectivesco. ¿Tanto como los detectives algo de psicoanalistas? Las coincidencias en el método no parecen casuales. Sucede algo semejante con dos de sus iconos: Sigmund Freud y Arthur Conan Doyle. El primero bien pudiera haber sido un personaje del segundo, pues las similitudes entre el más notorio de los suyos –Sherlock Holmes-, y el célebre psicoanalista austriaco revelan un inquietante parentesco que trasciende lo literario.

Si yo fuera director de esta revista, no publicaría este artículo. Hay cosas que no se pueden decir. No porque sean mentira, sino porque son verdades como puños. Pero no te van a dejar ir por el mundo sacudiendo verdades ni como puños ni a puñetazos. Que se lo digan a Ignatius Reilly (¡¡Oooh Ignatius, te adoro!!!) No hay nada más revolucionario, trasgresor y obsceno que la verdad ¿Pero quién coño necesita la verdad? Nadie.

En estos días de confinamiento, celebramos el Día del Libro tal vez sin reparar en que quienes lo justifican, fueron dos ilustres confinados como Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Sus obras derriban muros, abren espacios donde los confinados desafían todos los confines. Es así como el libro, cualquier buen libro, se nos presenta simultáneamente cono vacuna y vector de libertad. Porque libro y libertad, liber et libertas, son sinónimos de un antivirus universal, llamado literatura.

Hoy 23 de abril celebramos el a Mundial del Libro sin librerías abiertas a pie de calle. Por razones psicohigiénicas he decidido ser optimista, así que me consuelo pensando que aunque la de este año será una celebración poco lucida, en cambio, lo será muy sentida.

No sé cómo ha llegado hasta mis manos, pero incluso lo estoy ojeando. Es el best seller de pseudo física cuántica más famoso de Deepak Chopra “Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo”. ¡Qué miedo, colega, Vade Retro! Dicen que es un fenómeno paranormal que también les ocurría a los místicos del Siglo de Oro, nada por aquí, nada por allá y de pronto aparecía un libro o un manuscrito entre sus dedos. O en un lugar inverosímil de su celda, o más difícil todavía, en la cocina, entre los pucheros como a Teresa de Jesús. Ellos tenían la coartada de la “divinidad”, podían explicar con total aplomo que un santo cualquiera, al azar, del extensísimo santoral judeocatólico era el artífice de tal prodigio.

Cuando Unamuno partió hacia su exilio en Fuerteventura solo metió tres libros en la maleta. Uno de ellos era los "Cantos" de Leopardi. Pienso a menudo en esa imagen por una razón: En estos tiempos de coronavirus, la única manera de leer a los clásicos pasa por el exilio interior.