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artículo literario

“Lo decisivo es ser fiel –aquí o allí– a aquello por lo que un día se fue arrojado al exilio. Lo decisivo no es estar –acá o allá– sino cómo se está”
03/07/2021@17:00:00

Se cumplen diez años de la muerte de Adolfo Sánchez Vázquez (Algeciras, 17 de septiembre de 1915 - Ciudad de México, 8 de julio de 2011), reconocido maestro del pensamiento iberoamericano. Recuerdo que me impresionó su figura cuando lo conocí, en 2004, en la mítica Residencia de Estudiantes de Madrid, durante un congreso del centenario de María Zambrano, “Crisis Cultural y Compromiso Civil”, dirigido por el Catedrático de Filosofía Pedro Cerezo. A pesar de que rondaba los noventa años, se mantenía enérgico, todavía con una saludable capacidad de indignación que a veces se encuentra vinculada con la auctoritas. Sin cierta insatisfacción, no hay amor, no hay deseo de mayor perfección, no hay crítica que nos permita progresar.

El mundo ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años. Tras el fin de la Guerra Fría y el desmantelamiento del bloque soviético parecía que a la humanidad únicamente le quedaba décadas de prosperidad y progreso. El politólogo Francis Fukuyama predecía el fin de la historia y la victoria total del capitalismo. La década de euforia y optimismo de los noventa se tornó en un mundo inestable por el terrorismo islámico, las crisis financieras y finalmente la pandemia.

Ya era hora de hablar de nuestros protagonistas... Nuestro autor Vicente Merlo Lillo (Valencia, 1955) ha vivido durante un tiempo en la India y se ha asomado a la Filosofía Occidental con un Doctorado y ha sido profesor en el Máster de Historia de las Religiones en la Universidad de Barcelona y en la Autónoma de la misma ciudad entre otras ocupaciones.

Era el año de 1126 cuando en Córdoba nació uno de los pensadores y filósofos más importantes de la historia de Al-Ándalus y cuyo pensamiento tuvo una gran trascendencia en toda Europa. Ibn Rusd, Averroes, destacaría por sus teorías filosóficas y por sus aportaciones a otros campos de la ciencia como la Filosofía, la Medicina, el Derecho, o la Astronomía, dejándonos un legado que llega hasta nuestros días.

Aunque se haya cumplido un par de domingos desde que en el programa de la 2, de RTVE, “Imprescindibles”, emitieron el documental biográfico Descubriendo a José Padilla (2021), de Susana Guardiola y de mi amiga Marta Figueras, todavía me divierte la sospecha de que este personaje, contra la abrumadora cotidianidad de sus melodías, resultó un auténtico descubrimiento para la mayoría de quienes, con toda intención o por mera casualidad, se entretuvieron ante este benemérito film. Porque hoy, cuando se presume en cualquier bar, con esa bochornosa sentenciosidad que imprime el exceso del alcohol a las tantas de la madrugada, de conocer las intimidades más escabrosas de este o de aquel rockero o sobre cómo, dónde y por qué se grabó un celebérrimo long play, muy pocos —acaso solo los músicos de orquesta, o los de los conjuntos de baile o, por supuesto, los de las muy populares bandas de nuestro país— recuerdan quién fue José Padilla.

“Solo existe un sexo. Un hombre y una mujer son tan completamente lo mismo que apenas puede entenderse la cantidad de diferencias y razonamientos sutiles de los que en esta materia se nutren las sociedades” es una frase de la escritora George Sand (en realidad, Aurora Dupin) que Flaubert recibió en una larga misiva. Le encantaba cartearse con ella. Le parecía una mujer asombrosa, dueña de una existencia tan literaria e inédita, como llena de literatura.

No todas las novelas que contienen una historia de amor son novelas románticas.Un ejemplo: Drácula de Bram Stoker. ¿Hay una historia de amor? Sí, la del conde Drácula y Mina. Todas sus páginas están escritas con la idea de demostrar que el amor verdadero va más allá de la muerte, la trasciende. ¿Es una novela romántica? No.

GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES

Pocos y controvertidos son los documentos que se conservan de la vida de la actriz y muchos se han reconstruido a partir de las comedias de santos, tan prolíficas en el siglo de Oro. Su vida cruzó los límites de la realidad y se hizo teatro, comedia musical y texto literario.

Este año, si la escurridiza y contumaz variante Delta lo permite —algo sobre lo que ni yo ni gobierno alguno estamos seguros—, la populosa feria del libro de Madrid se inaugurará en septiembre. Por supuesto, más allá de aprovechar los últimos días de largas y perezosas tardes, y más allá de disfrutar la tibieza que los acompaña; incluso más allá de que los grandes editores y los autores de relumbrón estén disponibles para este auténtico salvavidas de las librerías madrileñas antes de que otros certámenes los reclamen para Frankfurt, para Guadalajara o para qué sé yo adónde… En fin, que más allá de todos esos considerandos que convierten a la fecha en idónea, sucede, además, que septiembre es el mes de los regresos. ¿Y qué será esta feria del libro sino un clamoroso regreso?

GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES

Siguiendo los pasos literarios de su padre, la obra multifacética de Inger-Mari Aikio-Arianaick representa la visualización de algunos tabués sociales de su Finlandia natal. Destacan sus poemas, de implicación femenina y feminista, llenos de ironía y sutileza.

Considerada un auténtico icono del feminismo latinoamericano, dedicó una amplia parte de su obra y de su vida a defender los derechos de las mujeres mexicanas y de la población indígena. Profesora de universidad y embajadora de México en Israel, su muerte a los 49 años de edad sigue envuelta en el misterio y la sospecha. Algunos títulos destacados de su amplia producción: Balún Canán (1957), Ciudad Real (1960), Oficio de Tinieblas (1962) y Mujer que sabe latín (1973).

Desde que comenzó la pandemia, nos hemos tenido que acostumbrar a nuevas formas de relacionarnos. Lo bueno es que nos hemos globalizado y se nos ha dado la oportunidad de relacionarnos con personas de todo el mundo. En mi caso, ha sido el escritor, poeta y articulista internacional nicaragüense Carlos Javier Jarquín, quién me ha dado ese empujoncito que me faltaba, ya que, en menos de un mes, me ha invitado a tres eventos literarios con distinguidos escritores y poetas de distintos países.

En su salón, famoso por las tertulias hasta altas horas de la noche, se reunían los principales intelectuales y artistas de la época. Domina una brillante oratoria y posee una importante y prolija producción epistolar: Cher Voltaire, Lettres inédites de Madame du Deffand à sa famille, D'Eros à Agape où les correspondances de Mme du Deffand avec Horace Walpole.

“El lenguaje es un leve puente de sonidos que el hombre echa por el aire para pasar de su orilla de individuo irreductible a la otra orilla del semejante, para transitar de su soledad a la compañía”, escribió el poeta y ensayista Pedro Salinas. Uno de los hombres que construyó más fraternales puentes de sonidos a un lado y otro del Atlántico fue el rapsoda José González Marín (1889-1956), declamando y encarnando la poesía de autores como Rubén Darío, Salvador Rueda, Antonio y Manuel Machado, Lorca, Alberti, Nicolás Guillén…

Cuando lean estas líneas, seguramente se estará conmemorando el luctuoso centenario de la matanza de Tulsa, mencionada a menudo desde el crudelísimo asesinato de George Floyd, el año pasado, en Mineápolis, o quizás ustedes acaben de ojear en su periódico de cabecera que también se cumple idéntica efeméride del nacimiento de Alida Valli, aquella actriz que dejó con un palmo de narices a Joseph Cotten, en la alameda central del cementerio de Viena. Y mientras sopesaba si decantarme por uno u otro señalado cumpleaños o tal vez buscar un tercer asunto más literario como argumento para este par de páginas, supe que el próximo diez de junio se estrenará comercialmente Fellinopolis. Ya no me cupieron dudas: ante el prodigioso Federico Fellini, todo lo demás, por muy respetable que sea eso de exhibir un siglo a cuestas, se me antojaba secundario.