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artículo de opinión

26/02/2023@10:56:00

Yo no soy lingüista. Solo sé algo de Filosofía, algo de Derecho Penal y Penitenciario y algo de Criminología. De lo demás, ni puta idea. He pasado, de manera demostrable, no tirándome el farol, cuarenta años en la cárcel y eso me da cierta autoridad para hablar de algunas cosas. El lenguaje – más como elemento de unión y de comunicación que de aislamiento- es esencial. Distingue al ser humano de otros animales que tienen algunas capacidades muy superiores a nosotros: la vista, el olfato, la sensibilidad, la velocidad, la resistencia, la capacidad de sobrevivir…

Todos lo sabían. Antes de que comenzara a tramitarse la ley del Sólo sí es sí asociaciones de mujeres juristas y el mismo Consejo de Participación de la Mujer, adscrito al Ministerio de Igualdad, elevaron a Moncloa informes que alertaban acerca del grave riesgo judicial que depararían sus deficiencias. Este Gobierno los ocultó mientras iniciaba su tramitación, en julio de 2021. En un año no cambiaron ni una coma, desoyendo la doctrina del Constitucional, la jurisprudencia del Supremo, las garantías básicas que definen un Estado de Derecho.

Hace un par de sábados se cumplió un siglo y medio del advenimiento de la I República española, de quien ya dijo Castelar, en su discurso de proclamación, que nadie la traía, sino “todas las circunstancias”; y estas, encrespadas y fragorosas, se la llevaron por delante cuando no había cumplido todavía un año, para dejar a la nación bajo aquella dictadura de socorro de Paquito Serrano, el General Bonito, que al borde de los sesenta y cuatro años se hizo cargo del país y se metió a sofocar lo más urgente y cruento: la tercera carlistada. De modo que cuando Martínez Campos se pronunció en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874, y repuso en el trono a la casa de Borbón; Serrano, enfrascado en la campaña de las vascongadas, casi lo saludó con alivio. Aquella España sin rey apenas había durado dos años.

Hace escasas semanas fue clausurada la exposición ‘Barrio Obrero América: las primeras viviendas públicas en Málaga [1907-1937]’ que habitó las salas expositivas de la Sociedad Económica de Málaga. De entre las curiosas interpretaciones y lecturas que a diario confluyeron en este espacio abierto a la cultura, adquirieron especial protagonismo aquellas que detuvieron su mirada para conocer la experiencia institucional como promotora de la Sección Iberoamericana (1917-1936). Esta histórica sección guardó el objetivo de construir sólidas redes culturales entre Málaga y América, tomando como punto de partida la memoria encarnada en las fuerzas reunidas por aquellas lejanas tierras, en la hazaña americana de hacer acopio de una extraordinaria fortaleza solidaria para socorrer a las víctimas de la catástrofe humanitaria protagonizada por el Guadalmedina y sus márgenes en la madrugada del 24 de septiembre de 1907, la noche de la riá. Por tanto, si hubiéramos de dar una primera definición de la Sección Iberoamericana de la Sociedad Económica de Málaga es la de basamento fértil para la conservación y la transmisión de la memoria de las redes tejidas entre las dos orillas, la americana y la malagueña.

La poliédrica Azucena del Valle se ha quedado a gusto escribiendo "¡CRY MACHO!" Nunca la vi tan polémica y militante, y canta las verdades al barquero del estanque del Buen Retiro, que sé que el otro día estuvo paseando por allí. Aboga en su relato por la igualdad de sexos en todo su esplendor porque prejuzgar es fácil, pero casi siempre se equivocan los que se comportan así. Se muestra contraria a la manipulación de cifras, los del INE se tendrían que ir a sus casas a llorar por mostrar solo un lado de la realidad.

Lo vaticinó el genial Alan Turing, por los tiempos en que sus algoritmos descifraron los códigos de la máquina Enigma. Para él, no quedaba lejos el día en que los pioneros de la computación idearían una máquina con la que podríamos dialogar, “para extraviarnos”. Ochenta años después, los ingenieros de OpenAI la han convertido en una aplicación sensacional. Un programa de inteligencia artificial que se presenta como ChatGPT y se desglosa como Generative Pre-Training Transformer. Aunque, a decir verdad, ese GPT tiene mucho más que ver con el viejo Gepetto, el carpintero que dio vida a una marioneta de madera, el entrañable Pinocchio, con idénticas funciones.

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No te pongas objetivos de año nuevo que nunca cumples. El mejor objetivo es romper con el pasado. Un día te levantas pletórica, has dormido bien, haces tus abluciones matinales, desayunas “healty”, frutos secos, leche vegetal con achicoria y tosta sin gluten de aguacate con unas gotas de oliva virgen extra.

El cuerpo ficticio de san Sebastián y el guiño de Antonello da Messina. Un epígrafe demasiado largo, pero hubiera sido el idóneo. ¿Qué vemos en el lienzo que plasma su martirio? En el lugar del ombligo, un tercer ojo. El que me ayuda a ver lo que quiero contar. La apasionante evolución de la imagen de san Sebastián. Un relato iconográfico que va migrando desde la piedad a la sensualidad, de la “santa herida” a la erotización corporal, hasta convertirse en una herejía para la comunidad católica.

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Hay muchas cosas que han dejado de interesarme. Sobre todo, las que se refieren al “mundo de la cultura”: El mercadillo de arte Arco, el tocomocho del Planeta, los cineastas enchufados de los Goya y el merchandaisin populachero que potencia a “creadores” que tienen poco o nulo talento intrínseco.

Para nuestra Azucena del Valle del Tiétar, "el corazón tiene razones que la razón no entiende", tal es así que cuando tomamos muchas decisiones nos equivocamos y lo acabamos pagando. En "El futuro es... ahora" nos invita a encontrar el sentido y el próposito de nuestra existencia; bueno, por lo menos eso es lo que dice ella. Si lo leen, algo aprenderán, como yo.

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Me cargan mucho los héroes y los genios. Dirás que por envidia. Sí, pero no solo por eso. Creo que están todos sobrevalorados. Sí, todos. Tampoco te vas a poner a singularizar, Gandhi, sí, Vargas Llosa, no. Confucio, sí, Picasso, no. Es el tiempo del globalismo y la universalidad. Generalizando, que es gerundio: vamos a diseccionar la “genialidad” de Steven Spielberg.

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Está el cotarro tan volátil que no te puedes despistar. En un momento la “info” que manejas se va a tomar por saco. He pasado cinco días en Madrid, eso sí, desconectada y a mi bola y me lo he encontrado todo hecho unos zorros. Llegas a la estación de San Sebastián y crees que estás en Kiev.

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Me niego a caer en la trampa de Tamara Falcó. Bastante polarizados estamos con las vacunas, el cambio climático, el sí es sí, la tortilla de patatas con o sin cebolla o el envío de tanques Leopard a Ucrania, como para dedicar un minuto a esa niñata pija y caprichosa. Esto es un sindiós, tío.

Tras comer en casa de mi amigo el siempre intrépido Juan Grande, decidimos emprender un paseo por la amena Alcalá de Henares sin mayor propósito que orearnos con su bullicio navideño y, claro, de tanto en tanto, husmear por algún comercio peculiar. Practicando este caprichoso merodeo, entramos en la librería Diógenes, y bien fuera por no desairar la esplendidez del establecimiento o bien porque la traducción se debiese a mi estimado Mauro Armiño, me proveí de la edición en Alianza del Cyrano de Bergerac (1897), de Edmond Rostand.

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Vuelve la burra al trigo. Te parecerá un aforismo poco glamuroso para un ex miembro de la casa real inglesa. Que me perdonen los burros. Después de las entrevistas incendiarias, titulares escandalosos y series “on fire” en Netflix, vuelve el raca raca lloriqueante y quejumbroso de Harry Windsor en forma de ajuste de cuentas literario.