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artículo de opinión

PLAZA DE GUIPUZCOA

28/03/2023@05:05:00
Me gusta comer las lentejas y los garbanzos con tenedor. Después rebaño el agüilla y los restos de verduras con la cuchara. Quizás sea una rareza patológica, pero ya sabes que me acepto como soy.

Marzo 27, Día Internacional del Teatro

Chuquicamata, 10 de septiembre de 1973
Publicamos el artículo "Canto de amor por una puesta en escena inconclusa" de Gustavo Gac-Artigas sobre el Día Internacional del Teatro que se celebra en todo el mundo.

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Si escribiera el título de esta columna en inglés, sería otro nivel. Pero también te digo dos cositas: una, me debo a mi público y dos, no hablo inglés. Prefiero hablar solo un idioma con precisión y rigor.

"Obviamente, doctor, usted no ha sido nunca una chica de trece años”. Habla Cecilia, la menor de las cinco hermanas Lisbon, protagonistas de la novela ‘Las vírgenes suicidas’. Jeffrey Eugenides reconstruye el suicidio secuencial de las cinco en el próspero Michigan de los ’70. Aparentemente, sin otra causa que los trastornos de la pubertad. Sucede otro tanto con la pandemia silenciosa que no deja de expandirse en nuestro país. Dos mil fallecimientos por autolisis en 2004, cuatro mil en 2022. Un crecimiento exponencial.

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Tengo una semana complicada. En cuatro días empalmo Madrid y Barcelona. No es por darme el pegote de viajera cosmopolita, al contrario. Me justifico y me fustigo por ser tan voraz, insaciable y ansiosa. Si quisiera fardar de algún hito madrileño, ya hubiera contado que conozco bien “Ramsés”, ese local de moda pijo y exquisito que ahora mismo está en el ojo del huracán de la trama “Mediador”.

Eugene Cerman, Ronald Evans, Harrison Smith. ¿Les suenan estos nombres? Se trata de los tres tripulantes de la misión Apolo 17. La última en que los humanos caminaron sobre la Luna. Tan pronto como su cápsula amerizó en el Pacífico, un 19 de diciembre de 1972, cayó igualmente en el olvido. No fue el caso de la grabación iniciada ese día en el mítico estudio Abbey Road, con la misma hoja de ruta. Cuatro psiconautas del rock progresivo, Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Richard Writgh, grabarían indeleblemente sus nombres en la cara oculta de nuestro inconsciente colectivo.

Cada año, al acercarse el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, me entristezco y siento vergüenza.

Aunque la guerra de Ucrania pueda convertirse en cualquier momento en la más irreparable catástrofe sufrida por el género humano, observo con estupor la pasividad occidental para promover un provisional armisticio que, al menos, disipe el peligro y procure algún endeble sosiego entre los contendientes; es más, allá donde mire, tanto da que sea una venerable cabecera periodística o un respetable gobierno democrático, encuentro solo un velado empeño por alentar los combates, o lo que es lo mismo: por ver caído y descuartizado al gran oso ruso, olvidando que el ogro, al verse acorralado y al borde de la derrota, puede tener la tentación de pulsar el botón rojo; ¿o acaso alguno de nosotros ignora el viejo y grosero refrán de «para lo que me queda en el convento…?»

Cuando el mes de marzo se transforma en mayo París se embellece, sus calles ocupadas, sus barricadas intentando detener la deriva del gobierno de Emmanuel Macron dan un nuevo resplandor a la ciudad luz.

Así la calificaba el informe policial remitido a la Junta de Defensa Nacional, en Burgos, el 2 de julio de 1937, desde Segovia, donde se hallaba refugiada de la catástrofe bélica en una casa de alquiler con su hija, Jimena Menéndez-Pidal, su yerno, Miguel Catalán, y su nieto, Diego; y no era para menos porque la singularidad de doña María no podía sino suscitar las escamantes suspicacias de unos, y la arrebatada admiración de otros, pues a ninguna persona informada, su figura dejaba indiferente.

Alguna vez ya lo he dicho. O por lo menos lo he pensado. La trayectoria de Michel Houellebeq es diametralmente opuesta a la mía, aunque en ciertos aspectos resulte semejante. Su estreno como novelista fue tardío, como también me ocurrió a mí. Aquel primer libro suyo, Ampliación del campo de batalla, obviado por la crítica de su país, interesó sin embargo muchísimo a algunos obstinados lectores; un club que ya no ha dejado de crecer nunca, rebasando las fronteras galas y extendiéndose hasta el mismo alfoz de nuestra superpoblada aldea global.

GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES

En la obra de Lidia Chukóvskaia destacan sus ensayos de contenido social, político y literario, redactados con una gran habilidad expresiva. Defensora de los derechos de las mujeres durante décadas convulsas en su país, escribía para resaltar y otorgar el papel que correspondía a sus compatriotas.

La polémica que ha armado Netflix al reescribir las obras del escritor británico Roald Dahl ha sido monumental. En esta publicación, nos han dado su opinión 20 escritores, solo uno de los que hemos preguntado no ha querido hacer declaraciones por temor a represalias y lo sustituimos rápidamente por cobardón. La propia Azucena del Valle se mostró contraría a esa barbaridad en el artículo "¿Se deben reescribir los libros con lenguaje inclusivo? Veinte escritores nos responden a esta pregunta" y en "Recucitando a Torquemada" cargas las tintas contra todos los apocalípticos del lenguaje y la literatura. Torquemadas han habido muchos en la historia, pero ninguno como Goebbels. En ningún caso, quemar los libros es la solución, más bien el problema. El pensamiento ha de ser libre y los escritores se deben acoger a este principio. Nosotros así lo hacemos, hubiesemos censurado los relatos de Azu y sus amigas la Vani y la Puri una y mil veces, pero no lo hacemos pese a su lenguaje descarado, faltón y poligonero. Sustituyan estos calificativos por otros más inclusivos ustedes mismos.

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Menos mal que me he dado cuenta a tiempo. Estoy entrando en bucle. Llevo tres columnas hablando del universo Preysler. Pero está vez está justificado. Lo último de Isabel es un bombazo. Se ha pillado un entrenador personal para ponerse a punto. Puedes pensar bien o mal. Bien, que tiene nuevo novio. Mal, que acaba de cumplir 72 castañas y le está viendo las orejas al lobo.

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Hemos tratado con demasiada benevolencia “la pichula” de Vargas Llosa. Dirás que soy muy drástica, pero te aseguro que, solo por llamar “pichula” a su pene, yo le hubiera quitado el Nobel.