El pasado lunes 13 de junio, pronuncié una conferencia en la Sociedad Económica de Málaga, espacio de referencia cultural y de pensamiento crítico de la ciudad, con el mismo título de este artículo.
Esta primavera presenta cierto viso de normalidad; por ejemplo, ha vuelto la olvidada inflación, y también la feria al Retiro, con su larga y sinuosa cuerda de casetas y sus riadas de curiosos, y, por supuesto, con esos enternecedores poetas al minuto, que traen su máquina de escribir sobre una mesita plegable y sus hambres nostálgicas pintadas en las pupilas; y además, tenemos de nuevo a los isidros, cornalones y autoritarios, en Las Ventas. Quién no ha regresado, ha sido la lluvia. Solía presentarse con goterones gordos, de esos que caen uno a uno y casi por riguroso turno, o con gotitas menudas, imperceptibles y disimuladas entre la ventolina del Levante, allá, por el cuarto toro. No era mala señal; a menudo presagiaba un faenón.
Nací en el setenta y seis, ajeno a todas las calamidades que sacudían a la Argentina durante ese año, en una década oscura que acabaría, pocos años después, en una de las guerras más absurdas que conociera el Cono Sur. Precisamente ese año, sombrío y luminoso a partes iguales, dependiendo en qué lado de la cuneta estuviera parte de la sociedad, se estrenó la primera película de Rocky, la primera de una saga que, cuarenta y seis años después (quién lo diría), y casi siempre bajo la batuta del mismo actor/director, continúa incombustible a la debacle, en la brecha abierta desde entonces, aunque no fuera más que para generaciones indolentes a este tipo de historias. El público contemporáneo, bombardeado por internet incesantemente, es siempre receptiva a lo novedoso porque lo confunden con modernidad, y da igual de boca de quien venga; de un niñato haciendo payasadas en vídeos caseros, o un tipo que ya supera los setenta y hable de cuestiones en apariencia anacrónicas.
GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES
Rosa Mayreder fue una convencida defensora de la función social de la mujer en Austria. De una poligrafía aplastante, enarbola el principio de la libertad femenina gracias a la educación, al saber.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Voy a intentar no escribir obviedades del rey emérito. Se le ha pedido discreción, ejemplaridad, transparencia, rendir cuentas, pedir perdón, propósito de enmienda y humildad. Incluso denunciaron que la ropa que llevaba era cara y de marca (échale güevos) y algunos periodistas (por llamarles algo) hicieron un cálculo aproximado del look real.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
El Congreso de EE.UU reconoce la existencia de los ovnis. Por si fuera poco Villarejo y Pegasus, los marcianos nos vigilan. Con un despliegue informativo digno de “Mars attack” los currelas del Pentágono se rasgan las vestiduras para distraer al personal. Por mucho poderío OTAN que te vendan, EE.UU está jodido y la popularidad de Biden bajo cero. Cómo se ríen de nosotros, tío.
Cuántas páginas suma el periódico que acabas de leer, o cualquiera de los libros que ilustran esta web? No las cuentes, ojalá sean más las de tu vida. Unas y otras, todas van llenas de información pormenorizada. Sin embargo, en la vida siempre hay algo más, algo que no se ve, ni se escribe, ni se imprime.
|
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Si anda como un pato, se comporta como un pato y dice cua cua, es un pato. Decía Oscar Wilde “las cosas son siempre lo que parecen”. Y lo que parece es que Argelia nos la va a jurar de por vida y esperará el momento oportuno para vengarse.
Se puede ser reina por accidente? Le sucedió a quien estos días celebra su jubileo de platino tras sumar setenta y dos años en el trono, una marca sólo superada por el Rey Sol, Luis XIV. Isabel II se ajustó la corona a consecuencia de la muerte prematura de su padre, Jorge VI, quien, a su vez, sólo estrenó la suya tras la abdicación de su hermano, Eduardo VIII. No menos accidentada fue la elevación a los altares de quienes merecerían orquestar, a cuenta de sus otros tantos discos de platino, la banda sonora de la inquilina de Balmoral. Setenta y dos años reinando Isabel. Sesenta los ‘Rolling Stones’ que iniciaron en Madrid su última gira europea, generando el mismo fervor intergeneracional que concita la reina madre.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Esta es mi teoría más original y menos empíricamente demostrable. Tampoco es demostrable la ley Espacio-Tiempo de Einstein y el tipo pasa por ser un genio. Te propongo un juego. Busca tu foto de comunión, obsérvate con desnuda objetividad, como si no conocieras a esa inocente criatura que te mira ¿Qué ves en su mirada? Esa es la cuestión.
La Feria del Libro de Madrid además de ser la más importante de España, siempre ha sido el escaparate a nivel nacional de los autores famosos y aquellos que comenzaban su carrera como escritores. Desde sus comienzos en 1933, en el Paseo de Recoletos, la feria siempre tuvo la función de sacar a la calle a los libros y sus autores. De alguna manera se desmitificaba la caduca ideas de que los escritores eran una especie de ermitaños apartados de la sociedad o encerrados en cafés divagando sobre lo divino y lo humano.
Si hay algo evidente en la gestión de la información acerca de la guerra de Ucrania, remite a su fractura en dos escalas. De una parte, la que emiten las cadenas televisivas públicas y privadas: un cruce de amnesia histórica e indigencia geopolítica sublimado con shocks emocionales. Por la otra, la que se plasma en buena parte de la prensa escrita, sumada a la que circula por las redes sociales abiertas a la complejidad.
Estamos acostumbrados a que los autores escriban páginas y páginas contando historias que rayan entre una ficción y una realidad bajo el punto de vista de quien cuenta una historia u otra. Desde que alguien de alguna manera totalmente indirecta dio a conocer a los denominados no identificados han sido muchos los autores que con una libreta en la mano han visitado la extensa geografía española y han escrito no uno sino varios libros en torno a este tema.
Los clásicos son las obras que nos hablan a través de los tiempos sin perder vigencia ni frescura. Sus tonos, sus temas y sus preceptos marcan el ritmo de los sucesivos movimientos artísticos. No pasan de moda, no se vuelven obsoletos, no se pierden en los estantes.
|