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artículo de opinión

09/10/2022@23:00:00

This piebald comparative inquiry is the kernel of two experiences with two wenches. As I was gallivanting across a rut of kennels of a street of New York, I saw a hairlanked black woman, and I wooed her by using my most poetical and knightly resources and polite letters. Amid that hectic cityscape she accepted my words, which at that moment were only an echo of a line of a poem written by Lord Byron: “She walks in beauty, like the night” (1). She smiled, and we are good records of love now. I did the same thing in Mexico with another coloured lass. Decorum does not permit me to describe her barbarian reaction.

Y si nos atreviéramos a contar la guerra de Ucrania desde el juego de perspectivas que levanta ‘Babel’? ¿Y si nos acercásemos a la devastación del hombre contemporáneo cruzando el agónico vuelo de ‘Birdman’ con el descenso a los infiernos de ‘Biutiful’? No les oculto que sigo y persigo a Alejandro González Iñárritu como uno de los contados realizadores contemporáneos que entiende el cine como un arte mayor.

El sector editorial independiente español es un ecosistema tan rico y variado que da cabida a géneros, tendencias y formas de hacer literatura que nunca encontrarían su lugar en un paisaje editorial monopolizado y de grandes grupos. Por eso como lectores tenemos que mimar tanto a los sellos independientes. Se atreven con formas literarias que se encuentran alejadas del mainstream y constituyen la reserva de vida inteligente más allá de los géneros mayoritarios. El trabajo de estas editoriales valientes, su constancia y fe en el aforismo español han creado una auténtica edad dorada del género, por calidad de las ediciones y del trabajo que los autores nos ofrecen.

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Si eres Marta Ortega, la hija del hombre más rico de España, puedes pensar que todo el monte es orégano. Y más si el “Hola” y tus vasallos de Zara te dicen que creas tendencia y vas divina de la muerte con esos horribles “oufits” que te pones. No les hagas caso, es puta bola.

Preservar una cierta memoria, apostar por la objetividad, no ocultar la escalada de mayúsculos sinsentidos que han llevado a la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ante el relato que nos presentan a diario las grandes cadenas audiovisuales, te convierte poco menos que en un enemigo de Occidente, si no en un peligroso antisistema. Lo canónico, entonces, será comulgar con ruedas de molino. Sólo ahora, cuando comenzamos a sentir su presión aplastante, pero también cuando ya no cabe marcha atrás, descubrimos lo obvio y tanto más dramático: no es Putin, somos nosotros quienes nos hemos disparado una bala en el pie.

GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES

Dora Gabe fue una mujer polifacética, dirigió editoriales destinadas a la publicación de cuentos para niños y adultos. Difundió su poligrafía en revistas y periódicos, dando a conocer la situación real de la sociedad búlgara en el siglo XX.

La noticia de cabecera no podía ser otra: ayer el fallecimiento de Mijail Gorbachov, hoy el de Isabel de Inglaterra, dos personajes de enorme relevancia histórica. Entre esas dos efemérides, otro no menos relevante, pero invisible a lo largo de los últimos treinta años –“el hombre más solo del mundo”- ilustraba el cierre de los diarios con otro cierre.

Ojeando los periódicos me sorprende la mención al último Boletín del Museo Arqueológico Nacional, donde la historiadora Marta Arcos García ha publicado, siguiendo con su anterior y muy extenso trabajo Patrimonio en Guerra (2017), un artículo titulado “Palmira 2011-2021. Diez años de destrucción en el reino de Zenobia”.

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No sé por qué me empeño en ser tan auténtica y sincera. Aquí cada cual va a su rollo y nadie hace ni puto caso de nada. Te cansas de dar buenos consejos para que al final te hagan un corte de mangas. Y no creas que me refiero a Tamara Falcó. Estaba cantado que el pijo de su novio era un bala perdida.

Panatismo: término empleado con sumo acierto por el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, para definir el babeante vasallaje rendido en nuestro país ante el fallecimiento de una reina británica cuya única virtud conocida no iba más allá de combinar los tonos de sus bolsos y sus sombreros. Pageantry: término inglés que se traduce como pompa, boato o esplendor, cuyo sentido tampoco es inocente. Busca restaurar el relato de la grandeza nacional junto con el de ese mundo de ayer donde las monarquías tenían un sentido: preservar el aura del mito.

Ignoro si ha sucedido con toda intención o, como parece, por mera coincidencia, pero ciertamente presentaba algo de celebración de la Diada, aunque carente de las suspicacias, de los agrios desafíos en los discursos y de los pitidos y gritos insultantes que suelen envolver en la actualidad a los actos de esta conmemoración en Barcelona; pues, por el exacto solapamiento de las fechas, lo acontecido en Madrid no podía escamotear un ineludible eco a esta fiesta; sin embargo, en sosegada, en espléndida y, sobre todo, en merecida; ni más ni menos que, tras ciento veinte años desde que el entonces empresario del Liceo, Alberto Bernis, se negase al estreno de La Celestina (1902), el Teatro de la Zarzuela subía a escena esta tragicomedia lírica de ese gran y siempre memorable catalán, que fue Felipe Pedrell; de quien, por otra parte, este agosto, se ha cumplido, bajo el más ominoso silencio oficial, el centenario de su muerte.

Arriesguemos de entrada una hipótesis discutible. Hay generaciones que hacen historia y otras que padecen la historia que hicieron sus mayores. No creo que sea muy original, pero tampoco doy ahora en el trastero desordenado de mi memoria lectora con un precedente claro de mi teoría. Vamos, pues, con la casuística, que será, me parece, lo más clarificador.

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En las pelis clásicas hay un recurso cinematográfico que da mucho juego. Una pareja llega a la habitación de un hotel. Ella susurra maliciosa “one momento please, voy al baño”. Él espera ansioso junto a la ventana. La chica vuelve cubierta con un albornoz blanco. Secuencia de tensa y exaltada sensualidad. Se miran, saben que algo va a ocurrir. Y ocurre. Ella deja caer lánguidamente el albornoz. Está desnuda. Él la mira alucinado. La tía debe tener unas tetas increíbles, pero no te las enseñan. Siguiente escena, beso, revolcón apasionado, etc. Hasta aquí todo okey.

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Otra vez Diana de Gales, por los clavos de Cristo. Les vale todo con tal de no hablar de lo que tienen que hablar. Veinticinco años de su muerte, y luego cincuenta y luego cien. Si la humanidad está involucionando, imagínate cómo estará dentro de cien años. El día de la marmota sin fin.

Pero qué aberración! ¡Es intolerable! Suministramos a Ucrania miles de millones de euros en armamento, multiplicamos las sanciones contra Rusia, declaramos a Putin enemigo de la humanidad, ¡y el autócrata del Kremlin responde cortándonos la llave del gas! Tras escuchar a diario razonamientos de este nivel uno se pregunta, no ya tanto por la locura inherente a cualquier guerra, sino por los límites de la cordura, incluido el cociente intelectual del establishment que rige nuestros destinos.