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artículo de opinión

09/01/2023@04:00:00

El próximo 27 de mayo, si no lo impide cualquier percance, Henry Kissinger cumplirá cien años. Por supuesto, los veteranos editorialistas de las grandes cabeceras mundiales se anudarán el windsor doble para escribir con su prosa más circunspecta sendos artículos donde recordarnos las anécdotas más señaladas de este hombre tan determinante durante el último tercio del s. XX.

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Isabel. No hace falta más. Decir Isabel, es decir Preysler. Y de ruptura inesperada, nasti de plasti. No es verdad que les ha pillado en bragas a las comadres de la prensa rosa. Lo sabían y han callado para hacerle la pelota y no estropearle la exclusiva en el “Hola”.

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Aguanta que queda poco. No nos ha tocado la lotería y hemos soportado estoicamente la cena de Nochebuena y el discurso del rey. Por cierto, salvo que Felipe VI se decida algún día a echarse al monte (que no creo) yo le daría un par de vueltas a su sermón navideño.

Publicamos el interesantísimo artículo de nuestro coladorador argentino Rolando Revagliatti. Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la quereside, la Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y dieciséis poemarios, además de otros tres poemarios sólo en soporte digital. En esta condición se hallan los seis tomos de su libro Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en: http://www.revagliatti.com

Corría el año del 2008 y una noticia revolucionaría al mundo, tal vez no en ese instante, pero algún tiempo después. El 31 de octubre de ese año se dio a conocer la primera criptomoneda creada por Satoshi Nakamoto conocida como Bitcoin. Hoy en día sigue siendo la criptomoneda más popular y la que se mantiene con mayor costo en todo el mundo de las criptodivisas.

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Mi madre, que era compasiva y naif (un beso amá) le confesó un día a su director espiritual que, ella a veces, sentía odio por algunas personas y esto le hacía sufrir. El cura, un tipo práctico y perspicaz, le alivió con una respuesta que en mi familia es un mantra: “No, Beatriz, no sufra, usted no siente odio, siente asco y el asco no es pecado”. Genial el cura. De un plumazo se cepilla el delito de odio.

Espoleado por el reciente alboroto armado por la aplicación de esa ley que unos amigos míos llaman sarcásticamente “La del hombre de los caramelos”, porque exonera de culpa a tan sórdida práctica siempre que el o la menor consienta —en román paladino: que despenaliza la pederastia—, me sumergí en Internet para indagar si este chafarrinón forense era otra manifestación del esperpento nacional o solo era el síntoma de una más profunda alteración de nuestra civilización, cuando me tropecé con la intellectual dark web o “red oscura intelectual”.

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Si eres una masoca obsesiva como yo, tienes mil maneras de amargarte la vida. Hace unos días en la estación de Sants de Barcelona, entro distraída y a mi bola a comprarme un detox de espinaca y jengibre mientras hojeo las portadas del cuore y los últimos best sellers. Y de repente, ostras, tío, me la encuentro otra vez. Marie Kondo esa japonesita pija que hace ¡doce años! en cuatro tardes ociosas escribió un manual para ordenar armarios, enrollar calcetines, doblar tangas y colocar jerséis.

Vino a este mundo un 28 de diciembre, y por eso, además de Pío, le bautizaron Inocencio. Él se reía al recordarlo, refunfuñando, como siempre. Qué inocentada del destino, qué dos nombres para un anticlerical refractario a todas las iglesias y a todos los dogmas, como Pío Baroja. En honor a su memoria nos reunimos la semana pasada en Euskal Billera, en el corazón de la Parte Vieja donostiarra que le vio nacer, una variopinta legión de incondicionales, conscientes de ‘Las agonías de nuestro tiempo’, hijos pródigos de ‘La casa de Aizgorri’, pero también Zalacaínes en rebeldía frente a todas esas ‘Miserias de la guerra’ donde se abrazan, hoy más que nunca, el conformismo intelectual y la servidumbre voluntaria.

Tomo como asunto de estas líneas la reproducción que guardo del retrato perdido durante la guerra de Pío Baroja, por Pablo Ruiz Picasso —observen que aún mantiene el Ruiz en la firma—, pues este día de los Inocentes se cumplirán ciento cincuenta años del nacimiento de don Pío en San Sebastián, bajo un bombardeo carlista, orquestado por el canónigo Manterola. Hecho que Baroja consideró signo y empresa de su vida, y ahí nos legó, como indudable prueba, las veintidós novelas del ciclo Memorias de un hombre de acción (1913-35) donde, usando a su pariente Aviraneta, se dedicó escurrirse entre y contra la maldición que padeció y aún padece este país; pues basta con contemplar ahora el rostro y el tono de los independentistas, para percibir la hedentina a turbio desván y a cerril venganza del carlismo.

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Es muy fácil ser hipócrita. Seguro que alguna vez te han dicho con gesto compungido “me pongo en tu lugar, tío”. Mentira podrida. Nunca nadie se va a poner en tu lugar. Y si se pone, será porque te ha movido la silla. No pidas consejo y sé fiel a tu criterio.

En tanto nos conducimos hacia el cincuentenario de la muerte de Picasso, que se anuncia ya con jugosas exposiciones, me encuentro con un par de noticias, casi simultaneas y con bastante guasa, sobre ese singular grafitero llamado Banksy.

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Dicen que cuantas más veces cambies de casa, mejor sabrás gestionar tus problemas. Depende, tío. Es una gilipollez que acabo de leer y no sé quién la dice. Podría ser un borderline o un iluminado.

Se diría que la poética visionaria de Oteiza ha resultado profética. Tantas veces me repitió aquello de que el euskera nace de la mano -euskara eskutik jaio da- y de pronto, aparece la Mano de Irulegi. Sobre una placa de bronce del siglo I a.C., cinco palabras. Grafía derivada del signario ibérico, pero sólo una palabra reconocida, la primera voz vascónica de la que tenemos constancia escrita: Sorioneko -buena fortuna-.

Our scooping finite mind, which is jostling athwart the fleeting and hitherandthitering reality from morning to night, is prone to sublime chimeras, to helter-skelter expressions without some tail tressed by adjectives or some head made of nouns, and to descry odds from the top of its wavering teleology. We can regard this hodgepodge of mental movements, with Kant, as the main crux of the “human intellect” in an “unphilosophical state” (1). The bleak lack of philosophy leads us to give an apparent rhapsodical accommodation to the sundry deeds of the world, and such an arrayment stands for a “Weltanschauung”, which is conveyed through religious words (2), which as spells hie us to believe in divinities. This apparent rhapsodical accommodation might be called “common sense”.