Se suele decir que en ocasiones la realidad puede llegar a superar la ficción. Quien no conozca los pormenores de todo lo acontecido tras el accidente de avión del Lago de Constanza del 1 de julio de 2002 puede llegar a pensar que los responsables del film que nos ocupa se han tomado bastante licencias en pos de exacerbar el dramatismo de los acontecimientos acaecidos.