31/10/2022@11:11:00
Leer. Pintar. Buscar. Bucear en las entrañas de la vida y viajar entre las coordenadas geográficas del tiempo. Allí, donde el arte de lo invisible y lo inesperado toma cuerpo, palabra, obra y acción. Allí, donde disfrutar del feliz descubrimiento es una invocación a una nueva vida. Allí, allí, allí… donde anida la materia infinita rodeada de fantasmas.
Autor de “La noche que Luis nos hizo hombres”
“La noche que Luis nos hizo hombres” es la última y original novela corta del escritor abulense Ángel Silvelo Gabriel. Parece que le ha cogido gusto al mundo del fútbol el autor. Cuando publicó su anterior novela “La utopía del portero”, primer premio Carlos Matallanas de novela breve; sorprendió a propios y extraños con el cambio de registro literario que emprendía.
¿Existe el poder de lo imposible? Aquel que se aferra a nuestras vidas de una forma tan caprichosa como delatora. Ese poder que se transfiere de los muertos a los vivos y nos mantiene en una continua tensión bajo un abrazo imaginario que, sin embargo, da cuerpo a todo aquello que de trascendente o universal tiene lo que en verdad importa. ¿Qué es lo que en verdad importa, la vida o el sueño?
El desaliento, la apatía, o el célebre desasosiego, fiel acompañante del poeta portugués Fernando Pessoa que le obligaba a caminar solo por el mundo son la cara oculta de una soledad que él remarcaba diciendo: «La literatura es mi forma de estar solo en el mundo».
El dolor que va más allá de los recuerdos y se incrusta como una lanza en el epicentro de nuestro corazón. Ahí es donde acaban las certezas y comienzan los miedos como una melodía de lo inhóspito y lo inesperado. ¿Cabe mayor proeza que la de rebelarse contra el mundo de los deseos? ¿Atacarlos con la firmeza del que anhela destruir la oscuridad en la que se refugian parte de sus miedos, para más tarde, rechazarlos con la certeza de la realidad?
No era de noche. Apenas las ocho de la tarde. Pero ya se perfilaban las primeras sombras de la penumbra que anunciarían su muerte. Sombras aletargadas en la brisa del cercano Tévere y pérdidas entre las siluetas de las escasas personas que a esas horas todavía cruzaban la ciudad de Roma a través de la Piazza di Spagna. Había silencio y oscuridad en el entorno.
Emocionado y muy agradecido. Ángel Silvelo Gabriel (Piedralaves, Ávila, 1964), con una amplia trayectoria en el mundo de la literatura, con varios premios en su hoja de servicios, vivió un momento único cuando fue proclamado ganador de la primera edición del ‘Premio Carlos Matallanas’ de novela breve.
El silencio y la noche. El yo poético frente a las palabras. La muerte como forma de escapar de la alienación. Mesetas oscuras que se ondulan al paso de las palabras convertidas en poemas que, como olas, agitan los espíritus perdidos que buscan a la noche como meta y a la luz como un espacio de negación y muerte del alma poética.
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La vida, en ocasiones, se asemeja a un junco. Un junco que se mueve al ritmo que el viento le marca. Un junco que permanece aterido bajo la nieve en invierno y seco en verano. Ese junco, a través de su movimiento, es capaz de componer una melodía. Una música de los días y las noches. De los silencios y penurias. De los rayos del sol que le enarbolan como el símbolo de la tenacidad de aquel que nunca se vence. Del ejemplo de la sobriedad sobre la belleza que acapara el resto del mundo.
«Roma, 27 de febrero de 1821
Ya no existe; murió con la más perfecta tranquilidad… parecía entrar en el sueño. El día 23, hacia las cuatro, la cercanía de su muerte se manifestó. “Severn… yo… levántame… me estoy muriendo… moriré fácilmente… no te asustes… sé firme… y da gracias a Dios porque esto ha llegado…”
Hacer de la mirada un arte hasta no distinguir la realidad del sueño, la verdad de la ficción, la nube de la lluvia, el horizonte de la tierra. Y, de esa forma, desplazarnos en una línea recta que nos atraviesa el corazón, explora el mundo de lo incierto, y adivina todo aquello que es inasequible al continuo movimiento que nos condena a no expiar el poder de la mirada sobre el paisaje.
Todo ser material o inmaterial tiene su contrario. O el reflejo que nos sorprende cuando somos capaces de verlo. Algo parecido es lo que nos muestra Chema Madoz en las 73 fotografías que, bajo el título de Crueldad, nos muestra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ese nuevo espacio creativo que nos propone, es el que transcurre entre la belleza de lo insólito y la perplejidad que nos produce el miedo.
Autor de “La utopía del portero”
Cuando el escritor abulense Ángel Silvelo Gabriel se enteró de la convocatoria del Premio Carlos Matallanas de Novela Breve, patrocinado por la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) decidió presentarse al mismo. En su infancia, el fútbol era el deporte por antonomasia, todos los chavales hemos jugado con una pelota en algún momento de nuestras vidas, eso y sus recuerdos sobre el fútbol le hicieron que decidiese optar a dicho premio.
Publica la editorial Denes
El amor, en sus diferentes vertientes, es un bien escaso en la sociedad actual. Una sociedad que se caracteriza por intentar ganar tiempo al tiempo, pero que sin embargo no sabe cómo utilizar esa ínfima ganancia que muchas veces está llena de prejuicios, reproches o remordimientos. Como dice Eric Fromm en su ensayo El arte de amar: «Los valores humanos están determinados por los valores económicos […] El hombre moderno piensa que pierde algo -tiempo- cuando no actúa con rapidez; sin embargo, no sabe qué hacer con el tiempo que gana -salvo matarlo-.»
La historia del pensamiento se caracteriza, entre otros muchos planteamientos, por la dicotomía entre razón y fe. Desde que el mundo es mundo al ser humano siempre le ha asaltado la necesidad de saber si existe algo más allá de la vida.
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