OBITUARIO DE LA PREMIO NOBEL CANADIENSE
La vida y la literatura están plagadas de casualidades, y ambas, poseen eso que denominamos como lagos interiores que en apariencia nadie ve, pero que sin duda existen. La necesidad última del ser humano por expresarse, le llevó a una joven madre canadiense llamada Alice Munro a refugiarse en la escritura, y lo hizo mientras sus hijas pequeñas dormían la siesta. El silencio y ese eco profundo de la conciencia que, cual duende no nos deja conciliar el sueño, hicieron su función de una forma sencilla y magistral en la todavía joven e inexperta Alice. Seguidora de la mejor tradición de los escritores norteamericanos, ella supo conjugar su propio mundo a través de la demoledora precisión del relato corto caracterizado por la pasión del retrato psicológico de sus personajes, en lo que podríamos denominar como la aventura de los discursos interiores. Tanto es así que una buena parte de su producción transcurre en un condado que lleva su propio nombre, al mejor estilo de Faulkner.