Se despereza el dragón chino; lanza sus dentelladas el oso ruso; aguijonean los escorpiones del desierto; vuelve la convulsión a las cordilleras andinas y Occidente abaja sus lanzas, salvo las del “amigo estadounidense”, que no siempre las utiliza con propiedad. El siglo XXI está preñado de retos, a cada momento más sombríos. Es hora de volver a las voces de la estrategia, a la visión de estado, a soñar una concordia mundial que pareció posible cuando hace justamente 30 años cayeron muros y telones de la vergüenza.