V.-LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA, SENSU STRICTO-
«La anécdota del “pastor de Las Navas”, crucial para la batalla, había sido recogida con prudencia por los testigos directos –Alfonso VIII, el arzobispo de Toledo- o simplemente ignorada, pero creció con el paso del tiempo. No es lo único. Podríamos constatar el mismo fenómeno con las listas de nobles que participaron en la contienda o con la identificación de quienes, en el momento final de la lucha, se adjudicaron la gloria de haber asaltado el palenque almohade, pero no parece necesario: nos basta con repasar en la obra de Gonzalo Argote de Molina la relación de linajes nobiliarios que tomaron en sus escudos de armas la divisa de las cadenas que rodeaban el campamento del emir, la cruz que apareció durante la batalla u otros signos alusivos a la jornada. Y es que, como afirma el citado autor: “(…) fue tan grande el concurso de todos los nobles de los reinos de España, para hallarse en esta batalla, que apenas quedó rico hombre ni hijodalgo en toda Castilla, Aragón y Navarra que pudiese tomar Armas, que no se hallase en ella. Y así se les puede dar con mucha razón crédito a todos los nobles, que por razonables conjeturas se preciaren de haberse hallado en ella sus antecesores. Y así, por tradiciones antiguas de algunos otros linajes consta haberse señalados en esta batalla sus pasados, y haber quedado memoria de ello en sus escudos”. A los efectos que aquí interesan, parece claro que Las Navas, como otros encuentros campales, no solo fue un acontecimiento central para los cronistas, sino también un motor historiográfico que, por sí mismo, generaba nuevas narraciones y ofrecía un verdadero trampolín propagandístico a linajes y lugares» (F. García Fitz; Op. Cit., pág. 49).