Así, sin caer ni en el elogio gratuito ni en la nostalgia, traza un perfil humano susceptible también de orientar el modus operandi a posteriori del lector. Tampoco debe extrañar, en consecuencia, que la obra esté permeada de alusiones y citas de exponentes de la filosofía y de la ética como Kant, Gracián o Aristóteles. Como afirmaba Valls-Taberner Arnó: “el dinero, al fin y al cabo, puede ir y venir, pero una buena educación siempre permanece” (pág. 64). Dentro de esta misma categoría de análisis podemos incluir su defensa de la autocrítica frente a la autocomplacencia.
En una sobresaliente labor de investigación, el autor bucea en la hemeroteca con el fin de presentarnos columnas, artículos o editoriales en los que la figura de su tío fue objeto de estudio. Gracias a esta metodología, podemos conocer las opiniones que sobre Luis Valls-Taberner transmitieron algunos de los principales periodistas económicos españoles (Jesús Cacho o José Eulogio López). A ello añade un ritmo vertiginoso de la narración, empapado de numerosas reflexiones y vivencias personales, que facilitan la lectura en el contexto más amplio de un contenido ordenado de forma coherente. La abundancia de citas y definiciones no sobra sino que fortalece el mensaje.
Asimismo, hallaremos alusiones al abuelo de Taberner-Valls Muls, Fernando Valls Taberner, al que define como “catalán leal a España”, recordando que fue encarcelado por defender el uso de la lengua catalana o que encabezó un escrito al Papa Pío XI solicitando su apoyo para que en las parroquias de Cataluña se pudiera predicar en la citada lengua (pág. 29).
La narración opta mayoritariamente por seguir un orden cronológico, remontándose incluso a la etapa en la que Luis Valls-Taberner ejerció la docencia universitaria, como profesor ayudante de Enrique Fuentes Quintana. No obstante, su desempeño como presidente del Banco Popular ocupa la mayor parte de la obra.
Al respecto, podemos afirmar que fue un “revolucionario” ya que defendió una política de puertas abiertas, esto es, de transparencia, como parte de una estrategia más global: gestionar la banca rechazando correr riesgos y quedando voluntariamente al margen de modas pasajeras (pág. 34). En íntima relación con este proceder, incentivó la acción social sin considerarla una faceta contraria a la búsqueda de beneficios.
Capítulo especial exige su defensa de la libertad de expresión y apoyo del periodismo. En este sentido, de manera ni retórica ni abstracta concebía a los medios de comunicación como “un freno contra posibles abusos del poder”. Esta tesis se tradujo en el mecenazgo de numerosas iniciativas periodísticas, destacando la ayuda prestada al Diario Madrid.
Finalmente, un acierto del autor radica en su capacidad para no aislar su objeto de estudio de la época histórica que le tocó vivir. Primero la Dictadura del General Franco y posteriormente la España en democracia. De esta última etapa sobresalen algunos hechos que exigen resaltarse, puesto que resultan medicina apropiada contra el sectarismo característico de nuestros días: fue el primero en España en financiar al PCE tras su legalización, en reivindicar la democracia tras el fallido golpe de estado de Tejero y en visitar la sede del PSOE tras su victoria electoral de 1982.
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