Entrevista a Víctor del Árbol, autor de “La víspera de casi todo”

Parece que estos últimos meses la editorial Planeta se ha mostrado empeñada en prestigiar sus premios con obras literarias de calidad, olvidándose de escritores mediáticos y obras banales, lo cual va a hacer que se preserven sus premios. Víctor del Árbol, además de prestigio, cree que el premio “me ha dado modestia. Cuando te lee poca gente eres más arrogante y ahora empiezo a sentir una cierta responsabilidad para estar a la altura de los prestigiosos escritores que han ganado el Nadal”.

Su nueva obra, “La víspera de casi todo”, es una más que meritoria novela donde trata de romper algunos clichés. Algunos críticos y lectores parecen empeñados en encasillar al autor barcelonés dentro del género negro, algo que le irrita un poco, “sin tener ninguna prevención contra las etiquetas, tengo que decir que yo no escribo novela negra, lo mío es más bien novela realista”, afirma con convicción.

“Yo concibo la narrativa como un vehículo transversal. Lo que yo creo que interesa al lector, y hablo como tal, es identificar con una voz narrativa, con un universo narrativo”, con estas palabras resume lo que entiende por literatura. La novela negra es un corsé que le queda estrecho, “si bien es verdad que plantea las grandes cuestiones del ser humano, lo hace desde una perspectiva del pesimismo”, sostiene.

De ahí, para romper esos clichés, comienza la novela como si fuese del género negro, ya que cree que la provocación es importante. Ya lo hizo Miguel de Cervantes con El Quijote, para romper el cliché de la novela de caballería tenía que partir de una novela precisamente de ese género. “Tenemos que partir del tópico para romperlo. En cuatro páginas hago el prototipo de novela policiaca al uso pero lo convierto en una distopía para llevarlo a la realidad”, reflexiona el escritor catalán. Su novela empieza con una imagen muy camusiana y hasta con ciertos elementos que utilizó Miguel Delibes en su obra “El camino”. Pero para Víctor del Árbol su novela “empieza cuando todo se termina”. El crimen de sus primeras páginas dará pie a una novela nueva y diferente.

En ese punto surge la novela. Lo importante de toda novela para el escritor barcelonés es: “¿cómo se desmonta a un personaje? Sabemos que el asesinado era un pederasta y aquí comienza el juego moral de la novela, comienza a deconstruirse ese personaje. “A nadie le importa la vida personal de una persona. A todos nos machaca la vida privada”, desvela.

Lo que le interesa al autor de “La víspera de casi todo” es “elevar a través de la palabra las grandes preguntas que cuestionan la realidad y cuestionarlas”. En su opinión, estamos en un tiempo de cuestionamiento de los valores y quiere que el lector entre en el juego de ese cuestionamiento. Evidentemente el lector entra en ese juego encantado, por el estilo envolvente del autor, que se ha ido haciendo con el tiempo más incisivo y profundo.

“Soy más un escritor de personajes que de tramas. Me preocupa la naturaleza de lo que somos. Siempre estamos hablando de lo que somos y de nuestras pasiones, como la venganza, el dolor o la identidad, entre otros temas”, expone con tranquilidad y uno se le imagina en sus tiempos de mosso d'Esquadra deteniendo a delincuentes con la palabra en vez de la pistola. Sus novelas, también tienen giros apasionantes y sorpresivos y esta última no iba a ser menos.

Es verdad que, si bien sus novelas se van haciendo cada vez más profundas, sí mantiene una voluntad clara de desnudez. “Me gusta caminar hacia la sencillez del lenguaje, eso no quiere decir que vaya hacia la simplicidad”, apunta. Cosa que damos por sentada, si camina hacia una desnudez estilística, que haga que sus textos sean fácilmente comprendidos pese a acometer cuestiones peliagudas. “Lo sencillo es lo complejo”, puntualiza.

“La literatura aspira a la trascendencia y el mayor ejemplo de eso es la poesía, que aúna sencillez con riqueza, que utiliza el lenguaje poético de manera natural. Hay demasiadas cosas que no pueden ser explicadas y cuando se hace se convierten en literatura”, señala de manera llana. En esa parte de la trascendencia está el determinismo de la vida, la fatalidad de la misma. “Venimos condicionados por nuestro pasado pero contra ese determinismo está el libre albedrío. El ser humano tiene la capacidad de torcer su destino”, elucubra con precisión.

Para Víctor del Árbol, “la literatura es un diálogo, sin el lector sería un monólogo”, opina. Y cree que cada vez más, gracias a las redes sociales, ocurre esto. Por el contrario, “la gran literatura ha sido demasiado ombliguista”, se ha mirado demasiado el ombligo y ya es hora de que haga todo lo posible por llegar al otro. “La literatura no es un mero ejercicio literario”, comenta.

Para terminar, nos cuenta los muchos libros que lleva vendidos en Francia de su obra anterior. “De La tristeza del samurái llevo vendidos más de 200.000 ejemplares”, especifica. Y no sólo eso, ha ganado grandes premios en el país vecino donde se le ha reconocido desde hace años. “Por fin han traducido al catalán esta novela, que es la primera”, dice con orgullo, ya que las anteriores no habían sido traducidas al catalán. Para concluir, una de sus muchas reflexiones: “Lo inteligente es utilizar los recursos de nuestro tiempo para explicar el presente”. Lástima que no se estén utilizando como él lo hace.

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