Al respecto, desarrolla una crítica constructiva que contiene propuestas de resolución, en especial en el terreno de la Unión Económica y Monetaria, aunque sin descuidar otros escenarios. Con sus mismas palabras: “si no somos capaces de remontar los odios suscitados por las guerras del pasado y superar los egoísmos de las sociedades de consumo para lanzarnos a un proyecto ambicioso y generoso, si no nos decidimos a construir esta unión, ningún país de Europa, ni Francia ni la misma Alemania, podrán hacer frente a estos gigantes, China y los Estados Unidos. Perderemos así la guerra económica, seremos degradados y dependeremos de las decisiones de otros” (pág. 25).
Asimismo, la obra goza de un prologuista de tronío como el ex Canciller de la RFA, Helmut Schmidt (fallecido en noviembre del pasado año), cuyo gobierno al frente de Alemania (1974-1982) coincidió con el de Giscard D´Estaing en Francia.
Schmidt narra algunas de las empresas que ambos acometieron, orientadas a consolidar-relanzar el proyecto de integración europea (elecciones al Parlamento Europeo, primeros pasos de la unión monetaria…). No obstante, el alemán recalca un aspecto: para su país, ser parte activa de la entonces CEE ocupaba un lugar fundamental en la agenda de sus gobiernos. Este fenómeno, bajo su punto de vista, lo comprendió y propulsó Valery Giscard: “después de la Segunda Guerra Mundial, Francia fue el primer país de nuestros vecinos europeos en ofrecernos cooperación. Después, nos tendió la mano de la reconciliación. Nosotros, los alemanes, estaremos siempre en deuda con los franceses” (pág. 18).
Asimismo, de una manera más concreta, Schmidt insiste en el rol jugado por Francia en la integración europea, si bien otorgando idéntica influencia e importancia a personalidades tan diferentes entre sí, en lo que a sus ideas políticas se refiere, como el citado Giscard D´Estaing, De Gaulle y el binomio Schuman-Monnet.
Dentro de la exposición de Valery Giscard, sobresale la técnica narrativa empleada, optando por seguir un orden cronológico lo que le permite hacer un recorrido histórico desde la génesis de las comunidades europeas hasta el momento actual, en el que se detiene y profundiza. En este sentido, acepta que el logro de la paz en Europa (tras una primera mitad del siglo XX marcada por guerras fratricidas) y la prosperidad económica fueron los dos grandes objetivos de los Padres Fundadores.
Tras la exposición inicial, Valery Giscard describe cómo fue su política hacia la CEE durante sus años de gobierno en Francia (1974-1981) propiciando la creación del Consejo Europeo 1974), la celebración de las primeras elecciones al Parlamento Europeo (1979) o la puesta en marcha del Sistema Monetario Europeo. Fueron los años en los que la construcción europea, aún con ciertos traspiés, avanzó de forma lineal (pág. 43), todo lo contrario a lo sucedido a partir de 1992. En efecto, a su juicio, tras el Tratado de Maastricht, la UE se ha mostrado más confusa, lo que ha propiciado que algunos dirigentes nacionales la empleen como chivo expiatorio (pág. 81).
Una afirmación de este calado exige un razonamiento pues de lo contrario caería en el terreno de la retórica vacua. Giscard D´Estaing nos lo da, enumerando una serie de causas que han provocado la desafección de la ciudadanía hacia la Unión Europea. En primer lugar, las ampliaciones de aquélla se han efectuado sin realizar cambios de substancia en su arquitectura institucional. En íntima relación con la idea anterior, añade que algunos de los nuevos Estados miembros se han guiado por una visión pragmática o incluso egoísta, contraria al espíritu fundacional de la CEE-UE. Finalmente, los intentos por revertir este escenario, por ejemplo con la Convención Europea, no han resultado satisfactorios, pese a poner fin a la polémica entre federalistas vs anti-federalistas.
Con todo ello, Giscard D´Estaing propone respuestas, algunas de las cuales podrían definirse como políticamente incorrectas, como por ejemplo su oposición velada a nuevas ampliaciones de la UE, en clara alusión a las expectativas que al respecto tienen Ucrania o Turquía. Bajo su particular prisma, si la UE prosigue aumentando su número de miembros, se convertirá en una organización más, escasamente diferenciada de aquellas otras que surgieron al final de la Segunda Guerra Mundial, muchas de las cuales han languidecido.
Igualmente, no cree adecuado que en el euro se integren nuevos países, cuando menos en los próximos 10 años, con la excepción de Lituania y Polonia, aunque con la exigencia de que ambos celebren referendos sobre la moneda única, los cuales deberán arrojar una mayoría cualificada (habla de 2/3) ya que “la opinión deberá tomar conciencia de las consecuencias del cambio que se le propone” (pág. 139).
En función de este conjunto de premisas, se muestra partidario de una Europa más integrada, de la que formarían parte los seis fundadores de la CECA y CEE, junto con España, Portugal, Polonia, Austria, Finlandia e Irlanda. A este grupo lo llama “Europa”, la cual, explica, mantendría relaciones con la Europa de los 28 (es decir, la actual UE), desarrollaría su integración (pero no arrastraría al resto), tendría instituciones nuevas y adoptaría posiciones comunes, por ejemplo en el campo de la economía.
En definitiva, una obra que hilvana el pasado y el presente inmediato del proyecto europeo, no sólo de manera descriptiva sino analítica también, aportando un elemento crítico susceptible de incentivar el debate sobre el devenir de la UE en el corto y medio plazo.
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