“La palabra”
La vida son imprevistos, como dijo José Agustín Goytisolo.
Nada es seguro excepto la muerte, e incluso ésta tampoco exista,
Esperanza que se gesta en el origen, en las entrañas de un poema, que
Despierta emociones, y se va desarrollando como un feto,
Y finalmente aparece como el recién nacido,
La maravilla más grande incomparable.
Pero la palabra escrita perdura
Y se pierde en el olvido, quizá, y yerra, porque cumple.
Un principio y un fin que las horas cuentan,
El secreto de las arenas que se mueven, y adoptan formas,
Y no cesan de crear sorpresas
Que para siempre caducan,
Y en un atardecer tan hermoso,
Repleto de colores rojizos, dorados, azules…
Aquí, paseando por el campo santo
Rodeado de girasoles,
Arranco uno para colocarlo en el nicho de mi abuelo,
Mientras el cementerio en mitad del sembrado,
Llena de luz
El último vestigio de su ida imprevista.
“En un segundo”
Te escapas de mis manos que te atrapan y en un segundo de suspiro,
regresas al bosque de tus árboles centenarios que casi rozan el mismo cielo.
Te marchas a escondidas de mi regazo,
y presuroso recorres la luna plateada de los sueños.
Viéndote, contemplándote, admirándote, te busco entre mis cajones abiertos,
que dejan ver los oscuros secretos de
Una sombra palpitante, que desea ser iluminada.
Luz que te llevas mientras en tu mente se confunden mil canciones,
melodías que repites día a día, noche a noche.
Ventrílocuo del amor, no será otro quién te siga,
mientras caliente el sol de un campo sin espantapájaros, pero indemne.
Te marchas a escondidas de mi regazo, cuando acaricio tu corazón,
y me quedo allí, para siempre.
Te amo.