Año 1595. Sevilla es una de las ciudades más populosas del mundo conocido, ruge y bulle por los cuatro costados. El oro y la plata que llegan del Nuevo Mundo tienen que pasar por esta contradictoria Puerta de Indias, la auténtica Babilonia de Europa. En las enrevesadas callejuelas de esta ciudad, mitad moderna, mitad medieval, comparten vida rufianes, aristócratas, ladrones, mercaderes, monjes e individuos de todo pelaje. Entre todos ellos, casi con sigilo, se desenvuelve Alonso, un muchacho de casta social llana que se ve obligado a superar durísimas pruebas. Fiel a sí mismo y a unos principios inquebrantables llega a afianzarse como un auténtico «hombre de ley» llegando a influir, de forma definitiva, en la vida de algunos de los personajes más excepcionales de la colosal época del oro y la sangre.
El abogado de indias nos transporta a los últimos años del siglo XVI para mostrarnos la sociedad de los siglos de Oro desde dos puntos de vista totalmente opuestos: el protagonista, Alonso Ortiz de Zárate, procede de una familia humilde: su padre, quien se encuentra en las Américas, puso todo su empeño para que su hijo pudiera estudiar en la universidad; y éste, pese a denegársele la beca (con la que prácticamente regalaban la carrera a los hijos de los ricos y poderosos) consiguió llegar a ser doctor en leyes. Por tanto, pasamos de un ambiente en el que su familia prácticamente tiene que empeñarlo todo para conseguir un futuro mejor para su hijo, a una situación de extremado respeto ante el señor letrado. De este modo, podemos entrever tanto las penurias de los pobres como la holgura de los ricos de manos de alguien que conoce bien ambos mundos.
A su vez, no faltan las críticas a la justicia, una justicia que es débil con los arrogantes pero arrogante con los débiles, como desgraciadamente sucede en nuestros días. Los nobles y burgueses que podían conseguir la representación de un buen abogado despedazaban a cualquier demandante, aunque la causa de éste fuese justa (o, bueno, les callaban a golpe de talonario).
La justicia ultramarina tampoco andaba muy bien: la esclavitud estaba a la orden del día y los indígenas americanos y los africanos apenas podían con las condiciones de trabajo, las cuales desempeñaban casi sin comer, ya que la manutención era más cara que comprar nuevos trabajadores.
Por otro lado, las descripciones de Sevilla durante sus mejores años en estos siglos de Oro son muy elaboradas y nos muestran una ciudad rica y poderosa, orgullosa y magnífica, en la que las riquezas de América no dejaban de llegar.
El ejercicio de la abogacía en aquella época también está muy bien recreado: podemos apreciar las leyes y los procedimientos judiciales del siglo XVI, y como un buen ejemplo tenemos los procedimientos que se llevaron a cabo para conseguir sacar a Cervantes de la cárcel. Además, podemos ver cómo la Inquisición sigue teniendo el máximo poder en el ámbito jurídico y cómo todo buen experto en leyes intenta evitar la confrontación con el Tribunal del Santo Oficio para no sufrir derrotas que eran imposibles de salvar.
Y como en toda buena novela, el amor no puede faltar como elemento desencadenante de muchas de las situaciones que acontecen a los personajes y cómo sus sentimientos pueden traerles tanto la felicidad como hundirles en la miseria.
En definitiva, una aventura épica dentro de Sevilla que tendrá al protagonista de la obra como fiel garante del derecho y valedor de causas perdidas.
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