Jeremías Carpio, un joven taciturno criado en los humildes arrabales de Lima, ha logrado medio salir de la pobreza gracias a un adinerado y poco amigable familiar después de que muriera accidentalmente su admirado abuelo, de lo que se siente responsable. Camino de la universidad en un desvencijado autobús, por la cabeza de Jeremías se suceden entremezcladas todo tipo de ideas, recuerdos, presentimientos y apreciaciones puntuales. Todos teñidos por la desazón, el desaliento y el desarraigo. Todos marcados por la existencia sin futuro, en un ambiente paupérrimo y hostil, de quien ha perdido la oportunidad de integrarse en «una sociedad nueva, perfecta».
Tus ojos en una ciudad gris es un retrato generacional, a caballo entre el realismo sucio y una tragedia clásica contemporánea: este retrato se inicia cuando el protagonista descubre que existe un muro en su ciudad que divide su mundo, del de otros, un muro para los otros, donde viven mejor que él. Y se pregunta qué de malo ha hecho para estar en ese lado. En el lado pobre. Esta novela es la historia de Jeremías y de sus amigos, un grupo de jóvenes solitarios, sin capacidad para enamorarse, que no encuentran su lugar en el mundo ni lo entienden, pero tampoco hacen nada por cambiarlo. Quizás un retrato de la generación que vive hoy el boom Facebook y de las redes sociales.
La crisis es también uno de los puntos fuertes de la novela: Perú es un país en el que la crisis ha sido un oscuro fantasma que permanece a la orden del día. Se vive con miedo a perderlo todo con un decreto oficial, ya que la historia suele ser cíclica y puede volver a repetirse con el mismo resultado nefasto. Las reflexiones de Jeremías pasan desde su situación y la de su madre cuando ven que sus ahorros se han esfumado por completo, hasta su actitud hacia uno de los profesores de su facultad, miembro del gobierno responsable de la hecatombe económica que sacudió el país y a raíz de la cual se forró.
La estructura narrativa de la obra se basa en frases cortas, mínimas. Es extremadamente visual. El jurado del premio decía que “fluye limpiamente”. El estilo es una mezcla de narrativa clásica, con mucha influencia del estilo de escribir de los japoneses, poesía y el lenguaje de las redes sociales y de los móviles. Con oraciones extremadamente cortas, sus mensajes logran congelarnos las venas con un realismo aterradoramente veraz.
A su vez, la historia alterna dos formas narrativas distintas, la historia lineal (aunque el relato no sea completamente seguido ni lineal propiamente dicho) y un epílogo coral, con lo que el autor quiere reflejar que somos tanto nosotros mismos como lo que la gente opina de nosotros. Así vemos nuestras equivocaciones, nuestros aciertos, nuestras mentiras…
En definitiva, con un estilo trepidante de párrafos entrecortados, y un léxico preciso y contundente que cautiva al lector en un latir apresurado, Martín Mucha nos esboza un retrato social de Lima, al que se asoman, además de la crisis económica, el terrorismo, la inmigración, el sexo, y los excesos de la política y la prensa. Es el telón de fondo que vislumbramos a través de los ojos de un turbado Jeremías, camino de su destino en su dantesco periplo a los implacables bajos fondos de la ciudad gris.
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