Franco Paturzo lleva muchos años escribiendo sobre temas históricos y arqueológicos, sobre todo de la Toscana, pero también de los orígenes del cristianismo y de la figura de Jesús de Nazaret. La duodécima gruta trata precisamente de Jesús, de los enigmas que aún hoy suscita y que parece que nunca se van a resolver. Los manuscritos esenios de Qumrán podrían haber resuelto muchos de ellos, pero más bien ha sido al contrario y la controversia sigue instalada pese a lo que han significado.
Los protagonistas de la novela son dos arqueólogos, el suizo Stephan Kuhn, profesor de la Universidad de Berna y la estadounidense Elisabeth Yadin, hija de un conocido y respetado arqueólogo muerto en extrañas circunstancias. En el yacimiento arqueológico de Qumrán descubren una gruta denominada como la duodécima donde hallan una supuesta tumba de Jesús con un recipiente de cobre que contiene unos documentos secretos que podrían arrojar luz sobre el misterio.
Al descubrir esa misma gruta, el padre de Elisabeth fue asesinado de manera extraña, haciendo que pareciese un robo. Pero detrás de todo esto esta la mano de una facción tenebrosa del Vaticano conocida por La Mano Santa, que no duda en hacer desaparecer documentos, en asesinar testigos peligrosos y en cometer toda serie de abyecciones para preservar la supremacía de una iglesia que, si apareciesen ciertos documentos, la fe y los cimientos de la misma podrían saltar por los aires.
Cardenales a los que no les tiembla el pulso para ordenar los más crueles crímenes, estudiosos religiosos católicos de catadura moral indigna, guardianes corruptos de las bibliotecas más sagradas se mueven y maniobran para que unos investigadores independientes, buscadores de la verdad, no divulguen sus investigaciones y sus hallazgos. Si a eso unimos una CIA siempre expectante, con una red de espías que maniobran para que los secretos de la cristiandad no salgan a la luz, nos encontramos con un thriller que tiene todos los componentes para atrapar a los lectores desde las primeras páginas.
Es una novela escrita en tercera persona, de trayectoria prácticamente lineal, con un prólogo que nos anticipa de qué tratará. La trama nos remite inmediatamente a tres días antes de lo acaecido en ese prólogo y se mueve de forma lineal superando esa fecha y moviéndose rauda hacia la conclusión que, por supuesto, nos sorprenderá, porque lo que va ocurriendo es un continuo desarrollo de sucesos sorprendentes, con muchos vuelcos para no dejarnos respirar en todo su desarrollo.
Se nota que a Paturzo el tema del que escribe le apasiona y ha sabido rodearlo de unos ingredientes que hacen que al lector le atraiga lo que escribe. Los enigmas que va resolviendo, mezclando realidad con ficción, están perfectamente descritos. Los personajes que utiliza, dan a la novela una dimensión cercana y creíble. El inspector judío, Bezer, que sigue a los arqueólogos creyendo que han robado unos restos de especial valor en un viaje hacia Roma, se une con un inspector italiano, Cremonini, con el que formará una extraña pareja, cuya relación comenzará echando chispas por la forma distinta que tienen los dos inspectores de trabajar, pero como el roce hace el cariño, al final esta pareja de sabuesos policías terminarán congeniando en un viaje de ida y vuelta de Jerusalén a Roma y otra vez a Jerusalén.
Personajes como la espía de la CIA Louisse Allison o el profesor Paul Samuel, estudioso de las tradiciones esenias, dan el contrapunto a los voluntariosos protagonistas. Las descripciones son brillantes dentro de la complejidad que supone el mundo de la arqueología. Estamos pues ante una novela interesante, entretenida, que conjuga el misterio con el thriller, que nos cuenta cosas sobre Jesús y los esenios que desconocíamos y que tiene una interesante tesis sobre la vida de Jesús.
En la actualidad hay muchos autores italianos que están trabajando en esta línea, pero como no todo ha de ser perfecto, la novela tiene una pega y esa es la traducción, que más parece hecha por ordenador que por una persona. La editorial tendría que hacer un esfuerzo en este tema porque una traducción así chirría y ni los lectores, ni Franco Paturzo, ni la propia editorial, se merecen algo así, máxime cuando entre las obras de Algaida hay traducciones brillantes como la realizada al libro Jerusalén por el mismo traductor M.P.V. Es incomprensible este proceder que esperamos que subsanen en próximas ediciones, porque la obra se lo merece.
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