Cada capítulo se inicia con un breve resumen por parte de Carlos Uriarte que anticipa y contextualiza el contenido. Así, nos presenta al embajador encargado de la redacción y nos acerca las vicisitudes que rodean (y han rodeado) al país en cuestión.
Sobresale el prólogo de la obra realizado por José María Gil Robles puesto que emplea un concepto, Gran Europa, y una definición del mismo que no reduce sus miembros sólo a los integrantes de la Unión Europea. Además, añade una sentencia fundamental: rechaza, por absurda, la simplificación que identifica como sinónimos “Europa” y Bruselas, convirtiendo a la primera en un mero armazón burocrático.
En cuanto a la introducción, realizada por Eugenio Nasarre, cabe destacar su valor histórico ya que nos retrotrae a la España de 1948 (“un Estado paria en el orden internacional”) y nos acerca a las principales figuras de nuestro europeísmo (Salvador de Madariaga o Indalecio Prieto). Asimismo, Nasarre recuerda la importancia que ha tenido Europa en el desarrollo de la España posterior a 1975: “podemos afirmar sin incurrir en la exageración, que Europa, el proyecto de integración europea y el espíritu con que se edificó con el aliento de los padres fundadores, fue un factor que contribuyó decisivamente al éxito de la transición” (pág. 26).
No obstante, Nasarre matiza que cuando al ciudadano español se le preguntaba si estaba de acuerdo con formar parte de la CEE, mayoritariamente respondía que sí, pero lo hacía privilegiando el factor económico, prescindiendo o tratando de manera marginal otros aspectos fundamentales como “la contribución a la paz en el mundo, la defensa de los valores que encarna, las obligaciones de la ciudadanía europea” (pág. 29).
De una manera más general, en el transcurso de la obra, el embajador irlandés insiste en esta última idea: “que nadie olvide que Europa no consiste solo en la UE, por importante que sea, y que la propia Unión Europea no se ocupa únicamente de la economía y de los mercados financieros, o de las directrices, reglamentos y otras legislaciones. A un siglo de la declaración de la primera guerra mundial, debemos recordar que la Unión Europea es, siempre ha sido y continuará siendo, un proyecto de paz, un logro que fue reconocido en 2012 cuando recibió el Premio Nobel de la Paz” (pág. 103). Como se desprende, la UE se ha convertido en una fuerza para la democratización y la paz en el mundo actual.
En cuanto al desarrollo de la obra, el editor emplea un orden escrupuloso de los capítulos, lo que facilita la lectura, evitando la formación de bloques temáticos a modo de compartimentos estanco. En este sentido, sobresalen las aportaciones de los países que se hallan en “una encrucijada”, como Rusia y Armenia, o de que aquellos que aspiran a incrementar los niveles de cooperación con la UE (Azerbaiyán).
Asimismo, el lector deberá prestar atención al camino que vienen siguiendo las naciones de los Balcanes y cómo su legítimo deseo de ser miembros de la UE les ha exigido efectuar reformas domésticas con las cuales han modernizado su anquilosada estructura estatal. El ciudadano, en última instancia, será el gran beneficiado pues frente a la arbitrariedad de antaño, ahora dispondrá de un amplio abanico de derechos y libertades.
En lo que al proyecto europeo (y a su desarrollo) se refiere, en la introducción Nasarre enumera asuntos en los que los embajadores se detendrán pormenorizadamente. Uno de ellos tiene que ver con el déficit de unión política frente al superávit de unión económica que caracteriza a la UE. Al respecto, la embajadora de Lituania sentencia que: “la UE no es sólo una unión económica y política, es una forma de vida” (pág. 42). Por su parte, el embajador italiano reivindica que Europa retorne al ideal europeo, evitando convertirse “en tierra de trámites burocráticos”. Para ello, con la finalidad de dotar de autoridad a su punto de vista, recurre a las palabras de Alcide de Gasperi, uno de los Padres Fundadores de las Comunidades Europeas (págs. 45-46).
Asimismo, la obra tiene la virtud de no rehuir algunos de los aspectos que han marcado el discurrir de la UE en los últimos tiempos. Al respecto, se hace referencia a cómo la crisis (económica) ha alejado a un buen número de ciudadanos europeos de las instituciones comunitarias. En que se haya producido este fenómeno, los gobiernos nacionales tienen su cuota de responsabilidad pues mientras algunos se decantaron por un “enfoque europeo”, otros prefirieron poner obstáculos a la cesión de soberanía nacional a las instituciones supranacionales.
En este sentido, el embajador de Bélgica propone como fórmula “Más Europa” pero no lo hace de manera retórica puesto que, si no es posible hacerlo con 28 Estados miembros, sí debería llevarse a cabo por quienes comparten esa alternativa. En relación con esta idea, conviene a añadir otra que permea todo el libro: la UE y sus instituciones tienen el deber de apostar por la transparencia, pues en caso contrario, el populismo eurófobo encontrará terreno abonado para intensificar su menosprecio al proyecto europeo.
Finalmente, dos asuntos de actualidad, sobre los que aún no puede predecirse el resultado final, se aluden en la obra. Por un lado el Brexit y por otro lado, las controvertidas relaciones de la UE con Rusia, más problemáticas aún tras la actuación de Moscú en ex repúblicas soviéticas como Georgia o Ucrania.
En definitiva, una obra coral de obligada consulta que radiografía el viejo continente y expone los principales desafíos a los que se enfrentará en el corto y medio plazo. Las respuestas a los mismos, siendo plurales, resultan compatibles y complementarias.
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