Durante la presentación, su autor nos desveló cómo se le ocurrió escribirlo: la idea le llegó conduciendo, tan de repente y tan completa que pidió a su madre, que le acompañaba en el coche, que transcribiera rápidamente todas las ideas que acababa de tener: personajes, técnicas y bases de la historia. Después invirtió tres años en darle su actual forma y añadirle aquellos recursos (psicológicos e hipnóticos, sobre todo) que constituyen la razón de su eficacia.
Para el autor El conejito que quería dormirse fue una experiencia bastante surrealista y muy especial, de la que deriva una inmensa felicidad surgida de poder ayudar a tantas familias a dormir a sus hijos. Hay mucho de Carl-Johan en este libro, pero no existe un único secreto que explique este éxito vertiginoso, sino muchos, igual que no existe una, sino muchas palabras. Se trata de fijar un objetivo: que el niño se relaje, y después logrará conciliar el sueño. Para ello, desde el comienzo intenta que se identifique con el cuento: por ejemplo, si el conejito está cansado, el niño estará cansado a su vez.
Demos una serie de consejos para leer el libro correctamente. Como cada niño es único y especial, hay que observar qué funciona mejor con unos y qué con otros. A veces hay que ser muy persistente. También se trata de que el adulto se divierta, porque un adulto relajado transmite la calma y el relax que fomentan que el niño se duerma con mayor facilidad.
Una duda que puede surgir es cuál es la cantidad de lectura del libro necesaria para dormir a un niño: no es necesario leer El conejito que quería dormirse completo, aunque puede ser beneficioso para que duerma de manera más profunda. Este cuento es tan largo para garantizar que el niño se ha dormido y además se ha dormido profundamente, no obstante, muchos se quedan ya dormidos al principio. Es cierto que la primera vez que se les lee tardan más en dormir porque quieren saber cómo acaba la historia, de ahí que al conocer el final en las veces siguientes se duerman ya en las primeras páginas.
Forssén Ehrlin comprobó la eficacia del cuento con los hijos de unos amigos y también en una guardería de Suecia antes de publicarlo. Aunque inicialmente estaba dirigido a niños a partir de dos años y medio, se probó con bebés de ocho meses y también funcionó. Fueron tres años y medio de pruebas que partían de cero, puesto que El conejito que quería dormirse es el primer cuento que se escribe utilizando este tipo de técnicas lingüisticas y psicológicas que parten del conductismo. Fue una experimentación directa sin referencias previas en las que basarse o a las que imitar. La elección de un conejito como protagonista se debe a que es un animal mono y achuchable, es decir, ideal para conseguir el objetivo marcado.
Ahora mismo Carl-Johan Forssén Ehrlin tiene en mente dos libros más sobre este mismo tema y muchas ideas más sobre otros. Esperemos leer alguno de ellos pronto.
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