Juanjo Braulio es un periodista valenciano de reputado prestigio. Ahora ha decidido dar el paso a la literatura y ha escogido el género negro para hacerlo. Su forma de escribir es muy periodística, con descripciones coloristas y minuciosas, pero lo mejor de la novela son sus originales y cuidadas tramas donde todo encaja a la perfección como si del mejor thriller se tratase. Además, sus tramas están de rigurosa actualidad, cosa lógica por otra parte, ya que él ha sido testigo presencial del desastre que ha perpetrado la corrupción en la Comunidad Valenciana.
Si bien es verdad que Valencia está construida encima de un pantano desecado, como ocurre con México D.F., donde los ríos han sido desviados de su cauce natural para afianzar la especulación inmobiliaria, no es menos cierto que esas aguas pantanosas en las que se mueve el autor, terminan convirtiéndose en una ciénaga gracias a los políticos que les ha tocado en suerte a los valencianos.
Drogas, especulación y crímenes económicos están a la orden del día en esas tierras y Juanjo Braulio, que conoce muy bien Valencia, ha querido reflejar parte del mundo donde vive, pero como eso sólo podría ser muy sórdido, ha querido que la sordidez vaya en aumento para dejar al lector pegado al asiento cuando lea las historias que ha ideado. En primer lugar, tenemos a un investigador, brigada de la guardia civil y gay, David Grau, de una exquisita educación y con unos métodos de investigación realmente originales donde la meticulosidad es fundamental para descubrir a los criminales.
Por otra parte, está Q, escritor de novelas negras. Ya va por la tercera. Las tramas de las mismas las saca de la propia vida. Él es el escritor, pero también es el causante de unas muertes con extrema violencia que la policía no sabe muy bien por dónde investigar. Esos crímenes que comete, algunos de una sofisticación exuberante como el rito romano de la muerte del reo culpado de parricidio, son de un refinamiento prodigioso que deja a la policía sin saber por dónde tirar.
El riesgo de tramas como ésta es caer en lo tópico. Juanjo Braulio ha huido de ello y ha sabido mantener las distancias. Nada hay previsible, nada hay dejado por las buenas. Todos los pasos del protagonista están medidos y estudiados y el lector avanza en la trama al mismo paso que el protagonista. El juego de la doble narración avanza al mismo tiempo y una complementa a la otra.
Aunque describe los bajos fondos de Valencia, también en su sentido más social, la novela tiene una estructura de thriller, cada capítulo es un sobresalto que termina con un nuevo misterio por resolver, pero también incluye alguno ajeno a la trama, como los cuentos de David Grau cuando comenzó su trayectoria en la Benemérita, algo que nos da más pistas sobre la forma de ser y conducirse del guardia civil.
Ni que decir tiene que la resolución de la trama se lleva a cabo con una violencia inusitada, pero el final nos sorprenderá y no es el típico que se da por estas tierras donde…, mejor cuando lean la novela lo entenderán. Parece que comienza la carrera de un prometedor escritor de género. Está claro que en la ficción se puede hablar con la libertad con la que no se puede en el periodismo.
Juanjo Braulio ha hablado con suficiente claridad sobre unos hechos que se están dando en nuestro país y que la justicia ralentiza hasta la exasperación. Aquí la mano de Rafael Chirbes se nota para bien, así como la influencia de Paul Auster en el juego de narradores y forma de hacerlo. “El silencio del pantano” es una novela más que recomendable y que, como apunta su editorial, será una de las candidatas a mejor novela negra del año. De momento parece que ya la televisión se ha fijado en ella para una posible serie.
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