Casi ochenta años después de la peor atrocidad republicana de la Guerra Civil española, la polémica sobre el asesinato de 2.500 presos en Paracuellos y Torrejón de Ardoz durante el otoño de 1936 sigue viva. La reacción de los historiadores tras la muerte en 2012 de Santiago Carrillo, responsable de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid en esos momentos, reveló que muchos de los mitos relativos a Paracuellos permanecen inalterables.
El 4 de agosto de 1936 se creaba el Comité Provincial de Investigación Pública (CPIP) por iniciativa de Manuel Muñoz, director General de Seguridad. Su objetivo consistía en «asistir» a la Dirección General de Seguridad en la búsqueda y captura de espías y saboteadores «fascistas». El CPIP fue responsable de muchos de los más de ocho mil asesinatos extrajudiciales que tuvieron lugar en Madrid durante la Guerra Civil. Llamó una y otra vez a las puertas de la cárcel dirigida por Garay de Lucas para «evacuar» presos supuestamente a Chinchilla. Presos que se quedaban en las cunetas de lugares como Aravaca o Torrejón de Ardoz.
El 6 de noviembre el número de reclusos civiles «evacuados» a Chinchilla por orden de la DGS, ascendían a 190.
Puesto que los campos de exterminio preferidos del CPIP (enAravacayRivas-Vaciamadrid) se consideraron entonces demasiado próximos a la línea del frente, los ejecutores optaron por un nuevo escenario para suoperación homicida: el «Arroyo de San José», en Paracuellos de Jarama, un pueblo situado a unos veinte kilómetros al noreste de la capital al que se tenía fácil acceso desde Madrid.
Las primeras ejecuciones enParacuellos ocurrieron la mañana del 7 de noviembre con presos trasladados desde los penales de San Antón y Porlier; un contingente mucho mayor (de más de quinientos reclusos) procedente de la cárcel Modelo fue pasado por las armas esa misma tarde. Así, un segundo transporte de casi de cuatrocientos presos de la cárcel Modelo, que salió el 8 de noviembre por la mañana, tuvo que ser desviado de Paracuellos a otro lugar porque los enterradores no habían podido inhumar aún a todas las víctimas de la jornada anterior. Pero no hubo indulto ni aplazamiento para ellos: los reos fueron trasladados a la confiscada hacienda del Soto de Aldovea, en Torrejón de Ardoz, y fusilados en el cauce seco de un canal de regadío.
LOS HECHOS
Nada se hizo al respecto. Ni la Junta de Defensa de Madrid ni el Gobierno republicano estaban listos para poner fin a las «evacuaciones» masivas de presos.
Afortunadamente, Manuel de Irujo y José Giral no fueron los únicos que se preocuparon por la suerte de los encarcelados en la asediada capital de España. También desde el extranjero se pedían explicaciones. Decisivas resultaron las gestiones del anarquista Melchor Rodríguez García, conocido después como el Ángel Rojo. Rodríguez acudió a su amigo, Mariano Sánchez Roca, subsecretario de Justicia, y el 9 de noviembre se hizo con un puesto hecho a medida: inspector general del Cuerpo de Prisiones, asumiendo amplias competencias en el ámbito de las prisiones y ordenando de inmediato la interrupción de las «evacuaciones» de los presos justo (y paradójicamente, también) en el momento en que las tropas rebeldes estaban más cerca de la cárcel Modelo.
Pronto empezaron a llegar a Madrid noticias de lo que estabaaconteciendoenParacuellosyTorrejóndeArdoz.Elnacionalistavasco ManuelIrujoyelrepublicanodeizquierdasJoséGiralempezaronahacerpreguntaseindagaciones.Inclusodenunciaronlasmasacresensesión delConsejodeMinistrosenValenciayenunaaudienciamantenidaconelpresidenteAzañaenCataluña.
Por desgracia, la intervención de Rodríguez no significó el fin de aquellas atrocidades. Entre el 18 de noviembre y el 4 de diciembre, hubo traslados de víctimas a Paracuellos desde los penales de Ventas, Porlier y San Antón. Durante ese período, la preocupación internacional por la suerte de aquellos presos no hizo más que crecer. De hecho, a últimos de noviembre llegó a Madrid una delegación de parlamentarios británicos para investigar lo que allí estaba sucediendo. «Paracuellos» terminó, pero, para entonces, unas dos mil quinientas víctimas militares y civiles «fascistas» habían perdido allí la vida.
Y no hubo ninguna repulsa oficial. Si no más bien todo lo contrario. Quienes llevaron acabo las sacas masivas fueron recompensados por sus servicios a la República.
Julius Ruiz, profesor de Historia de Europa en la Universidad de Edimburgo, es uno de los hispanistas británicos con mayor proyección en la actualidad.
Ha centrado buena parte de su tarea investigadora en la historia de España durante el período republicano, la Guerra Civil y laetapa franquista. Sus conclusiones están recogidas en numerosas colaboraciones y diversos artículos que ha publicado en libros colectivos y en prensa especializada.
Es autor de "El terror rojo", publicado por Espasa (The «Red Terror in the Spanish Civil War. Revolutionary Violence in Madrid, Cambridge University Press, 2014)). También es autor de "La justicia de Franco. La represión en Madrid tras la Guerra Civil (Franco´s Justice: The Repression in Madrid after the Spanish Civil War, Oxford University Press, 2005).
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