Estos artistas contribuyeron a crear desde muy pronto una “ilusión” del Lejano Oeste, combinando el entusiasmo romántico y la admiración genuina con los tópicos, prejuicios y expectativas que enturbiaban la mirada del hombre blanco; una imagen que en adelante se convertiría en el mito del indio salvaje, viviendo en las praderas en comunión con la naturaleza, muy alejado de la visión que el cine popularizaría años más tarde y que estuvo centrada en mostrar el punto de vista de los ocupantes y las fatigas y peligros a los que tuvieron que enfrentarse.
Selección de pinturas y fotografías
A través de una selección de pinturas y fotografías de artistas como Karl Bodmer, George Catlin, Henry Lewis, Albert Bierstadt, Edward S. Curtis o Carleton E. Watkins, entre otros, la exposición presenta este apasionante capítulo, poco conocido aquí, de la historia del arte.
Algunos de los lienzos pertenecen a la propia colección permanente del Museo, la única en España con obra de estos pintores, reflejo de la pasión del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza por las narraciones literarias, cinematográficas y artísticas sobre el Oeste.
Prólogo dedicado a los exploradores españoles
La muestra comienza con un prólogo dedicado a los exploradores españoles que establecieron los primeros contactos con las tribus, ya desde el siglo XVI, e incluye diversos objetos etnográficos que se distribuyen a lo largo del recorrido, así como un conjunto de libros, cómics, carteles de cine y otros elementos que mostrarán la divulgación que han tenido en el siglo XX las leyendas sobre el Lejano Oeste.
Por último, Miguel Ángel Blanco, artista y comisario de la exposición, interesado desde hace años en la cultura india, presenta una selección de libros-caja de su Biblioteca del Bosque, realizados con materiales que ha recogido en sus viajes por las llanuras y cañones de Estados Unidos.
Mapear la fantasía
La colonización estadounidense del Lejano Oeste en el siglo XIX estuvo precedida por las expediciones españolas desde Florida y Nuevo México, entre los siglos XVI y XVIII, que estuvieron guiadas en un primer momento por la búsqueda de imaginarias riquezas y que resultaron en una precaria pero prolongada presencia en los territorios del sudoeste, y durante unas décadas, en toda la cuenca del Misisipi. Quedan pocos testimonios artísticos de esta etapa, pero contamos con la cartografía para seguir las rutas, los asentamientos, las misiones y los presidios, así como las líneas de contacto y de fricción con las tribus indias. Los mapas elegidos ofrecen además un elevado valor estético y algunos de ellos incluyen dibujos de figuras y tipis (tiendas cónicas, originalmente hechas de pieles de animales como el bisonte, y palos de madera).
Hacia el Lejano Oeste: el sublime americano
Los caminos hacia el Oeste fueron abiertos por tramperos y compañías de comercio de pieles y, después, por científicos y militares que realizaron largos recorridos y que, desde muy pronto, se hicieron acompañar por artistas que ilustraran sus hallazgos o, con mayor ambición artística, pintaran o fotografiaran los paisajes y sus pobladores originales.
El ferrocarril facilitó el acceso a una naturaleza “edénica” –pronto también turística- que, con gran ayuda de los artistas, pasaría a ser protegida a través del innovador sistema de parques nacionales. Yosemite, Yellowstone y el Gran Cañón son algunos de los escenarios representados en la exposición.
La representación de esta naturaleza desbordante y grandiosa exigió la formulación de un marco conceptual y visual apropiado a la desmesura y a la falta de referencias humanas. Pintores como Thomas Cole, Albert Bierstadt y Thomas Hill, con un exacerbado lenguaje romántico, crearon obras que tuvieron gran trascendencia en la historia del arte; y fotógrafos como Carleton E. Watkins, Timothy O’Sullivan y William Henry Jackson establecieron un modelo de paisaje fotográfico que aún hoy continúa vigente, influyendo enormemente en la imagen que los estadounidenses se formaron entonces del Oeste.
Las gestas artísticas de Bodmer y Catlin / Indios y vaqueros. Un género pictórico
Los primeros artistas que se adentraron en el Oeste en los años treinta del siglo XIX no fueron paisajistas sino retratistas y, con mayor o menor rigor científico, etnógrafos. George Catlin, con su extraordinaria Galería India, y Karl Bodmer, con la precisa documentación gráfica de los Viajes en el interior de Norteamérica, del antropólogo Maximilian zu Wied-Neuwied, permiten conocer en profundidad los campamentos indios, la caza del búfalo y los rituales de numerosas tribus, así como fisonomías y atuendos. Ellos dieron paso a una visión idealizada pero melancólica de la vida india, en la que se funden paisaje y figuras, fantasía y etnografía.
En la segunda mitad del siglo, estos temas ya se habían convertido en un subgénero pictórico con gran tirón popular, asociado a la pintura de historia o a la costumbrista y presente en la producción de artistas como Charles M. Russell, Charles Wimar y Frederic Remington, entre otros.
Jefe indio
La figura del jefe indio fascinó a cuantos pintores y fotógrafos tuvieron ocasión de observarlos. En estos cuadros y fotografías se muestran con detalle los tocados, las pinturas corporales o los objetos de poder que porta cada uno de ellos. Por primera vez en España, podrán verse los famosos retratos realizados por Bodmer y Catlin o las fotografías de jefes legendarios salidas de las cámaras de Adolph Muhr o Edward S. Curtis, tomadas años más tarde.
En esas últimas décadas del siglo XIX, fueron incluso los propios jefes los que se preocuparon por inmortalizar su imagen; así lo hicieron Toro Sentado, Gerónimo o Joseph en el curso de sus viajes por el este de los Estados Unidos para acudir a negociaciones o encuentros, estando ya sus tribus confinadas en reservas.
A este momento corresponde la monumental empresa fotográfica y editorial “El indio norteamericano”, de Curtis, un controvertido y sin embargo valiosísimo conjunto artístico y etnográfico, hoy en gran parte perdido, del que se han seleccionado varias imágenes.
Etnografía
La colonización supuso un violento impacto sobre las culturas indias, en un proceso muy rápido que les llevó casi a la desaparición. Hubo quienes quisieron preservar en la medida de lo posible los restos de ese desmoronamiento, iniciando unas colecciones que han llegado hasta nuestros días. Una selección de trajes, objetos cotidianos y rituales, armas y adornos de las culturas nativas se exponen a lo largo del recorrido de la exposición, ilustrando algunos detalles de la forma de vida de las tribus.
Cultura popular
Además, y como muestra de la gran divulgación y el potencial de fascinación que han tenido las leyendas del Lejano Oeste en todo el mundo y hasta hoy mismo, se presenta un conjunto de libros, cómics, carteles de cine y películas, procedentes del archivo gráfico de la Filmoteca Nacional y de la colección particular del editor Alfredo Lara, así como un gran número de objetos cedidos por la Baronesa Thyssen-Bornemisza.
Bajo la luna comanche
Como artista de la naturaleza, el comisario de la muestra Miguel Ángel Blanco se ha interesado desde hace años por el arte y la cultura de las tribus, lo que ha afianzado su “admiración por la capacidad de interpretar las señales naturales y por su atención a las fuerzas sobrenaturales” y ha hecho suyo el ideal de vida indio de “caminar en la belleza, armonizando tierra y cielo, cuerpo y espíritu”.
Biblioteca del Bosque
Cerrando la exposición, se presenta una selección de 13 libros-caja, relacionados con el Oeste americano, que forman parte de su Biblioteca del Bosque. Iniciada en 1985 y compuesta en la actualidad por 1.148 libros-caja, esta biblioteca es un proyecto escultórico vital que recrea paisajes, experiencias y visiones, expresados en dibujos, imágenes y composiciones con elementos o materiales de la naturaleza.
El artista ha realizado además una instalación con cráneos de animales simbólicos para los indios y una intervención sonora que evoca el galope de las manadas de búfalos.
Autor del vídeo y de las fotografías: José Belló Aliaga