La autora alemana, afincada en España, ha escrito con ésta, tres trilogías que se desarrollan en Nueva Zelanda. Ediciones B es su editorial española y ya tiene los derechos de las otras dos novelas de su nueva trilogía, que han sido un éxito en todo el mundo: más de ocho millones de lectores la avalan. “Mis libros son tanto para hombres como para mujeres, pero hay que tener en cuenta que el 80% de los lectores de todos los países son mujeres”, reflexiona la autora.
En sus novelas hay protagonistas para todos los gustos. Sus mujeres suelen ser fuertes y emprendedoras; y sus hombres, aventureros y trabajadores. Y numerosas historias que se entrelazan. “Necesito más de una historia en mis libros y, al menos, una protagonista con quien se puedan identificar”, explica Sarah Lark en la entrevista que hemos mantenido en la cafetería de un conocido hotel de la Gran Vía madrileña.
En “La estación de las flores en llamas” cuenta la historia de un viaje de emigrantes alemanes hasta tierras de Nueva Zelanda en busca de un lugar donde trabajar sus propias tierras. “A mediados del siglo XIX había muchos trabajadores que no tenían acceso a sus propias tierras y la promesa de tener mayor extensión de terreno les hizo cruzar medio mundo”, cuenta la autora. “Eran personas que no eran pobres, no era un problema material, sino social”, puntualiza.
Los protagonistas de la novela querían trasplantar una comunidad religiosa de Alemania a Nueva Zelanda sin cambiar nada, para vivir exactamente igual que vivían en su país de origen, sin tener en cuenta lo que había alrededor. Sin embargo, al llegar no encontraron lo que se les había prometido y hubo un choque de culturas, tanto con las colonias inglesas y francesas como con los habitantes de aquellas tierras: los maoríes.
“Los maoríes tienen miedo a perder su cultura, por eso escriben todo acerca de sus costumbres”, cuenta la escritora alemana. La documentación para escribir sus novelas sobre Nueva Zelanda es muy fácil de obtener, en Internet tenemos casi todo de su historia y de sus costumbres. “Hay que tener en cuenta que es un país relativamente joven, tiene unos 700 años de historia”, apunta Sarah Lark. Justo el tiempo en que unos habitantes de Polinesia llegaron a las islas de Nueva Zelanda. “Las islas estaban relativamente poco pobladas cuando llegaron los europeos. La del sur no tendría más de 2000 habitantes”, afirma. Los maoríes han sabido preservar sus tradiciones mucho mejor que los aborígenes de Australia o de América del Norte, incluso la relación de los ingleses con ellos ha sido mejor que en otras colonias británicas. En el parlamento neozelandés había dos escaños para los maoríes.
El trabajo de documentación lo suele realizar Sarah Lark en paralelo al proceso de escritura. “Sólo he estado dos veces de visita en Nueva Zelanda, aunque próximamente voy a volver allí”, nos confiesa la autora. Pese a eso demuestra tener un conocimiento exhaustivo de país del kiwi y del rugby. No es la primera, ya que autores como Julio Verne, no salían de su casa para escribir novelas con ubicaciones fabulosas. Como escritora se considera rápida: “escribo unas diez páginas al día. En un par de meses tengo escrito un libro y tardo otros dos en corregirlo”, expone. Sus libros suelen ser narraciones de más de 800 páginas y sus lectores ¡quieren que escriba más!
En la novela cuenta cómo se realizaba la caza de ballenas o cómo llegaron las primeras ovejas a unas tierras donde había pocos animales. Todo en un mundo de hombres que controlaban todo. “Las mujeres de ese siglo eran como un caballo que se podía comprar o vender. Sólo tenían una posibilidad, la de casarse, porque no tenían acceso al trabajo. El único para el que se las requería era para la prostitución”, explica de manera concienzuda. Las mujeres de las que trata en la novela son muy diferentes. Ida aspira a un matrimonio que le dé seguridad y Cat lucha por no caer en el destino de su madre, la prostitución.
“La estación de las flores en llamas es la historia de un cambio, es la historia de una oportunidad de una vida nueva”, reflexiona la autora. No deja de ser la historia de un sueño. Ese sueño que todos los emigrantes llevan en su corazón y que en numerosas ocasiones se rompe. Aunque en las novelas de Sarah Lark siempre se mantienen las puertas abiertas a ese cambio donde las dificultades se superan con sufrimiento y pasión.
En todos sus libros aparece encima de su nombre un kiwi, el pájaro símbolo nacional de Nueva Zelanda, su país fetiche. “No sé por qué han escogido un pájaro como este para símbolo del país. Es un pájaro tonto, casi ciego, con problemas de equilibrio y que no puede volar. Es más como un osito de peluche, con más pelo que plumas”, cuenta la escritora alemana entre risas que pese a todas esas características lo ha elegido como mascota.
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