“No me fue difícil meterme en la piel de una mujer, fue un proceso normal pensar como ella, sobre todo si estás acostumbrado a escuchar a las mujeres, algo que los hombres no suelen hacer”, explica el escritor chileno en la entrevista que mantuvimos con él en la sede madrileña Penguin Random House. Ponerse en la piel de una mujer madura y ubicarla en Haití, el país más pobre de América, era un reto que solventó con facilidad, ya que conoce muy bien la isla. Su madre vivió allí y la visitó en numerosas ocasiones.
Con esos mimbres empieza a construir una novela que se desarrolla en una situación límite. Haití está asolada por la violencia. En el hospital donde fue tratada la protagonista es evacuado y ella se queda allí con su compañera haitiana y, como sostiene el autor, “uno está en el lugar que está más allá de la menta y la vida”, algo que ella debate en esos instantes en que el hospital es tomado por las fuerza rebeldes.
La protagonista ha pasado por varias experiencias amorosas que no le han llenado, se diría que nunca ha llegado a estar realmente enamorada. “Carmen Pardo tiene muy confundido ese aspecto de su vida. Ve el amor con una visión instrumental. Es una mujer con un carácter tan fuerte y agobiante que no deja que nadie respire demasiado a su lado”, describe el autor en la charla.
Esta mujer sin capacidad de amar y de relacionarse con personas que no sean de su misma clase, se ve condenada a compartir su vida con una mulata haitiana que tiene otra visión de la vida diferente a la suya, cree en los zombies porque los ha visto, porque ha convivido con ellos, porque en su isla no puede morir nadie y menos ir al infierno porque ya viven allí. “Somos partes de clanes, de tribus y no de individuos”, sostiene al respecto Rafael Gumucio.
Si la protagonista ha decidido operarse en un lugar tan apartado como Haíti es porque “quería esconderse, ir a un lugar donde nadie la conociese. Chile es una sociedad muy vigilante y encontró en Haití una forma de liberarse”, opina el escritor que cree que en su país vive en un neo-feudalismo y en un neoliberalismo. “Por eso creo que ella se siente tan cómoda en Haití, le resulta muy familiar. En Chile se sentiría como una extranjera”, especifica.
“El escribir la novela lo hice por gusto, me lo he pasado muy bien escribiéndola”, reconoce. Y es que cree que tiene un carácter de autor debutante. “Me gusta hacer cosas que nunca he hecho y esa mezcla de moverme entre la vida y la muerte no lo había hecho antes. Siempre me planteo el reto de hacer cosas distintas”, señala y añade “siempre estoy aprendiendo”.
Hasta ahora había escrito novelas que reflejaban su historia personal en Chile, desde la intimidad y la perplejidad que le produce su país. “Una especie de fresco donde contaba distintas historias”, detalla. Aún así, cree que sus personajes siempre tienen un punto de incoherencia, “empezando por las mías. Soy dueño de muy pocas certezas”, reconoce el autor de Santiago de Chile.
Uno de los grandes aciertos de “Milagro en Haití” es el cambio de los narradores. Escrita en primera persona, mezclando ese diálogo interno con un narrador omnisciente. “Quise que la novela tuviese la capacidad de conocer distintos puntos de vista y ese narrador omnisciente es una especie de ayudante invisible que siempre está ahí y que va a ayudar que todo funcione”, indica el escritor chileno. Algo que se notará más según se va desarrollando la novela y Carmen Pardo vaya saliendo de la anestesia de la operación. “Fue muy divertido entrar y salir de la cabeza de ella”, comenta.
Rafael Gumucio ha visitado nuestro país para asistir a unas mesas redondas de la Casa de América. “Hay un pulso nuevo en la literatura chilena. Hay escritores de todos los colores. Casi tenemos más escritores que lectores”, indica con sorna. Cree que estamos viviendo el fin de una época gracias a las tecnologías digitales. “Hemos sido educados para unas determinadas cosas que se están acabando. Dentro de mi pesimismo, soy optimista. Creo que estamos en el comienzo de una nueva época donde la cultura cambiará”, detalla y concluye “la cultura es una política”, y la política no siempre está en buenas manos.
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