El nuevo volumen contiene su nuevo poemario, “Ya nadie se llamará como yo”, quizá el más íntimo y narrativo, de tintes biográficos y geografía cercana y, además, recoge íntegra y revisada toda su poesía anterior. Es por tanto un libro fundamental para conocer su personalísima voz que ha renovado el panorama de la poesía española.
En la presentación, en una conocida librería madrileña, Agustín Fernández Mallo ha comentado cómo ha ido evolucionando desde sus primeros libros. “En los primeros había un ansia de experimentación, inventar un mundo nuevo. Creo que poco a poco he ido haciendo mi propia investigación poética hasta acabar con una poesía menos hermética, más neutra”, explica con su acento gallego tamizado por su estancia en Baleares.
Evidentemente, se siente distinto en estos años frenéticos de creación, donde casi ningún género se le ha escapado, novela, poesía, ensayo y, por supuesto, música, en los medios digitales. Es un creador que investiga en la frontera de todas las artes. “Me excita estar en los lugares nómadas”, señala con convicción y añade “mis fronteras se van ensanchando según he ido escribiendo”
En el libro están reunidos sus cinco poemarios anteriores “Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus” (2001, 2012), “Creta Lateral Travelling” (2004, Premio Cafè Món), “Joan Fontaine Odisea” (2005), “Carne de píxel” (2008, Premio Ciudad de Burgos de Poesía) y “Antibiótico” (2012). Cree que la industria editorial de la poesía es muy débil, que sus tiradas son muy pequeñas y que le gustaba tener en un solo volumen todos sus libros de poesía. Ya lo ha conseguido y con una de las grandes editoriales.
En “Antibiótico”, que dedica a su padre, hizo una reflexión sobre la muerte de alguien muy cercano, reflexiona o poetiza, para él es lo mismo. “No destaco entre la poesía, la novela o el ensayo, todo es lo mismo”, afirma convencido. “La muerte es un misterio, una persona muere pero a la vez resucita en sus seres cercanos. Debe ser una celebración de la vida”, señala.
En su nuevo libro destaca su pasión por la naturaleza. “Los residuos de la civilización contemporánea están también en el mundo rural; lo que he querido ha sido llevar todo ese mundo civilizado a un ámbito natural y ver qué pasa. Por ejemplo, qué pasaría si te encontrases una tarjeta del crédito en un lugar por donde no pasa nadie hace muchos años”, expone y agrega “la poesía nace de un hecho anómalo”
“Lo que he investigado es cómo la sociedad de consumo se contextualiza y se descontextualiza, sin que por ello yo esté haciendo un canto a la naturaleza”, señala. No le gusta definirse ni ecologista ni lo contrario, pretende ser un observador de esas anomalías y de ahí poetizar. La poesía, la literatura, no dejan de ser una herramienta para plasmar las sensaciones.
De su forma de escribir apunta que “no escribo lo que quiero, sino lo que puedo”. Todo puede partir de algo doméstico, de algo cotidiano, pero lo que es evidente es que una formación científica ha influido en su creación literaria. “Para investigar hay que tener mucha imaginación y mi trabajo me ha dado esa imaginación y esa capacidad de transgredir”, opina. Cree que “es imposible avanzar en algo sin transgredir. Pero no me gusta el transgredir por transgredir”.
Agustín Fernández Mallo es un transgresor. Su forma de escribir las novelas del Proyecto Nocilla ha transgredido y ha abierto caminos nuevos en la novela. Con sus poesías ocurre algo parecido, su prosa poética es difícilmente clasificable pero brillante. Transgrediendo, moviéndose por la frontera, ha conseguido estar siempre presente en el debate crítico. “Quien no está en este debate, no existe literariamente”, concluye.
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