Tras décadas de hagiografías y de encendidas condenas, hoy en día resulta muy complicado saber quién fue Sigmund Freud. Sin embargo, después de la publicación de las últimas biografías de referencia se han abierto nuevos archivos a los investigadores y lo fundamental de la correspondencia ya es accesible. Por tanto, ahora más que nunca es un momento inmejorable para revisitar a un hombre y una obra sobre la que quedaba mucho que decir.
El fundador del psicoanálisis fue un vienés de la Belle Epoque, súbdito del Imperio austrohúngaro, heredero de la Ilustración alemana y judía. En cuanto al psicoanálisis, este fue fruto de un esfuerzo colectivo, de un cenáculo en el cual Freud dio vía libre a su fascinación por lo irracional y las ciencias ocultas, convirtiendo a veces a sus amigos en enemigos, ejerciendo de Fausto pero también de Mefistófeles. Pensador moderno pero conservador en política, nunca dejó de actuar de modo contradictorio con su obra, siempre en nombre de la razón y de las Luces.
Aquí está Freud en su tiempo, en su familia, rodeado de sus colecciones, con sus mujeres, sus hijos, sus perros; enfrentado al pesimismo ante el auge de los extremismos, lleno de dudas a la hora de emprender su exilio londinense, donde morirá. Pero también le veremos en el nuestro, alimentando nuestras preguntas con sus propias dudas, sus fracasos y sus pasiones.
Historiadora y directora de investigación en la Universidad de Paris-VII, Elisabeth Roudinesco es la autora de numerosas obras, entre las que destacan Jacques Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento (1995), ¿Por qué el psicoanálisis? (2000) y Nuestro lado oscuro, una historia de los perversos (2009).
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