Pilar Sahagún es escritora desde niña, narradora y poetisa, ocupado la mayor parte de su tiempo en escribir. Ama la literatura y también ama lo intangible del mundo espiritual e invisible. Su novela parte de una historia real que le contó una conocida en una fiesta social y, también, fue por casualidad. ¡Cosas del destino! Con esa historia monta una trama que va mucho más allá de lo que le contó y disecciona el comportamiento de varios tipos de personas que se reflejan en los personajes que ha creado para deleite del lector.
Como si de una sinfonía se tratase, la escritora leonesa planifica una obra de un alto contenido sentimental donde el mundo físico y el invisible se dan la mano con la fuerza de la naturaleza. Las dos amigas, protagonistas de la novela, Casilda y Alda, se hacen una promesa de obligatorio cumplimiento. La primera que muriese tendría que hacer llegar a la que sobreviviese el mensaje de si hay vida después de la muerte. Algo que no interesa a ciertas religiones porque se quedarían sin el poder que tienen sobre sus seguidores. Ya el catolicismo se dio cuenta de ello y en el Concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era, abominó de la reencarnación.
La novela no entra en esas disquisiciones, sólo da el dato de que una amiga manda el mensaje a la otra, dejando claro que hay algo tras la muerte carnal. La novela lo que cuenta es la historia de esas dos amigas, empezando por Casilda, que fallece antes de cumplir los treinta años, sumiendo a sus seres queridos en el desconcierto, hasta que se dan cuenta de que siempre vivirá a su lado.
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El signo del infinito” es una novela coral y a la vez es una saga familiar que tiene dos ramificaciones y que se unirán en una sola. Casilda es el cemento que hace que se unan y Alda es la arquitecta que diseña cómo se debe hacer con la ayuda de Óscar, el marido de Casilda, que desempeña el papel de muñidor del plan de las dos amigas. El marido entiende que su mujer se ha ido pero que siempre permanecerá a su lado y aunque el destino le haga vivir más años, el leit-motiv de su vida será el recuerdo de haber vivido junto ella una existencia maravillosa y única.
Las historias que cuenta
Pilar Sahagún en la novela pueden parecer un cuento de hadas, cada vez más sorprendente. Para cada desgracia hay una solución aún más increíble. Sin embargo, esas desgracias van dejando un poso de sabiduría en sus corazones y les acercan a otras personas que guardan en el suyo soluciones oportunas. El pasaje del curso de
Los Siete Magníficos es sencillamente espectacular. Los protagonistas del libro, pese a las desgracias, siempre encuentran al amigo o familiar que va a aliviar el abandono que momentáneamente sufren.
La novela se desliza entre lo material y lo intangible, sin que falten en ningún momento ambas cosas. Todo lo que sucede tiene su motivo y su razón y el lector hasta puede que sienta un poco de envidia por esas vidas exageradas en esos dos planos antes aludidos, pero todos y cada uno de los lectores se sentirán identificados por alguno de ellos porque la autora no describe a personas que se salen fuera de lo que llamamos normal pero que deberían serlo.
Escrita en primera persona, la narradora nos introduce en el relato de la mano de Alda, persona que va creciendo en el transcurso de la misma hasta llegar a un punto de sublimación en su relación con Medja Pragjyotishpur que nos da las claves de cómo debe ser el amor entendido en su máxima expresión. Algo que ya hemos visto, en menor medida, en las otras relaciones amorosas de la novela.
La trama discurre, en su mayor parte, en España, en una unión entre el norte y el sur. Pero también hay numerosas escenas por diferentes ciudades emblemáticas de Europa, en México y en la India. Parte de esa filosofía hindú está reflejada en sus páginas, pero es más predominante la comunión entre ese mundo espiritual de Oriente y el mundo material de Occidente. Como ya han señalado muchos autores, en el centro está la virtud. La que ha encontrado
Pilar Sahagún entre esos mundos y entre la música y la literatura.
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