Cuando comenzamos a leer una novela romántica ya sabemos, más o menos, lo que va a suceder o por lo menos lo intuimos, pero con Laura Garzón esa premisa no se cumple y busca en su texto la originalidad dotando a la narración de una trama envolvente y sorprendente hasta el final de sus páginas. Con un final asombroso que aún hace de la novela más atractiva su lectura.
Lucía, la protagonista, acaba de terminar sus estudios y viaja a Palestina, a un campo de refugiados, como una cooperante de una ONG. Su trabajo de asistente social queda en un segundo plano cuando asume el rol de ayudante en el servicio médico del campo. Allí, todos sus esquemas y todas sus esperanzas se rompen en mil pedazos cuando se tiene que enfrentar a una realidad que ella no había previsto. Muchos de sus compañeros se dan cuenta de que ese trabajo no es para ellos, pero Lucía tiene la certidumbre de saber que ha encontrado su destino.
Su destino y su amor, porque en ese campo encuentra al amor de su vida. Ella sabe que muchas personas no se enamoran de quien deben, sino de quien no deberían enamorarse y encuentra el amor en un personaje, Hayzam, conocido como el Halcón: turbio, miserable, sin principios, que juega a viarios bandos. Algo de lo que es consciente desde el primer momento pero de lo que no se puede sustraer, ya que el influjo es superior a sus fuerzas.
La novela está escrita en primera persona, casi como si fuera un diario, solo que los cambios temporales son constantes, lo cual la hace más atractiva si cabe. Es una larga reflexión de lo que la aconteció en esos meses que estuvo en Palestina y sus consecuencias en el presente, contándonos todos los pros y contras de las decisiones que fue tomando hasta el último instante. Viendo más allá de lo que nuestra mente racional y lógica nos dice. Sus descripciones son certeras y sus diálogos tienen una agilidad que hacen que no rompa el ritmo de la misma, aportando un componente de vivacidad al texto.
Además, trata con soltura los problemas que las mujeres árabes desempeñan en la sociedad, sin olvidar temas polémicos como el papel secundario de las mujeres y su sumisión a los hombres, la ablación femenina, etc. Todo desde una perspectiva occidental que quiere entender otras culturas y ponerse en su lugar, como se puso la propia protagonista.
Estamos, pues, ante una novela que nos describe situaciones dolorosas, como la vida de los palestinos refugiados en campos y sus problemas con los vecinos israelitas, siempre sin querer juzgar nada en el plano político. Es el plano sentimental el que predomina y el que hace que la novela sea interesante y muy actual.
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