Paquita Romero, que ha dejado de sufrir maltrato porque su marido ha muerto en un accidente, se convertirá en la heroína de Barrio Cero al acabar con el traficante de drogas que mantenía enganchado a su hijo y a otros chicos del barrio. Conocida allí como Mamá Romero, tendrá que hacer frente a un juicio por haberse tomado la justicia por su mano. Ella se sabe culpable, pero sueña con vivir tranquila, si eso fuera posible.
¿Es lícito matar para salvar a un hijo? Ésta es una de las preguntas centrales que recorre la novela ya que la protagonista asesina con un cuchillo al capo rumano que suministra los estupefacientes a los chavales del barrio. A esta situación tan extrema tiene que llegar una madre de clase baja que ha sufrido el maltrato del marido y cuya madre lo recibió también de su padre. La preocupación por su hijo, lo único que le queda tras la muerte de su marido, le lleva a enfrentarse a un peligroso camello para evitar que su hijo pueda hacerse con las drogas que lo están destrozando.
Aunque éste sea el eje central del libro, se reflejan muchos problemas sociales a lo largo de las páginas de esta novela. Aparte de las drogas, el autor nos muestra el problema de la televisión: él mismo señala que lo grave es que salir en la tele se convierte en el gran triunfo de la sociedad, ya que la televisión muestra lo peor de nosotros mismos y se está convirtiendo en un medio impúdico: cuando la protagonista aparece en un programa del corazón la bombardean a incómodas preguntas como: qué se siente al matar a alguien o cómo la violaron, a lo que responde con gran sarcasmo que pone de manifiesto la falta de tacto de los medios.
Tampoco faltan las críticas a los políticos, pese a que la protagonista no tiene interés por este tema y los distingue como "los de un partido o los del opuesto". Destaca a su vez la necesidad que tienen de hacerse una foto con personajes populares porque piensan que les va a dar votos, como sucedió con la foto de Zapatero con Obama o con otros muchos políticos.
También arremete la obra contra la Iglesia, porque en ocasiones es muy cínica: nos muestra que un sacerdote no quiere ayudar a una mujer maltratada porque no va a misa o porque "da al hombre motivos para pegarla" o porque no le pareció que las heridas fueran graves. Cuando esta mujer se convierte en heroína, el cura incluso llegará a solicitar su ayuda en una campaña social de la Iglesia y recibirá un portazo en las narices.
En definitiva, Javier Reverte, con un admirable y preciso lenguaje, ha escrito una novela de soledades, miedos y valentía. Ha trazado un retrato cálido y próximo de una serie de personajes entre los que destaca el de su protagonista, una suerte de "madre coraje" de nuestros atribulados días.
Crítica literaria
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