“Electricidad revisitada”, de Edi Clavo

Hace ya quince años el grupo, que le puso en primera línea del show-business patrio, se disolvió como un azucarillo por culpa de problemas internos. Después de probar en otra formación, Paraphernalia, y ver que no llegaba el proyecto a buen puerto, decidió parar y matricularse en Historia del Arte, ya que no tenía necesidad pecuniaria inminente y escribir sobre la iconografía del rock y sobre otra de sus pasiones, las motos. Ese largo aprendizaje le ha llevado a escribir un libro fundamental para todo aquel que quiera conocer la idiosincrasia de una época que, lamentablemente, no volverá.

Ahora que en España el rock, en cuanto negocio, está en horas bajas y que solo se mantiene gracias al espíritu indomable de rockeros solitarios que actúan en locales cada vez más pequeños, salvo las grandes estrellas, Edi Clavo nos hace un repaso sobre algunos de los conciertos más significativos que él ha visto, tanto en nuestro país como en el extranjero. Aquí las comparaciones son odiosas porque quien haya asistido a algún concierto londinense, por poner un ejemplo, sabe que lo que oíamos aquí es simplemente un juego de niños comparado con lo que sucede en las tierras de su Graciosa Majestad. ¡God Save The Queen! Y no continuamos con los versos que Sex Pistols la dedicó.

Doce son los conciertos que trata, desde el que Burning, la mejor banda rock que ha dado nuestro país con muchísima diferencia y eso que casi a ninguno de sus discos les han hecho nunca justicia, dio en 1977 en el pabellón El Soto de Móstoles hasta el último de Héroes del Silencio en su reunificación en 2007, pasando por el decepcionante concierto de The Rolling Stones en el Manzanares en 1982, donde los teloneros J. Geils Band estuvieron infinitamente mejor. Son treinta años de recorrido del universo rock donde ha sido protagonista pero, también, espectador avezado y crítico.

Esos doce conciertos, que desmenuza con lucidez, y otros que relaciona con ellos, le sirven a Edi Clavo para hacer un recorrido por la biografía de Gabinete Caligari, su ascenso, auge y caída. Y en donde no escatima calificativos y críticas sobre el grupo y sobre él mismo, siempre de manera rigurosa y certera. No es un desahogo, es una reflexión meditada, sincera y exenta de autocomplacencia. Ha querido dejar testimonio de su pensamiento y posición sobre esa movida donde empezaron con un rock siniestro y pesimista y acabaron con un rock torero que emanaba optimismo y buenas vibraciones.

A muchos de los conciertos que cuenta asistió como espectador y puedo dar fe de que lo que escribe lo hace desde una perspectiva muy profesional y comparto casi todas sus opiniones. No estoy de acuerdo, lógicamente, con lo que dice sobre Héroes del Silencio, sin filias y fobias, no me parece que haya sido el grupo de rock más relevante de nuestro país, más bien me ha parecido mediocre y banal, tanto en su música como en sus textos. Gabinete Caligari sí me parece bastante mejor y podría decir una docena de grupos, quizá no tan famosos, que le superan claramente y creo que Edi Clavo me daría la razón.

En su recorrido por esa historia de los conciertos recuerdo con entusiasmo los de Ramones y Neil Young. Todo lo que dice, salvo lo que anteriormente he referido, me parece acertado y su análisis es acertado. También en cuanto a su grupo. Recuerdo su primer concierto en Rockola donde deambulábamos por la pista poco más de una cincuentena de espectadores y detrás de mí no paraba de gritarme en la oreja un extravagante Poch, líder de Derribos Arias, enfundado en un abrigo de cuero cruzado desafiando los rigores de un cálido verano madrileño: -Hey, aplaudan todos-. No sé cuantas veces me lo gritaría, cada vez más fuerte, pese a eso no dejé de disfrutar de un concierto que se salía de la mediocridad de la movida madrileña.

Esa imagen siniestra, oscura y exenta de parafernalias, fue dando paso a una imagen más colorista y efectista, hasta llegar a su culmen con Camino Soria, que pudo ser Cuenca y que luego se fue apagando poco a poco, pese a que siguieron componiendo buenas canciones, pero los tiempos fueron cambiando y la música digital, que no el vídeo, mataron a las estrellas del rock y de la radio.

El estilo narrativo de Edi Clavo es escueto, directo, sin florituras, pero con el atractivo de un ingenio que disimuló detrás de una batería. Comentarios acertados, mordaces, brillantes y originales nos ayudan a que el libro se haga interesante a todo tipo de lectores, no sólo a los fanáticos del rock. Un acierto pleno, la mezcla que hace entre ensayo y testimonio de lo vivido. Me temo que estamos ante un autor que va a seguir descubriéndonos el universo del rock desde los dos lados de la barrera, lo cual le agradeceremos.