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Javier Moro
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Javier Moro (Foto: Javier Velasco)

Javier Moro presenta su novela épica “A flor de piel”

“El escritor también necesita soñar”

miércoles 27 de mayo de 2015, 01:14h

Javier Moro continúa con su serie de novelas épica con “A flor de piel”, una obra que cuenta una aventura que se convirtió en la mayor proeza humanitaria de la Historia, protagonizada por Isabel Zendal, Francisco Xavier Balmis y Josep Salvany que llevaron a Sudamérica la vacuna de la viruela, transportándola en los cuerpos de 22 niños huérfanos de dos orfanatos españoles, uno de Madrid y el otro de La Coruña. El libro ha sido publicado por Seix Barral.

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Javier Moro (Fotos: Javier Velasco)
Javier Moro (Fotos: Javier Velasco) (Foto: Javier Velasco)

“La empresa fue una especie de locura genial, casi un quijotada financiada por el rey de España, Carlos IV, en los momentos más bajos de su reinado, cuando el Imperio se estaba resquebrajando por la guerra contra Napoleón y las guerras de independencia de América”, ha señalado el escritor madrileño en una rueda de prensa en el local más colonial de Madrid.

La aventura de llevar esos niños con la vacuna de la viruela al Nuevo Continente es algo que para el autor se debería de enseñar en los colegios y no quedarse en el olvido. “En esta expedición sale lo mejor de nuestro carácter español. Balmis era un cirujano alicantino, su segundo el doctor Josep Salvany era catalán, Isabel Zendal, la enfermera que cuidaba de los niños, era gallega, el financiero era castellano y el patrón de la corbeta era vasco. Crearon el embrión de lo que sería la sanidad pública”, explica con emoción el autor de novelas tan laureadas como Pasión india o El sari rojo.

En aquellos tiempos ya había un choque entre la sanidad pública y la privada, ya que había personas que estaban traficando con una vacuna adulterada. Sin embargo, la expedición fue la verdadera triunfadora ya que consiguieron que se vacunasen más de medio millón de personas gracias a la planificación que llevaron a cabo. “Consiguieron que muchos sacerdotes llevasen un libro de vacunación de sus feligreses en paralelo al libro de bautismo”, refiere Javier Moro.

“Todo fue innovación, algo realmente rompedor y escandalosamente eficiente”, califica el escritor sobre la expedición Balmis. La viruela hasta ese tiempo había sido el azote de de la humanidad. Desde los tiempos del Faraón Ramsés V, el primer caso documentado de viruela, que falleció aproximadamente en el año 1160 antes de Cristo, fueron millones de personas las que murieron por la enfermedad. Desde la conquista de América y en tan solo tres siglos más de noventa millones de americanos indígenas murieron por enfermedades infectadas por los emigrantes europeos. “Incluso la dinastía de los Augsburgo expiró por culpa de la vacuna, que les dejó sin descendientes”, puntualiza el novelista aficionado a dar a conocer pasajes olvidados de nuestra historia.

El doctor Balmis fue comisionado por la corona española para llevar la nueva vacuna a Sudamérica para salvar las vidas de los habitantes del continente americano. La travesía era larga, estuvieron varios años vacunando a niños en Canarias, América y Asia, y la cadena de frío en aquellos tiempos no existía, el doctor alicantino ideó un proceso extremadamente original. “Inoculó a unos niños el virus de la viruela; cuando les aparecía un granito con pus, se les extraía el virus y lo volvían a inocular en otro niño y así hasta que se realizaba el periplo”, aclara el novelista.

Para conseguir hacer llegar el virus a todos los lugares utilizaron más de doscientos niños, que cuanto más jóvenes eran, mejor. Siete de ellos salieron de España con tres años de edad. “Ninguno murió en la travesía por culpa de la enfermedad. Las únicas dos bajas fueron porque salieron enfermos del puerto de La Coruña. Uno de los grandes problemas que se encontraron los expedicionarios fue que ninguna madre quería dejar a los niños en manos de estos aventureros. De ahí que tuviesen que buscar por los orfanatos de la península Ibérica para conseguir a estos pequeños conejillos de Indias. La encargada de que los niños llegasen sanos y salvos a Sudamérica fue Isabel Zendal. “Sin ella no hubiese habido niños”, puntualizó el ganador del Premio Planeta de 2011.

Javier Moro es un escritor al que le gusta documentarse a fondo. “De esta expedición no había mucho escrito, gracias a que el Imperio era muy burocrático pude encontrar muchos datos sobre las características de la expedición. Documentos como el diario de Balmis fue destruido por las tropas francesas en Madrid durante la Guerra de la Independencia, afortunadamente gracias al periodista gallego Antonio López Mariño pude saber extremos sobre los protagonistas de documentos que había encontrado en A Coruña”, refiere con pasión y agradecimiento.

“La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna fue un hito en cuanto a innovación y creatividad. Crearon un sistema nuevo que se puede decir fueron los primeros humanitarios de la Historia y unos excelentes profesionales. Fue una gran hazaña que reposó sobre los hombros de los más débiles. La mayor gesta filantrópica del mundo” refiere Javier Moro.

Cuando se le pregunta sobre las ayudas gubernamentales a la literatura, suelta una leve carcajada. “La importancia de la cultura para el poder político es nula”, afirma sin asomo de dudas. Hay más ayudas a la industria cinematográfica que a la editorial, eso por no hablar de la industria automovilística. Ni siquiera la Historia merece la más mínima atención por parte de nuestros gobernantes y eso que en opinión del autor de “A flor de piel”, en nuestro país nos peleamos por la Historia y por la Educación y no nos ponemos de acuerdo.

Javier Moro ha leído numerosos libros de historia para escribir su libro. Sin embargo, la novela Ángeles Custodios de Almudena de Arteaga no ha querido leerla para no contaminarse. Le gusta rescatar historias desconocidas que merecerían más atención porque “yo también necesito soñar mientras escribo”, concluye satisfecho. No así se sintió Isabel Zendal, que no quiso regresar a España y se quedó en la ciudad mexicana de Puebla a vivir. “No deja de ser una vergüenza que estos personajes no tengan ni siquiera puesto el nombre a una calle”. Sólo el doctor Balmis se hace acreedor a este homenaje en una calle del extrarradio madrileño.


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