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"La independencia de Cataluña. Historia, economía, política y derecho" de Gaspar Ariño Ortiz

Prólogo Francesc de Carreras

lunes 11 de mayo de 2015, 21:56h
'La independencia de Cataluña. Historia, economía, política y derecho' de Gaspar Ariño Ortiz

La dinámica soberanista e independentista que está patrocinando el actual gobierno de Cataluña, además de tema recurrente en las tertulias de los medios o columnas de los periódicos, también ha promovido la aparición de un buen número de obras que, estrictamente escrupulosas con el método científico, han desmontado los sofismas sobre los que descansan “las tesis” de Artur Mas y Oriol Junqueras. Dentro de este último terreno, merece un espacio propio, a modo de referente, la que tenemos entre manos.

En efecto, Gaspar Ariño rebate desde cuatro planos complementarios (historia, economía, política y derecho) que la independencia sea la única opción posible (como justifica Jordi Pujol) ni la más provechosa para Cataluña. Además, nos ofrece abundantes referencias bibliográficas e ingentes notas al pie que acercan a este ensayo a la categoría de tesis doctoral con la ventaja de que huye del metalenguaje. Igualmente, emplea un estilo dinámico que favorece la lectura y la asimilación del mensaje que nos quiere transmitir.

El libro, a su vez, cuenta con un prologuista de prestigio como es Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona y analista político en periódicos como El País o La Vanguardia. Al respecto, si por algo se ha caracterizado históricamente De Carreras es por su carácter visionario puesto que, desde los años 90, nos ha venido informando de los verdaderos planes (secesionistas) que encubrían las políticas de Jordi Pujol.

En el prólogo de esta obra, no deja indiferente al lector. Por un lado, recalca la cercanía del autor con su objeto de estudio y por otro, subraya que la finalidad de la obra no es restituir la conllevancia (orteguiana), sino establecer una relación cordial entre España y Cataluña. De Carreras se queja de la dejadez que PSOE y PP han mostrado hacia los asuntos de Cataluña, fenómeno que ha aprovechado el nacionalismo para publicitar sus alegatos, más pasionales que cimentados en el sentido común y la razón.

A este último fenómeno se refiere Gaspar Ariño en los siguientes términos: “los nacionalistas y sus plataformas soberanistas han desarrollado, como digo, durante años, una labor tenaz y continua: la catalanización de la enseñanza y del comercio, el reciclaje y la selección del profesorado, la promoción de actividades culturales y encuentros de múltiples instituciones promotoras de la identidad catalana, la presencia continua en los medios de comunicación (a los que subvenciona con este fin) y una progresiva penetración de ideas nacionalistas en los partidos políticos de izquierdas, especialmente en el PSC, que se ha acabado desmoronando” (pág. 28). Por tanto, aunque el autor aboga por el diálogo con los nacionalistas, reconoce lo complejo de tal empresa, puesto que los argumentos de aquéllos se basan en componentes básicamente emocionales.

Una de las grandes virtudes de la obra es que no se trata de un libro centrado sólo en lo que acontece en Cataluña. En efecto, aprovechando lo que sucede en la aludida comunidad autónoma, realiza una crítica constructiva de otro los grandes cuestionados del momento: el estado de las autonomías, hacia el cual, la combinación de rechazo y desafección por parte de la ciudadanía, ha aumentado en los últimos tiempos. Para Ariño, la clave reside en que la Constitución no se cerró de manera adecuada, esto es, dejó abierta la puerta para la reivindicación permanente de las comunidades (con independencia de que tengan o no sesgo nacionalista) y para la multiplicación del factor emulación (muchas, siguiendo el modelo catalán, han buscado el blindaje estatutario).

El cuadro que nos describe, refleja nítidamente la realidad. Las comunidades autónomas han creado “mastodónticas organizaciones político-administrativas, con cientos de parlamentos, decenas de Consejerías, embajadas y representaciones diplomáticas en el extranjero”, lamenta Ariño. Por tanto, “este aparato, similar al del Estado, debe reducirse en todas ellas y la mejor forma de hacerlo –quizás la única- es la vía fiscal: que tengan que pedir dinero a la gente para mantenerlo (en vez de mejorar la sanidad o las escuelas). Ante tal disparate, lo superfluo se eliminará” (pág. 81).

A pesar de la eficacia que podría tener esta solución, Ariño no pierde de vista el panorama tangible: España se halla en una suerte de proceso constituyente permanente, con continuadas exigencias de cosoberanía. A partir de ahí, concreta un poco más sus puntos de vista: sí a la reforma constitucional pero con participación de economistas o historiadores, no sólo de la clase política. El consenso deberá ser el punto y final, nunca el arranque.

En cuanto al problema catalán, Ariño reparte culpas, aunque no por ello cae en la equidistancia o en lo políticamente correcto. Rechaza que Cataluña sea una nación milenaria o que se halle sojuzgada por España, afirmaciones ambas, probablemente, no del gusto de los nacionalistas catalanes. Sin embargo, reconoce que Cataluña goza de una singularidad, es decir, de una personalidad diferenciada que debería de ser reconocida constitucionalmente de una manera tal, que no implique un privilegio o la ruptura de la igualdad de todos los españoles.

Sin embargo, el nacionalismo catalán ha ido demasiado lejos y ha mentido a la hora de explicar a los catalanes las verdaderas consecuencias de la independencia: ni serán más ricos, ni mantendrán el euro y sólo transcurrido un largo periodo de tiempo, Cataluña se integrará en la Unión Europea. Al respecto, cita el punto de vista del socialista francés Manuel Valls para quien: “se equivoca quien diga que una separación no tiene consecuencias sobre la economía, sobre la pertenencia al euro o a la propia UE. Hay que decir con toda claridad cuáles son las consecuencias” (pág. 85).

La reacción del gobierno de Rajoy ante el desafío rupturista tampoco satisface al autor, principalmente porque se ha centrado en enfatizar la obligatoriedad de cumplir la ley, dejando de lado las posibilidades de diálogo y de resolución del problema. Otro error de envergadura cometido por Rajoy fue creer que la deteriorada situación económica haría dar marcha atrás al gobierno de Artur Mas. Se ha comprobado que no ha ocurrido así y que las medidas adoptadas por el Presidente de la Generalidad han resultado cada vez más radicales. La Declaración de soberanía del Parlamento catalán, la convocatoria de la consulta (sinónimo de referendo) del 9N o dotar de carácter plebiscitario a cuantas elecciones convoca, demuestran que el verbo recular no forma parte del vocabulario del nacionalismo catalán.

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