No hace falta abrir el libro para sentir la genialidad que desprende, solo hay que leer el prólogo y su guía de lectura 'no' recomendada. Equiparándose a Cortázar, o a aquellos maestros reacios a la norma estipulada, Andrés deja al lector el poder de decidir cómo leer el libro: no hay un camino correcto, no hay un sentido para las cosas, hay lo que tú quieras que haya. Es por ello que resulta inevitable rememorar el peso de Rayuela cuando tienes Paracaídas y Vueltas entre las manos.
Esta obra lucha, como lucharon los diarios íntimos franceses, en demostrar que de íntimos solo tienen la procedencia, porque su esencia, su destino, su lugar, es universal. Salen de uno para ir a todos, uno se vacía para llenar el mundo. Uno, Calamaro, se deja caer, se tira con ese paracaídas del título del libro y de su canción Paloma («un solo paracaídas, uno solo va a quedar volando a la deriva») y comienza las vueltas, vueltas que llevan a lo mismo del principio, reflexiones encaminadas a volver, a aquello inicial, a la duda, a la soledad, al desengaño.
Calamaro canta aquí, como en innumerables canciones suyas, a esos amigos ausentes que tuvieron la valentía de soltar la mano a la vida. Andrés es de esos tipos fieles a la cita de otro extraño personaje como Mark Twain: «Iría al cielo por el clima, al infierno por la compañía». Una parte del libro dedicada exclusivamente a ellos, «los que no están (los que siempre están)». Se toca la música, se toca la soledad, el miedo, el insomnio, las drogas con la soltura que nadie las había tocado nunca, se toca lo real y lo imaginario, o como dice su canción, la victoria y la soledad, la filosofía y la realidad.
En este libro encontramos canciones, poemas, cartas, reflexiones, ensayos, pensamientos o citas. Es un vademécum de la vida, la Bíblia pagana de los amantes de la música desengañada, los que se sienten atraídos, los que quieren saber, qué hay detrás de la falsa pintura de la vida.
¿Qué hay detrás? Solo el lector de
Paracaídas y Vueltas lo sabrá, el que se atreva a acompañar a Andrés por este viaje de kilómetros, drogas y mucho rock and roll que ocupa menos de 300 páginas. Andrés, como ya sabréis, es nuestro Salmón, siempre nadando a contracorriente. ¿Cuándo decidirá descansar en el mar? ¡Larga vida al rey!
Me siento en la obligación de recoger una de las frases que ofrece en su libro para convertirla en mía hacia él: «Gracias por darnos motivos tan sólidos para suponer que no nos equivocamos de oficio y profesión».
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