Una obra que se distribuye en tres partes: Historias zen y japonesas, Koans y Haikus. Dicen que lo normal en una de estas composiciones procedentes del budismo zen es que cuando las lees, al no entenderlas por ser complicadas de descifrar, no hay que preocuparse. Recomiendan relajarse, dejarla entrar en nuestro interior y olvidarnos, que ella sola sabrá cuándo crecer dentro de nuestra mente y ofrecernos su significado. Con Alejandro Jodorowsky todo toma una velocidad más. Él ya ha pasado por todos esos años de meditaciones acerca del contenido de estas historias, de búsqueda de significado, de dejadez ante su poder. Por su experiencia como discípulo del maestro Ejo Takata, pudo empezar a entender la esencia de todas ellas, y es en este libro donde ofrece al lector las enseñanzas zen que el maestro le compartió comentadas y descifradas por él mismo como discípulo.
Encontramos en las dos primeras partes historias breves sobre maestros y discípulos con una primera sensación leve pero confusa. En una primera lectura puede parecer algo nimio, incongruente y carente de sentido, pero con las palabras de Jodorowsky todo coge color y se presenta ante nosotros como una hermosa enseñanza acerca de la vida y su sentido. Porque lo que Jodorowsky, a través de los maestros, quiere hacernos comprender es que más allá de nosotros hay un todo del que todos formamos parte. Todo lo que nos ocurre son situaciones o elementos que nos encuentran, pero pasan, y todo sigue el mismo camino, somos un flujo que puede topar con obstáculos pero que nunca deja de fluir, somos una energía que no tiene fin. El chileno intenta demostrar con todas estas historias comentadas que lo más importante en esta vida es llegar a ser capaces de desapegarnos de todo y de todos, incluso de nosotros mismos. Ver los problemas desde fuera, las alegrías, las penas, los accidentes y los triunfos como algo que no nos condiciona, sino que sucede y ya está. Ver desde fuera lo que en realidad no somos, porque lo que somos es ese ser que está por encima de todo, somos otra cosa, a la que no le afecta nada, que sigue un camino de armonía total, que ve la vida pasar igual que la muerte, que forma parte de algo propio y común, visible e invisible, pero total.
En definitiva, como suele ocurrir con la narrativa de Jodorowsky, este libro se convierte en una pieza fundamental para todo aquel que sienta en sus fueros internos que algo raro sucede en el mundo, que todo afecta demasiado, que se necesita mucho del otro, que nosotros no somos nada más que caminantes en busca de la muerte. ¿Qué somos en realidad?
«Gurdjieff contaba que Dios, viendo que el hombre era tan destructor, decidió ocultar la verdad en el corazón del hombre mismo a fin de protegerla. Y así quedó resguardada, puesto que el hombre no se preocupa de su corazón».
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