En la rueda de prensa celebrada, Ofelia Grande tomó la palabra en primer lugar y se mostró satisfecha con los resultados que está teniendo la novela de
Martín Casariego en los pocos días que lleva a la venta y con las críticas que está recibiendo. A continuación lo hizo José Carlos Rubiera, concejal que actuó en representación de su consistorio y de la alcaldesa. “El ayuntamiento sigue apostando por la cultura y somos uno de los pocos consistorios que año a año aumenta el presupuesto para la cultura”, afirmó en su casi despedida de la política este diplomado en magisterio que después de la próximas elecciones de mayo vuelve a las aulas a dar clase.
Mercedes Monmany, además de ser crítica literaria y ensayista, lleva años siendo jurado del Premio Café Gijón. En su disertación hizo un pormenorizado análisis de
El juego sigue sin mí, a la que definió como “una novela de género de aprendizaje, formación y enseñanza”. Una novela al estilo de El guardián en el centeno u otras de Hermann Hesse o Juan Rulfo.
Enigma y thriller existencial son las principales características de la última novela del escritor madrileño de apellido asturiano, como señaló el concejal gijonés. Toda novela de aprendizaje puede tener ciertos clichés pero Martín Casariego los rompe para conformar una narración original, algo que a la ensayista Mercedes Monmany le encanta, así como también el género.
Para la crítica literaria, “
Martín Casariego es uno de los escritores mejor formados de su generación. Describe a la perfección la época en la que se desarrollan los acontecimientos y maneja los diálogos de una forma espectacular, al igual que los ambientes, para lo que está muy bien dotado”.
La novela es una narración de un grupo de amigos; es, por tanto, una novela coral, que parte desde la actualidad y va retrocediendo en el tiempo. El narrador tiene unos 23 años y comienza a recordar unos acontecimientos que ocurrieron cuando él tenía 14 años. Como era mal estudiante de matemáticas, sus padres deciden contratar a un profesor para darle clases particulares, esas clases se convierten en un aprendizaje de las zonas ambiguas de la existencia. Estamos ante la edad más intensa del protagonista, en la que el desencanto se produce de una manera más frenética que en cualquier otra y donde la música juega un papel determinante, sobre todo las canciones de Lou Reed.
Algo que ha sorprendido a Mercedes Monmany es el “desfase que viven los protagonistas. Los jóvenes, que suelen ser los más débiles, no se han adaptado, lo que hace que muchas personas alarguen la adolescencia casi in aetrnum”.
Martín Casariego ha querido hacer en
El juego sigue sin mí “una novela de adultos que centrada en los adolecentes pueda ser leída por éstos. Una novela en territorio adulto que esté en la época juvenil”, afirma y añade “hay que aceptar la vida que nos ha tocado vivir”.
Para el autor, en el poco tiempo que dura la infancia hay prisa por vivir todo y luego cuando nos hacemos adultos nos seguimos viendo jóvenes sin asumir la madurez, un contrasentido sobre el que ha querido escribir. “Con los años tengo cada vez más miedo de escribir y de hacerlo mejor. No sé si lo voy a conseguir”, afirmó tímidamente.
Esa inseguridad la mostró en la elección del título. “Presenté la novela al premio con el título de
Una educación. Ofelia me dijo que había que cambiar el título y no encontraba ninguno que me gustase, hasta que mi mujer me dijo que utilizase el de la cita del libro. Estaba ahí y no me di cuenta hasta que ella me lo dijo”, finalizó.
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