Hermano yonqui muerto, exnovia trepa, padre sindicalista en derrota, madre con la vida embargada... Y entre ellos: tipo anónimo, un ordenanza de instituto que pasa costo mientras lee a Jack London y sueña con montar una carpintería y fabricar trineos.
Podrían ser los personajes de una mala novela, con todo contado desde afuera. Con benevolencia y técnica. Sin carne, suciedad ni sangre. Pero no. Esto no es una novela. Esto mancha. Que los curiosos den media vuelta. Aquí no hay condones ni medias tintas. Esto es un panfleto; una arenga. Un banderín de enganche «para seguir viviendo.»
El libro viene con fuertes avales dentro de la narrativa social contemporánea: Constantino Bértolo y Belén Gopegui serían los ejemplos más conocidos. El primero está escribiendo un artículo sobre el libro para un monográfico sobre novela social actual que será publicado a lo largo de 2015.
Personajes en crisis perpetua, ritmo, estilo, sangre, tripas. Este libro es un acto, un grito, una respiración. Este libro no consiste en palabras juntas una detrás de la otra contándonos una historia.
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