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Manos sucias en una novela de no ficción, valiente, arriesgada, comprometida y que muestra una foto desmaquillada y sin corsés de nuestra sociedad y la clase política que tenemos”, así define Carlos Quílez su novela con toda la exactitud que puede desplegar un periodista de su categoría. Medio trabajo me lo da hecho, se notan sus muchos años de profesión y su experiencia, que le han llevado a ser director de Análisis de la oficina Antifraude y Contra la Corrupción de Catalunya entre el año 2009 y 2014, se observa que ya no está allí y, actualmente, le han llevado a ser director de investigación del diario Economía Digital, ahora que la investigación no se lleva en los medios de comunicación por falta de presupuesto, al igual que las páginas de Cultura.
En
Manos sucias hay alcaldes corruptos, tesoreros que nos recuerdan a los que salen casi todos los días en las noticias y policías, fiscales y jueces que luchan como pueden contra la corrupción. De la misma actualidad y de los sumarios de los múltiples juicios que se están produciendo en estos momentos, Carlos Quílez ha “fusilado” su historia. “Me lo han dado casi todo hecho, sólo he tenido que modificar los nombres de los protagonistas”, reconoce, pero si sólo hubiese hecho eso no tendría casi ningún mérito. El periodista catalán ha sabido imprimir un pulso firme en la trama que ha acompañado con un verbo ágil e irónico que ha dado como resultado una novela trepidante.
En esta singular novela negra, “vemos en primer plano la trastienda de la corrupción, cómo se maquinan las operaciones y los verdaderos entresijos de esta corrupción que nos devora”, dice el autor y añade con convicción “los corruptos no son otra cosa que psicópatas que ejecutan sus planes con frialdad y de forma independiente, lo mismo que un asesino descuartiza a una chica después de reducirla”. Para
Carlos Quílez el corrupto tiene los mismos resortes psicológicos que un psicópata y no le falta razón, porque cada uno en su campo hace un enorme daño.
Sin embargo, el Estado está claro que no funciona. Faltan leyes, quizá porque “es el delincuente el que hace las leyes y las hace a su medida”, afirma. Si no, se tendría que haber aprobado una ley en contra del enriquecimiento injustificado de patrimonio y puestos en funcionamiento los juicios rápidos para mandar al delincuente a prisión con la mayor rapidez posible y lamentablemente estas herramientas no las tenemos. “Si la corrupción gira alrededor del delito de cohecho habrá que cambiar y promulgar nuevas leyes que erradiquen estas prácticas”, opina con carácter. Y abunda más en el tema cuando señala que habría que crear la figura del arrepentido como la tienen en otros países. “Es una forma de incentivarlos para que confiesen y señalen a los verdaderos culpables”, explica.
Para
Carlos Quílez la relación institucional de los policías con los jueces no funciona. “En el caso de entre tropa, sí. Pero a nivel de mandos, sobre todo en las alturas, nivel ministro consejero, las relaciones dejan mucho que desear”, declara en la entrevista que mantuvimos en un hotel madrileño cercano a la glorieta de Atocha. “Hay demasiada idiotez y mezquindad”, apostilla, cosa que no nos extraña porque el prestigio de nuestros políticos y clase dirigente está a niveles ínfimos.
Manos sucias refleja la realidad de forma fidedigna, “he pulido la realidad para ser verosímil y utilizo el humor porque creo que es una forma amable de ser sincero”, sostiene. Y realmente lo consigue. Pero en la charla se queja con amargura de los pocos medios que tiene la justicia para luchar contra estos crímenes. La explicación puede ser la que apuntaba anteriormente, que las leyes las hacen los corruptos y se cuidan mucho por salvaguardarse. “Los resultados se consiguen porque hay personas extraordinarias como el fiscal independiente David Martínez Madero, que con pocos medios lucha contra la corrupción y eso le llegó a acarrear que muriese víctima de un infarto”, recuerda con orgullo por haber coincidido con personas de un valor intachable. Algo parecido le ocurrió al Juez de Instrucción Nº 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, que pagó un algo precio personal por inculpar a Javier de la Rosa, por lo que sufrió seis años de flagrante persecución.
También recuerda que el President Maragall “hizo más que todo el conjunto de políticos catalanes por luchar contra la corrupción”, como vemos el cambalache que están montando los partidos políticos catalanes en el Parlament para no investigar al ex honorable Jordi Pujol. Carlos Quílez tiene una receta para luchar contra la corrupción que es: “crear un juzgado especializado en corrupción, a la imagen y semejanza que el de la violencia de género y facilitar las revelaciones de cohecho, creando las figuras de colaboradores y arrepentidos”, expone con claridad. Y hay que hacerlo ya, porque “los corruptos siempre van 200 metros por delante de las leyes”, se vuelve a quejar. De todas formas, reconoce, “que hay políticos que se pueden salvar”. Los menos, claro está, no un sector mayoritario, pero si sustancial
Tanto en
Manos sucias como en la vida real, los policías tienen que buscar atajos para poder perseguir a los corruptos, en ocasiones son las agencias de investigación privadas la que concluyen lo que no puede terminar la policía por falta de medios. Algo que habría que solucionar. También los periodistas tienen un papel fundamental en estas investigaciones. “El papel de la prensa es capital y fundamental para sacar a la luz a los corruptos. Una parte de la prensa mantiene un posición valiente, sin embargo hay otra que está a sueldo de los corruptos o que se auto censura”, corrobora el novelista barcelonés.
“Mi novela y la novela de no ficción es un género periodístico que obtiene los datos dignamente y expone con interés los datos a la población y a los lectores”. Así define su forma de escribir, que es muy parecida al ejercicio de la profesión periodística, como al de escribir un libro como el suyo.
Para terminar hablamos de la situación catalana. “Cataluña no está preparada para ser independiente. El argumento principal es: España nos roba. No es ni mucho menos real. Pero los no independentistas adolecen de talento para motivar a este sector de la población y tienen una enorme incapacidad personal, incapaces de captar voluntades y de ilusionar”, concluye.
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