Muchas son las páginas que sobre el periodo victoriano ha escrito el autor gaditano afincado en Cataluña por amor. En sus páginas ha rendido un sentido homenaje a uno de los autores más importantes que ha tenido la ciencia ficción, H. G. Wells. El autor británico siempre ha estado presente en su trilogía. Pero en el último libro se le ha unido el escritor Arthur Conan Doyle para añadir una trama detectivesca a su novela y así darle una pátina más de aventura. “Yo definiría a mi última novela como de aventuras”, afirma sin pensarlo.
El mapa del caos es realmente una novela de aventuras con un fuerte componente de ciencia-ficción. “Me han considerado como un escritor de steampunk”, señala. El steampunk es un subgénero de la literatura de ciencia ficción especulativa surgida en la década de los ochenta. “Mi trilogía victoriana tiene elementos de este subgénero en cuanto describo un futuro muy avanzado desde la perspectiva de la época victoriana”, reconoce. Desde luego, si la reina Victoria levantase la cabeza no se podría creer lo que han imaginado los autores sobre ese periodo de expansión imperial.
En su anterior novela, El mapa del cielo, ya introdujo la aparición de un escritor invitado. En aquella ocasión fue el escritor americano Edgar Allan Poe y en ésta, Doyle. Para ello ha tenido que estudiar a la perfección la época y los libros de los autores. “Me gusta ser fiel a los hechos, pero lo que no he querido hacer es la biografía de los protagonistas, aunque, claro está, he manejado muchos datos para ser lo más riguroso posible. Mi objetivo era escribir una fábula científica de la época victoriana”, describe con acierto.
Y aunque su libro es una fábula científica, trata al Arthur Conan Doyle con rigurosidad. “Él creó el personaje del detective más famoso del mundo. Muchas personas pensaban que Sherlock Holmes existía realmente, que era un ángel que tutelaba Londres”, explica el novelista de Sanlúcar de Barrameda. Sin embargo, el escritor británico se cansó pronto de su creación y lo decidió matar. “Cuando Doyle arrojó a su detective por las cataratas del Rhin, se produjo una especie de revolución en Inglaterra. La revista que publicaba sus relatos perdió muchísimos suscriptores”, cuenta.
Tanto Doyle como Wells no estaban muy satisfechos con lo que escribían, querían contar otras historias diferentes a las que pasaron a la historia. Les gustaban las tramas históricas y, sobre todo, la literatura de Charles Dickens. La literatura popular que practicaba era en realidad literatura culta dirigida al lector burgués, al que encantaban las historias de exploradores que recorrían medio mundo mientras ellos las podían leer tranquilamente en el club cerca del fuego y bebiendo una copa de coñac. Las novelas de esas características que escribieron ambos no tuvieron ningún éxito y están prácticamente olvidadas. Además, a Doyle le encantaban los temas esotéricos, y el caso de las fotografías de unas hadas en el bosque así lo atestiguan. “No era una persona crédula, sino científica. En el caso de las hadas fueron los laboratorios fotográficos los que le hicieron una mala jugada”, recuerda el escritor.
Para terminar la Trilogía victoriana, Félix J. Palma dio muchas vueltas a cómo enfocarlo. “Fue el hallazgo del narrador lo que me hizo encontrar el tono de la novela y desde ese momento fue todo más fácil”, apunta con seguridad. Sus novelas suelen ser corales, son muchos los personajes que aparecen y desaparecen en la trama. Más que en la trama, en alguna de las tramas, ya que sus novelas suelen ser multitramas con una búsqueda constante de la manera de contar las historias que suceden en el libro de la manera más atractiva y emocionante posible. Algo que deja al lector epatado por la cantidad de narraciones que se suceden. “Al final, el lector asiste a una conclusión donde todo queda explicado y perfectamente encajado”, puntualiza.
Es verdad que el narrador es uno de los mejores hallazgos de la novela. Un narrador que se esconde del lector hasta el final, que juega con él de manera inmisericorde. Le oculta datos, utiliza elipsis temporales prolongadas. Hace que el lector se muestre indefenso ante el aluvión de tramas entrelazadas con personajes a los que se va saltando paulatinamente. Un juego en ocasiones meta literario muy atractivo para el lector, con lo que el juego referencial va cogiendo más riqueza. Si a ello añadimos que al autor le encanta meter en sus tramas personajes reales, hace que el interés no decaiga en ningún momento.
Para Félix J. Palma, las redes sociales son el gran invento de este siglo. “Me hacen sentir muy acompañado. Me llegan muchos comentarios de lectores, sus conjeturas. Es algo que me interesa muchísimo ya que veo que así transciende y reinterpretan mi trabajo. Me meto mucho en algunos foros de literatura y eso me hace sentir menos solo, ya que el trabajo de escritor es muy solitario”, se queja sin amargura, de ahí que le guste entrar el Facebook y otras redes com Instagram.
Sabe que los foros son enriquecedores. Que las verdaderas opiniones de un libro son las de los lectores que se encuentra en Internet y no la de los sesudos críticos de los suplementos literarios. Para despedirse nos promete que una vez concluida la trilogía va a hacer algo nuevo. “Así como cuando publiqué El mapa del tiempo creo que sorprendí al lector, ahora quiero hacer algo diferente que también le sorprenda. Siento que necesito sorprender al lector”, finaliza. Estamos seguros de que lo conseguirá, porque la originalidad que ha desprendido en su trilogía está al alcance de muy pocos autores.