Si con siete años ya comenzó a escribir relatos, su precocidad no fue un obstáculo para auto editarse sus propios textos, que solía dividir entre los cuentos, los poemas y el cómic. Luego los vendía a vecinos y compañeros de clase. Pero no sólo la poesía ocupa su tiempo, el cine, la crítica literaria y cinematográfica han sido campos a los que se ha dedicado en cuerpo y alma, como todo lo que hace. Estamos pues ante un creador multidisciplinar que guarda sus mejores armas para la poesía.
“En junio de 2010 me di a conocer a nivel individual con la publicación de mi primer poemario, Aunque me borre el tiempo, pero antes ya había publicado en diversas antologías colectivas”, explica nada más comenzar la conversación en una sala del Ateneo de Madrid. Precisamente un lugar que tiene mucho que ver con otro ateneo, en esta ocasión el de Blasco Ibáñez de Valencia donde él colabora con asiduidad.
“Siempre que existe la posibilidad de publicar poesía, siempre está bien”, opina y añade “la poesía tiene un reducido grupo de seguidores, pero muy fieles”. En las presentaciones de poemarios o lecturas de poemas, estamos acostumbrados a ver las mismas caras. “En el fondo todos los que asisten a estos eventos son o quieren ser poetas, es algo absolutamente vocacional”, afirma convencido.
Cree que las antologías ayudan tanto a los poetas como a la difusión de la poesía, es beneficiosa su publicación. Gracias a esas antologías se dio a conocer y de allí surgió la posibilidad de publicar en solitario. Hay que tener en cuenta que las ventas de los poemarios suelen ser muy restringidas y que un bestseller no suele vender más allá de 5.000 ejemplares. Las tiradas oscilan alrededor de los 1.000 ejemplares. Como vemos, unos números que no tienen nada que ver con otro tipo de literatura. La sensibilidad cotiza a la baja.
“Todo autor ha de tener vocación de compartir”, asevera. La poesía encerrada en un cajón no sirve de nada. Por eso, Gregorio Muelas Bermúdez acude a donde le llaman para mostrar su poesía y sus vivencias; en muchas ocasiones acude con su hermano de letras Heberto de Sysmo con quien ha compartido recitales, experiencias y, sobre todo, el proyecto Alquimia y Verso. “La poesía tiene un gran poder terapéutico”, proclama en voz baja por una fuerte afonía.
En Un fragmento de eternidad ha dejado su tema favorito, el desamor, para centrarse en el tiempo, en captar el instante del tiempo que conduce a la eternidad. Escribió sobre el desamor para olvidarlo, pero ahora que disfruta del amor, es el tiempo de lo que más le atrae, “tempus fugit”, casi declama. Siempre le han atraído estas dos palabras y plasmar el tiempo hace que esté presente.
“Cuando leo poesía se para el tiempo, es el fragmento de eternidad que da título al libro. Es como estar entre el todo y la nada”, evoca. Si el tiempo es el protagonista de su poemario, la música también está muy presente. Tomas Tranströmer, Brückner, Schubert o Satie, entre otros, están presentes en su obra. Hasta termina su poemario con una coda. El compositor estonio Arvo Pärt es una fuente de inspiración para él. “La música es la poesía del aire y la poesía es la música”, expresa y quien así lo hace sabe realmente de lo que habla. Quizá por ello su poesía sea poliédrica y polifónica.
Pero no sólo la poesía llena su tiempo. Como he señalado anteriormente, el cine es otra de sus grandes pasiones junto con la historia. Películas como Sacrificio de Andrei Tarkovsky le han dejado una profunda huella. También, como historiador que es, quiere terminar una novela histórica que ya tiene a punto de finalizar. Su forma de escribir es la de un poeta, utilizando una prosa poética para dar sentido a una historia demasiado mundana. Con toda su poliédrica personalidad lucha contra lo que él llama el octavo pecado capital: “la ignorancia”. Si el tiempo se lo permite y no se escapa entre sus dedos, seguro que conseguirá ganar a ese pecado capital.
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