En esta entrevista con su autora, hemos hablado acerca de temas relacionados con Siete días de gracia, así como de su estilo, que busca más los sentimientos del lector que el mero cuadro pictórico de unos sucesos o de la Revuelta de las Quintas, su impacto en España y las razones por las que se ha olvidado y sobre las emociones de la autora hacia la publicación de su primera novela.
¿Qué le llevó a escribir Siete días de gracia?
Como todo en la vida, no es una sola cosa lo que provoca un hecho, sino una sucesión de ellos. Sin embargo, en mi caso sí hubo un pequeño incidente que actuó como desencadenante y que, por llegar en el momento adecuado, arraigó en mí. Era un día de ajetreo, para entonces yo trabajaba en el mundo de la comunicación y mi vida estaba llena de ruido. Llegaba tarde a una reunión, así que tomé un taxi que tenía que llevarme al interior del barrio de Gracia de Barcelona. Cuando cruzábamos por la calle Bonavista, una calle estrecha que separa la antigua Gracia del barrio modernista del Eixample, el taxista se giró y me soltó: “Niña, seguro que tú no sabes que ¡en esta calle se puso en juego la dignidad de un pueblo!”. Yo le miré con curiosidad, examiné la calle y aunque repasé todos los datos de historia que recordaba, no tuve respuestas. Cuando llegué a casa descubrí que en 1870 el pueblo levantó barricadas justo en esa calle para defenderse de la imposición de unas leyes injustas. Entre la documentación encontré también la leyenda de una mujer que hasta el último momento de la revuelta, entre bombas y proyectiles, estuvo tocando la campana del reloj de la villa para animar al pueblo y ganar tiempo para que sus compañeros, ante la entrada del ejército, pudieran huir hacia las montañas. Su coraje me sorprendió y me hice una pregunta evidente: ¿Arriesgaría yo mi vida por mis vecinos, amigos o compañeros, por la lucha contra una injusticia? Como tuve que admitir que la respuesta sincera era negativa, me pregunté: ¿por qué ella sí? Esta novela supongo que es buena parte de la respuesta a estas preguntas.
¿Cuáles fueron las principales circunstancias que llevaron a la Revuelta de las Quintas?
En 1868, dos años antes de la Revuelta los dirigentes de la revolución contra Isabel II habían prometido al pueblo que si participaban de la revolución eliminarían los impuestos de consumo y las quintas que obligaban a los hombres a ir a la guerra. Sin embargo, en 1870 estalla la Guerra de Cuba y el general Prim no tiene ni suficientes hombres ni suficiente dinero para afrontarla. Así pues, el 30 de marzo de 1870 el Gobierno del Reino aprueba de nuevo el sorteo de las quintas con la posibilidad de una redención en metálico. Esta ley era terriblemente injusta, puesto que sólo los hombres de las familias pobres, que eran precisamente las que necesitaban más aún su sueldo, acababan yendo a la guerra. La mayoría de ellos morían a causa de enfermedades, mientras sus mujeres, que ganaban la mitad que ellos, veían morir de hambre a sus hijos. Por esta razón, ésta fue una revuelta iniciada por mujeres.
¿Por qué consiguió esta rebelión unir a tantas personas?
La gente del pueblo vivía en situaciones infrahumanas. Habitaban en pisos muy pequeños compartidos con más familias y sin suministros básicos, trabajando doce y catorce horas diarias en fábricas donde, debido al polvo del algodón, a los productos de blanqueo y a la humedad, su salud se mermaba un poco más cada día y el riesgo de accidente era altísimo. No tenían mucho que perder. Si a la desesperación se le suma la injusticia, se crea un buen cultivo para cualquier revuelta. Por otro lado, yo también me pregunté por qué tubo más revuelo y aguantó más tiempo la revuelta en Gracia que en cualquier otro sitio. La respuesta llegó cuando descubrí que en Gracia había ya en esa época muchas asociaciones y agrupaciones que compartían tiempo y actividades como el Centro Excursionista. La unión de las personas, más allá de las horas de trabajo, hace que se importen más las unas a las otras. No es lo mismo que muera alguien con quien me cruzo de vez en cuando por la calle, a que muera alguien con quien voy cada domingo de excursión. El tejido social jugó, sin duda, un gran papel.
¿Y por qué se ha olvidado tantos años después?
Porque la historia es injusta. La historia no es un hecho imparcial, neutro y explicado de modo racional. La historia es un cúmulo de datos, de impresiones y de hechos pasados por el tamiz de aquellos que mandan y, consecuentemente, enseñan y tienen medios para comunicarla. Sin embargo, el tiempo es mucho más justo y siempre acaba poniendo las cosas en su sitio. Descubrir nuestra historia, las luchas que otros emprendieron para que hoy tengamos la vida que tenemos, es muy importante. Sólo así podremos también ofrecer a nuestros hijos un mundo mejor al que nosotros nos encontramos.
¿Cómo percibían las clases más populares de la España peninsular la guerra que estaba ocurriendo en Cuba?
Para empezar, la mayoría de la gente no sabía leer, así que era difícil que estuviera informada o conociera todos los hechos. Para ellos la guerra de Cuba era ir a morir para proteger los intereses de terratenientes y de comerciantes, es decir, de los ricos. Era imposible valorar la necesidad de proteger los intereses territoriales de España si, mientras, tu familia se moría de hambre. Sólo aquellos que tenían una posición social buena y un nivel intelectual alto empezaban a intuir y a lamentarse por la pérdida de poder que suponía para España en el mundo la independencia de las colonias.
¿Cuánta era la desigualdad entre los sublevados y las tropas regulares?
La desigualdad era muy alta, tanto en hombres como en armamento y municiones. Mientras las tropas del ejército habían apostado sus cañones en el Paseo de Gracia con la calle Provenza, donde ahora se encuentra la Pedrera, y gozaban de fusiles Brenan muy precisos y modernos en esa época, en Gracia se contaban unos sesenta hombres armados con palos, escopetas de caza y pistolas antiguas. De hecho, una de las discusiones más interesantes que tuve con dos historiadores durante el proceso de documentación de Siete días de Gracia fue ésta precisamente: ¿por qué, con tanta desigualdad, las tropas no entraron en la villa hasta siete días después? Nuestra conclusión fue que, aunque puede que el ruido de las campanas los asustara y les hiciera pensar que los sublevados eran más de los que en realidad eran, sobre todo, fue una acción de reprimenda y de fuerza por parte del capitán general del Principado de Cataluña, Eugenio de Gaminde, que llegó hasta a pedir refuerzos a Valencia y Aragón.
En su opinión, ¿de dónde se extrae el valor ante circunstancias tan adversas?
Como dice uno de los personajes en el clamor de la batalla: “¡No tenemos nada que perder que no demos ya por perdido! Y puestos a escoger, preferimos morir aquí, defendiendo lo que es justo, que en un país lejano protegiendo los intereses de los ricos”. La injusticia es una fuente muy fuerte de valor. Pero si encima se pone en riesgo a tu familia y a las personas que quieres, pocas cosas más importan.
¿Cómo definiría su estilo a la hora de describir la zona de conflicto durante los ataques?
La verdad es que lo que más me preocupaba no era hacer una descripción meticulosa de cómo fueron pasando las cosas o de los detalles del enfrentamiento, aunque me documenté mucho para ello. Lo que yo quería era ir más allá, que el lector sintiera en su piel el desconcierto de aquellos que nunca habían empuñado una arma y que lo tenían que hacer por primera vez, el olor picante de la pólvora, el suelo de tierra batida lleno de fango con la lluvia, las barricadas hechas con muebles y troncos, el miedo a la muerte y el miedo a matar. No me interesaba una imagen pictórica, sino el sentimiento de estar allí. La guerra es desconcertante y profunda.
¿Ha disfrutado más escribiendo las escenas de amor o las escenas de guerra?
Todas las escenas eran necesarias y las sentía como tales. Sin embargo, puedo decir que después de cinco años levantándome cada mañana para escuchar el tañido de las campanas, las bombas y el dolor de la pérdida, la guerra terminó por enfermarme.
En la novela, las escenas que transcurren durante la revuelta siempre tienen de fondo el tañido de las campanas. ¿Hasta qué punto diría que es importante este componente de la novela?
Las campanas sitúan al lector en el presente. La novela está estructurada en dos líneas de tiempo. Una es el pasado, donde descubrimos todos los secretos de los personajes y los motivos que los llevan a encontrarse en la revuelta. La otra es el presente, es la Revuelta en sí misma. La Revuelta estuvo marcada por el tañido de las campanas que no dejaron de tocar en ningún momento, eran como la voz del pueblo, su grito desesperado de libertad. Escogí ese sonido para recordar al lector que la guerra avanza y nos conducen, junto a Mariana, hacia un final que es un grito, propio y compartido, de libertad.
Si tuviera que escoger un solo sentimiento o una única emoción para describir a Mariana, ¿cuál sería?
No sería un único sentimiento, sería la evolución que hace a lo largo de la novela. Mariana pasa del miedo, a la supervivencia y de la supervivencia a la liberación, a hacerse dueña de ella misma.
¿Cuál de todos los acontecimientos que vive fue el que le dejó marcada más profundamente?
La sensación de no pertenecer. Cuando los abuelos de Mariana deciden adoptarla como si fuera una huérfana, sin darle el lugar que le pertenece en la familia, la despojan de su identidad, de la fuerza de ser y de saber de dónde viene, de sentirse con derecho a vivir, a hablar y a hacer. Este hecho es el que la hace más vulnerable y es, también, el que le cuesta más de superar.
¿Cómo describiría la relación de Mariana con Félix?
Es la relación de dos personas que, aunque de modo distinto, están extremadamente necesitadas de amor. Por ello, su relación es de dependencia. Mariana ama la idea que tiene de Félix, aquello que hubieran podido ser juntos, pero no es capaz, hasta el final, de ver lo que es él en realidad. Félix, en cambio, ama el amor que Mariana siente por él. Ella es la única persona que cree en él, es quien lo salva de enfrentarse a lo que realmente es.
¿Está trabajando en alguna nueva novela?
Aunque me ha sido difícil desprenderme de los personajes de Siete días de Gracia, ahora empiezo a sentir nuevas historias y nuevos personajes. Tardé cinco años en terminar esta novela, así que, aunque a veces tengo ganas de leer mi próxima novela, tal vez requiera algo de paciencia.
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