Siglo V d.C. El Imperio romano se desmorona y, en la antigua provincia de Britania, el poder está cambiando de manos. Solo queda un último servidor leal a Roma, acosado por el caudillo de los celtas y por los sajones, los recién llegados del norte que sueñan con establecerse a sangre y fuego en estas tierras y sojuzgarlas. Todos ansían las sobras en este nuevo mundo, más brutal y cruel, donde la vida carece de valor, la traición es moneda de cambio y siempre vence la espada.
Y en medio del caos, entre los despojos que una tormenta ha dejado en la playa de Segontium, Branwyn, nieta del rey de la tribu de los deceanglos, encuentra a un náufrago inconsciente. Un romano hermoso, un regalo de los dioses... que cuando abra los ojos le mostrará su verdadero rostro, más despiadado. Nueve meses después nace un niño que su madre, enloquecida, rechaza. Bastardo, hijo del demonio: desde su primer aliento, la leyenda acompaña a Myrddion Merlinus. Solo su abuela, junto a la que se cría, intuye que los dioses antiguos lo protegen y posee el don -sublime, maldito- que corre por las venas de su familia.
A los nueve años, sabedor de que la tribu jamás lo aceptará entre los hombres con autoridad y poder, Myrddion se convierte en el aprendiz de la curandera del pueblo. Desde el primer momento, la sabia mujer percibe el talento natural para la sanación de ese muchacho, despierto y ávido de conocimientos, y empieza a adiestrarlo en los secretos de su oficio.
Mientras, más al sur, Vortigern, el caudillo que se ha impuesto a los otros reyezuelos celtas, reconstruye la antigua fortaleza de Dinas Emrys. Le han profetizado que la torre, símbolo de su poder, solo permanecerá en pie si une las piedras con mortero y la sangre del medio demonio. Pero el niño también tiene una profecía para el gran rey celta, y un destino que cumplir. Pronto Vortigern será el heraldo del caos y Myrddion deberá usar sus dones para salvar una tierra asolada por odios enconados, traiciones en el seno de las familias y vientos de guerra.
Lo primero que hay que decir de esta novela es que, a diferencia de mucho de lo que se ha escrito sobre Merlín, es una novela mucho más orientada hacia la novela histórica (con su componente de ficción, claro está) que a la fantasía. Uno de los principales puntos fuertes de esta novela es precisamente éste: la gran batalla que tiene lugar entre el rigor histórico en relación con la figura de Merlín y su lado más místico, ya que es el que todos conocemos y el cual se intenta dejar de lado para destacar más la figura de sanador que la de profeta y mago.
En cuanto a la ambientación histórica, también está tremendamente lograda pese a las grandes contradicciones, vacíos e imprecisiones que existen en la documentación que trata acerca de la época, en especial en referencia a los árboles genealógicos de los reyes de las distintas regiones, que para tantas novelas han dado. A su vez, los grandes acontecimientos históricos de este siglo V y en especial las batallas, están relatados de forma pormenorizada, lo que es otra muestra del gran trabajo de documentación de Hume.
En cuanto a la trama de la novela, hay que destacar que atrapa desde al primer momento o, al menos, desde que uno se hace a los nombres celtas y sajones tan extraños (que en las primeras páginas pueden hacer que nos perdamos un poco en relación con los personajes). Pese a esto, el argumento no para de avanzar en ningún momento, para sumergirnos en una época sangrienta, violenta y traicionera, llena de giros y acontecimientos inesperados, tanto fortuitos como actos de genialidad premeditada.
En definitiva, Batalla de reyes es una novela que combina perfectamente realidad y ficción, pero intentando acercarse más a la primera, para construir una impactante imagen de una Britania histórica y sin magia pero con múltiples linajes nobles unidos por la sangre, pero también enfrentados por las disputas.
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