Madrid es una ciudad que ha sido imaginada por muchos artistas. Una mirada puede ser una aproximación a una realidad o a un submundo de múltiples verdades. Esta última opción fue la que escogió Miguel Rubio cuando decidió llevar a relatos su visión de la capital. El Madrid de los traumas, de las barreras, de las caídas, de los dolores, de las derrotas. Ese es el Madrid que entrega un escritor que bebe de la influencia de Richard Ford y de los clásicos.
El periodista y escritor Antonio Izquierdo encuentra una conexión literaria entre “La ciudad rota” y “La colmena” de Camilo José Cela. Según Izquierdo, “estamos ante una obra de perdedores que aún tienen aliento para buscar la redención al aceptar su condición de derrotados que transitan por callejones sin salida”.
“La ciudad rota” es la tercera apuesta de Ediciones Carena por la obra de Rubio. Antes publicaron las novelas “Ahora que estamos muertos” (2008) y “Todos los años perdidos” (2010), dos libros que han convertido al autor en una referencia para los lectores de la narrativa en clave de reportaje. Pero es en “La ciudad rota” donde el creador se crece en un género difícil por los bordes que limita entre literatura y periodismo. Miguel Rubio se convierte en un notario del Madrid más crudo. Los relatos palpitan como ficciones que pretenden desenmascarar a la realidad de la calle.
Constituido en una especie de Virgilio moderno, Miguel Rubio pasea al lector por el subinfierno de la ciudad en donde ricos y pobres se achicharran en la llama invisible del alcohol, la frustración y el resentimiento. Pero más que la “Divina Comedia”, las andanzas de los protagonistas de “La ciudad rota” parecen emular a un Leopold Bloom hispano semialcoholizado de la época de decadencia del imperio rajoyano, visitando tugurios y tratando de sobrevivir al acoso del fantasma de la realidad. Precisamente, el Ulises narra otro viaje del protagonista (Leopold Bloom) por ámbitos poco notables de su ciudad (Dublín) en otro día (16 de junio). Los antihéroes de “La ciudad rota” también deambulan por caminos sin sentido, con monólogos exteriores, es decir, que hablan sin comunicar nada y también certifican el derrumbe de la vida interior que con tanta profusión indagara el inolvidable Joyce.
Miguel Rubio define su obra como “algo que está a medio camino entre una novela y una colección de relatos”. La literatura negra, de recorridos y observaciones, se hace presente en “La ciudad rota” como si, en lugar de palabras, el libro ofreciera imágenes cargadas de intentos.
Puedes comprar el libro en:
nove